
“Los tiranos, cuanto más pillan, más exigen, cuanto más arruinan y destruyen, más se les da, más se les sirve, tanto más se fortifican y se hacen siempre más fuertes y vigorosos para aniquilar y destruirlo todo. Pero si nada se les da, si no se les obedece, sin combatir, sin golpear, se quedan desnudos y son derrotados, y ya no son nada, como las ramas que se secan y mueren cuando la raíz se queda sin humores o alimentos.” Étienne de la Boétie
El peligro de deificar la democracia
El convulso siglo XX, con el auge de Estados gigantescos liderados por megalómanos con ideas mesiánicas, llevó a que en buena parte del mundo se establecieran regímenes que fulminaron las libertades individuales en pro de “El bien común”.
El enfrentamiento cultural de la Guerra fría puso el foco en los diferentes sistemas de gobierno, endiosando un modelo y demonizando el otro, dependiendo de la propaganda. Resultando que hoy en día hemos endiosado al sistema democrático, siendo tremendamente escasas las personas que lo critican. El problema de divinizar, ya sean personas, ideas o en este caso sistemas de gobierno, es que aniquila el pensamiento crítico y nos expone a los peligros de ver sólo una parte de la moneda. Porque todas las formas de gobierno, independientemente de que sean monarquías o repúblicas, siempre están liderados por una pequeña oligarquía que controla al resto. Tal y como nos demuestra la ley de hierro de la oligarquía.
Sin intención de exponer las deficiencias de la democracia, que no es perfecta, en este artículo trataremos de analizar algunos de los rasgos liberticidas que hemos podido ver durante los últimos tiempos, apoyándonos en lo que se conoce como “democracia autoritaria”.
Puede que a muchos el concepto de democracia autoritaria os pueda resultar un oxímoron, y podría ser así, tampoco nos compete explicar el origen etimológico de la palabra. Lo que nos interesa es señalar cómo la democracia puede derivar en un sistema autoritario y reflexionar sobre cómo debería responder el individuo. ¿Deberíamos acatar y aceptar leyes tiránicas o desobedecerlas?
La tiranía de la mayoría
Uno de los argumentos más utilizados en contra de la democracia es el supuesto de que la mayoría decida tomar medidas que aplasten a las minorías.
No es una tesis novedosa. En la Antigua Grecia ya advirtieron de los problemas derivados de la ignorancia del pueblo en un sistema en el que él mismo es el que toma las decisiones, y cómo ése es el caldo de cultivo perfecto para el auge de los demagogos . Tal es así, que los propios griegos ya denominaron a esta forma de degeneración democrática como “oclocracia”. Antes de rematar con los apuntes etimológicos, es de justicia señalar la reciente definición que ha acuñado Jano García en El Rebaño al sistema que tenemos hoy día en España: “alogocracia”, el gobierno de los desprovistos de razón y lógica.
Lamentablemente la historia nos deja no pocos ejemplos en los que la mayoría ha aplastado a las minorías, como las leyes de segregación racial en EEUU, en Sudáfrica o durante el III Reich. En todos estos casos, la mayoría, legitimada democráticamente por el número de individuos a favor, se atribuyó una serie de privilegios y discriminó a las minorías por cuestiones raciales.
Democracia liberal convertida en autoritaria
Conocedores de que el poder tiende a la tiranía, diferentes ramificaciones del liberalismo establecieron sistemas de pesos y contrapesos al poder político. Una clara y marcada separación de poderes es fundamental para que, independientemente de que lleguen personas con tendencias totalitarias al poder, no puedan establecer una tiranía.
Durante el siglo pasado vimos algunos ejemplos de cómo tiranos especialmente hábiles, consiguieron subvertir sistemas democráticos atribuyendo al poder Ejecutivo facultades del Legislativo. En este aspecto podríamos considerar a Carl Smith, jurista nazi por excelencia, como uno de los grandes ejemplos de convertir una democracia en un sistema autoritario. Otro ejemplo más reciente lo encontramos en la Venezuela de Hugo Chávez, que asesorado desde Valencia por la Fundación Ceps, adaptó la estrategia nazi a sus “leyes habilitantes” para conseguir el mismo objetivo.
Pedro Castillo intentó la misma jugada de las leyes habilitantes en diciembre de 2022. Afortunadamente el pueblo peruano paró los pies al aspirante a dictadorzuelo.
Nuestras “democracias” contemporáneas:
Entrando en el tema central de esta opinión, no hace falta ser jurista para darse cuenta de que las “democracias modernas” distan mucho del modelo griego original. Que la separación de poderes y el control político por parte del pueblo brilla por su ausencia en todos los regímenes occidentales que dicen ser democráticos, salvo un par de excepciones contadas, también es evidente.
Tampoco existe un sistema de representación directa, los partidos políticos son financiados por el Estado, los líderes de estos partidos son los que confeccionan las listas de diputados y a los cuales éstos deben pleitesía… Y entre muchas otras cosas que analizamos en la crítica a la democracia, se da la grotesca situación de que cuatro personas acaban vendiendo a sus votantes, subiendo los impuestos, distribuyendo arbitrariamente lo que roban al pueblo y decidiendo el futuro del resto de personas en base a sus intereses personales. Pero eso sí, que nadie se atreva a cuestionar que vivimos en un sistema donde el pueblo tiene el poder.
El doctor Lorenzo Meyer, historiador y analista político mejicano, escribió un libro de crítica social llamado: “Nuestra tragedia persistente: La democracia autoritaria en México”. El Dr. Meyer utiliza este término para denominar el sistema mejicano señalando que la democracia autoritaria mexicana consiste en un régimen híbrido, mezcla del viejo autoritarismo, con ciertos rasgos de democracia.
Al margen de las diferencias que puedan encontrarse entre México y otros países occidentales, podemos observar este sistema híbrido en muchos otros países. Un sistema híbrido legitimado por el voto de la ciudadanía, aunque en la práctica es el Gobierno el que toma las decisiones e impone leyes al pueblo sin consultar a este.
Los nuevos aspirantes a tiranos: los políticos autoritarios
El concepto de político autoritario hace referencia a esos políticos que exceden sus competencias en busca de poder y actúan de manera arbitraria, actuando como tiranos y recortando las libertades de sus ciudadanos cuando les interesa.
Este concepto no le resultará ajeno a ninguna persona que haya vivido en España durante los últimos años con Pedro Sanchez como Presidente. Entre sus máximos logros, encontramos que ostenta el récord de mandatos imperativos por decretos de ley en democracia, que ha intentado reducir aún más la poca independencia judicial que queda en España, que ha vulnerado las libertades fundamentales de todos los ciudadanos de manera inconstitucional dos veces seguidas o que ha cerrado el Parlamento durante dos meses, también de manera ilegal. Sea como fuere, en este caso señalaremos el reciente caso de los camioneros canadienses y Justin Troudeau, Presidente de Canadá.
Trudeau llegó a congelar las cuentas corrientes personales de los manifestantes en la marcha por la libertad. Es decir, de la misma forma que Díaz Canel aplastó y encerró a aquellos que pacíficamente se manifestaban contra sus medidas haciendo uso del monopolio de la violencia manu militari; Justin Troudeau, presidente electo de una democracia asentada como la canadiense, también utiliza el monopolio de la violencia estatal para reprimir abiertamente a todos aquellos que no están de acuerdo con sus ideas. En este caso medidas abiertamente liberticidas y totalitarias, como establecer un pasaporte sanitario y obligar a los ciudadanos a vacunarse con un medicamento experimental en contra de sus intereses.
Exactamente igual que en otras épocas, el miedo y la consecuente necesidad de seguridad se va apoderando de nuestra sociedad. Emergen los nuevos mesías con viejas promesas de una vida feliz y segura, a cambio de algunos sacrificios “dolorosos pero necesarios”. Promesas que siempre se han pagado con la misma divisa: la libertad. Porque la diferencia entre democracia y dictadura puede ser más difusa de lo que muchas veces pensamos.
¿Piensa el lector que los individuos del siglo XXI somos más inteligentes, hemos aprendido de las lecciones pasadas y desobedeceremos a la tiranía?