
Índice dinámico
EXPLICACIÓN PREVIA DEL IMPERIO ESPAÑOL
EXPANSIONES HACIA EL MEDITERRÁNEO Y MANTENIMIENTO DE LOS TERRITORIOS EUROPEOS
- PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DE LOS TERCIOS
- CONSOLIDACIÓN DE LOS TERRITORIOS IMPERIALES EN LA PENÍNSULA ITÁLICA
- ENCLAVES ESTRATÉGICOS EN EL NORTE DE ÁFRICA
- DEFENSA DE LOS VALORES OCCIDENTALES
- PAÍSES BAJOS Y ALEMANIA, NUESTRO VIETNAM
- ADHESIÓN DE PORTUGAL A ESPAÑA (1582-1640)
ORIGEN DE LA LEYENDA NEGRA ESPAÑOLA
- ITALIA
- BARTOLOMÉ DE LAS CASAS
- PAISES PROTESTANTES
- EL PAPEL DE INGLATERRA Y FRANCIA
- CAMBIO DE DINASTÍA, ÉLITES Y COMPLEJO ESPAÑOL
EL PROBLEMA DE LA CORRECCIÓN POLÍTICA Y EL PRESENTISMO
LOS TÓPICOS DE LA LEYENDA NEGRA
- EXPULSIÓN DE JUDÍOS EN 1492 Y ESPAÑA COMO UN PAÍS ANTISEMITA
- LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA
- EL MONSTRUOSO DUQUE DE ALBA
- EL IMPERIO COLONIAL ESPAÑOL
- EL GENOCIDIO DE LOS INDIOS EN AMÉRICA
- LA CRUELDAD DE LOS ESPAÑOLES
- LAS DIFERENCIAS EN EL DESARROLLO ENTRE AMÉRICA DEL NORTE Y DEL SUR SE DEBEN AL ORIGEN DE SU COLONIZACIÓN
- EL DESASTRE DE LA ARMADA INVENCIBLE
Introducción
“La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua.” Miguel de Cervantes
En los últimos años estamos siendo testigos de un deliberado ataque a la historia y, siendo consecuentes con la tendencia habitual de los últimos siglos, los símbolos de la hispanidad están siendo denostados y España es utilizada como una forma de chivo expiatorio, que lo mismo vale para culpar del atraso económico de América del Sur, que para señalarla como una nación históricamente intolerante y cruel.
Movimientos como el feminismo radical o las manifestaciones indigenistas llevan a cabo una deliberada deconstrucción de la historia donde, en otro alarde de tolerancia e inclusión, queman banderas y pintan o derriban estatuas de figuras históricas que desconocen, en respuesta de unos supuestos acontecimientos históricos de hace medio milenio y que hoy sirven de abono para generar conflictos y desestabilizar las sociedades. Hasta hemos podido ver al presidente de Méjico, en un alarde de ignorancia supina, decir que España debe pedir perdón por la conquista de América -sí, el mismo presidente que al principio de la pandemia recomendaba a su pueblo “hay que abrazarse, que no pasa nada”-. ¿Sabrá este hombre que antes de que los españoles llegaran a América, el imperio azteca sometía a todos los pueblos de centro América y les obligaba a entregar a sus hijos como sacrificio para los dioses en Tenochtitlán? ¿Habrá oído hablar de los tlaxcaltecas, los totonacas y la viruela? ¿O simplemente recita una y otra vez la propaganda oficial de que los indios vivían en paz y armonía hasta que los malvados españoles llegaron al continente, igual que se repite en España el carácter tolerante y pacífico de los musulmanes al invadir la península en el 711?
Estas reivindicaciones anacrónicas, ridículas y muchas veces malintencionadas, son producto de la corrección política y el presentismo contemporáneos que, en un alarde de superioridad moral, pretenden juzgar el pasado desde la comodidad y la perspectiva del sillón de su casa en el siglo XXI, apoyándose en la leyenda negra para establecer su discurso único. En un tiempo donde las minorías se agarran a construcciones discursivas que les victimizan y les liberan de toda responsabilidad, quieren hacer tabla rasa sobre aquellos episodios históricos que no les gustan y condenar a las naciones más antiguas de Occidente -generalmente España- a que pidamos perdón por unos hechos habitualmente descontextualizados, cuando no directamente falsos. Que vandalicen y pretendan quitar del Capitolio de California la estatua de Isabel I de Castilla porque ofende a los indígenas, es un ejemplo de cómo el odio y la ignorancia ataca incluso a aquellas figuras que más se preocuparon e hicieron por el cuidado de los indios. ¿Habrán oído hablar de las leyes de Burgos o las de indias? ¿Y sobre quién envió a personas religiosas como Bartolomé de las Casas a velar por el cuidado de los indios? ¿Se habrán percatado los integrantes del partido demócrata de California de las significativas diferencias físicas y raciales entre las personas del territorio conquistado por los españoles y el colonizado por los ingleses?
Es innegable que hubo hechos monstruosos a ojos del siglo XXI, como los ha habido en cualquier periodo de conquista o guerra en la historia. Vamos a contextualizar los hechos, señalar las incongruencias y ofrecer datos objetivos para realizar una interpretación de la historia lo más objetiva posible. El objetivo de esta crítica no es negar la mayor y presentar a España como un paraíso de tolerancia y paz porque no lo fue, igual que tampoco lo eran las otras potencias occidentales ni los continentes conquistados. El fin de nuestra crítica es contextualizar los acontecimientos y despejar las mentiras o prejuicios históricos que crean nuestra leyenda negra.
Leyenda Negra Española es un concepto bastante complejo que se remonta a siglos de antigüedad y en el que intervienen diferentes factores en su creación y propagación, como el hecho de haber sido un imperio y potencia mundial de la época, las pugnas de religión o el desarrollo de la imprenta . Por tanto, comenzaremos por una contextualización previa sobre el alcance y la creación del imperio español durante los siglos XVI y XVII para entrar a definir el concepto, su origen y los tópicos habituales que conforman la misma.
Lógicamente, cualquier lector poco familiarizado con la historia de España pensará que esta crítica es sesgada y parcial, ya que cada cual barre para su casa y si España carga con dicha fama, será por algo. Es por ello que a lo largo de esta crítica abundan las referencias a historiadores extranjeros como Stanley G. Paine, Hugh Thomas, Philip Wayne Powell, William S. Maltby o Thomas. J. Dandelet, los cuales, según se adentraban en nuestra historia, quedaron fascinados por su riqueza y muchos de ellos, horrorizados por el injusto trato histórico que se nos ha dado, han elaborado múltiples obras dedicadas a desmentir los habituales prejuicios que existen sobre los españoles. Si quieres descubrir más sobre cómo se consolidó el imperio español, nuestra historia imperial, cuándo y por qué surge la leyenda negra antiespañola y por qué los prejuicios que habitualmente nos achacan son falsos o están descontextualizados, estás en el sitio correcto.
Como explicamos en todas nuestras críticas, en Políticamente Incorrecto no somos historiadores, sociólogos, periodistas ni expertos en nada relacionado con los temas que tratamos. Simplemente somos ciudadanos, lectores, que basamos nuestra crítica en autores que sí son expertos en el tema que nos ocupa, la historia de España y la leyenda negra, los cuales han pasado muchos años estudiando el tema y lo han plasmado en diferentes obras. Para evitar en la medida de lo posible el descalificativo fácil de facha, hemos realizado una selección de fuentes con autores tanto nacionales como internacionales, además de una amplia recopilación de citas de extranjeros sobre España. Entre los diferentes autores que componen la bibliografía de esta crítica, encontraréis los estudios de: Julián Juderías, María Elvira Roca Barea, Juan Eslava Galán, Javier Esparza, Alberto G. Ibáñez o Iván Vélez, además de otros autores internacionales como Stanley G. Payne o Hugh Thomas.
Si al leer esta introducción has pensado “qué facha” y no te ves capaz de atender a un punto de vista diferente del tuyo, te recomendamos que acudas al apartado de tópicos habituales donde podrás indignarte/ofenderte con temas de mayor actualidad, o que directamente no pierdas el tiempo y busques otro contenido afín a tu discurso inicial. Si por el contrario estás interesado en el imperio español y en saber en qué consiste eso de la leyenda negra, como poco, encontrarás interesantes las siguientes líneas.
Explicación previa del imperio español
“Hay un momento superior en la especie humana: la España desde 1500 a 1700” Historiador francés Hipólito Taine
Fueron muchos factores los que influyeron en la creación y consolidación del imperio, así como muchísimos los personajes y episodios increíbles que ocurrieron durante la consolidación del mismo. Dado que el objetivo de esta crítica no trata del Imperio español sino de desmontar la Leyenda Negra, trataremos de ofrecer una visión general del imperio español pero sin entrar en los detalles de una época, que bien merecerían estar en la gran pantalla.
La primera consideración que debemos tener en cuenta sobre el imperio español es que fue un imperio generador. Según uno de los grandes filósofos españoles del siglo pasado y padre del materialismo filosófico, Gustavo Bueno, a lo largo de la historia han existido dos tipos de imperios: depredadores y generadores.
Un imperio depredador es aquél que establece pequeñas unidades políticas en los nuevos territorios a partir de las cuales extrae los recursos o materias primas que necesita sin necesidad de compartir el conocimiento, la tecnología y la cultura, y sin ninguna intención de establecer relaciones ni mezclarse con los habitantes del territorio ocupado. De hecho, no sólo no comparte dicho conocimiento, sino que incentiva la brecha entre ambas culturas ya que les sirve como herramienta de opresión. Los asentamientos de los imperios depredadores permanecen aislados de la población originaria, se rigen por leyes, normas y derechos distintos y suelen ser asentamientos de tipo militar (centrados únicamente en extraer recursos) o familiar (con intención de ocupar el territorio con los mismos núcleos familiares del país de origen). Ejemplos de imperios depredadores han sido el inglés, el francés, el holandés y el portugués, entre otros.
Por otro lado, un imperio generador es aquel que comparte su conocimiento, tecnología, cultura y desarrollo con los pueblos conquistados, ya que la principal característica de los imperios generadores es que se mezclan con aquellas culturas que van absorbiendo. Los imperios generadores no se establecen en pequeñas fortificaciones aisladas a partir de las cuales se expanden o expolian, sino que conviven en las ciudades con los propios pueblos originarios, en los que invierten grandes cantidades de recursos (capital, conocimiento y trabajo) para crear infraestructuras que mejoren la vida de todos (caminos, hospitales, universidades…). Otro signo distintivo de muchos imperios generadores es que las leyes y derechos son iguales para todos, ya que los territorios conquistados pasan a ser parte del imperio y sus habitantes, por tanto, son súbditos del imperio con pleno derecho -evidentemente estamos hablando desde un marco teórico, ya que en la práctica no siempre se aseguraron estos derechos; la diferencia que señalamos en este punto radica en las intenciones, la legislación y los mecanismos que los propios emperadores establecen para evitar los abusos, que lógicamente puede diferir de su aplicación práctica-. Imperios generadores fueron el de Alejandro Magno, el Imperio Romano, el de Carlomagno y el Imperio Español.
Aprovechamos para realizar un pequeño inciso respecto a la expansión y organización del imperio español, el cual se fue ampliando a base de crear virreinatos, no colonias. Volveremos a esto más adelante, simplemente queremos señalar que hablar de la colonización española durante el periodo de los Austrias es completamente falso, ya que la organización de los territorios conquistados por el imperio español se hacía mediante virreinatos gobernados por virreyes -no colonias-, los cuales se consideraban tan parte del imperio como podía ser cualquier parte de Castilla y los habitantes de dichos territorios, con los que nos mezclamos, gozaban de los mismos derechos que cualquier castellano. Hablar de colonización española desde el siglo XVI es asumir la leyenda negra y pretender comparar al imperio español con el imperio colonial de Inglaterra, Francia u Holanda, que no tuvieron nada que ver con el nuestro, como explicaremos en líneas posteriores.
Como última contextualización sobre la España imperial, antes de comenzar a ver cómo se creó la misma, debemos señalar que el imperio español del siglo XVIII, con la mayor penetración en Norteamérica y las nuevas exploraciones en Alaska y el Pacífico, llegó a ser el cuarto imperio más grande de la historia en cuanto a extensión territorial se refiere, con un total de 20 millones de km², sólo superado por el Imperio británico (31 millones de km²), el mongol (24 millones de km²) y el ruso (23 millones de km²). Encontraréis más información sobre el alcance del territorio español en material recomendado.
Cuestiones políticas en la creación del imperio:
“La nación es bastante apta para las armas, pero desordenada, de suerte que sólo puede hacer con ella grandes cosas el que sepa mantenerla unida y en orden.” Fernando el Católico
Podríamos identificar el comienzo de lo que sería el futuro Imperio español en el matrimonio secreto de los Reyes Católicos en 1469, una boda a escondidas de Enrique IV (1425-1474), hermano de Isabel, cuya muerte sin descendencia en 1474 fue aprovechada por ella para proclamarse reina de Castilla con el apoyo de su marido, rey de Aragón.
El matrimonio fortaleció a ambos y les permitió acometer proyectos mucho más ambiciosos como la uniformidad política y religiosa de la península, que se completó en 1492 con la conquista del reino nazarí de Granada y la culminación de la Reconquista tras casi 800 años desde la invasión musulmana, y expulsión de los judíos, que contextualizamos en el apartado de tópicos.
Los Reyes Católicos, muy hábiles en cuestiones políticas, establecieron importantes uniones dinásticas con las monarquías de Portugal, Inglaterra y Austria. Diferentes azares del destino hicieron que de sus cinco hijos ninguno llegase a gobernar el reino que construyeron sus padres, ya que la única que sucedió a los Reyes Católicos fue Juana “La Loca” que, debido a que precisamente estaba loca, nunca llegó a gobernar.
De los cinco hijos, sólo tres dejaron descendencia: entre los diez hijos de María de Aragón (1482-1517), encontramos a Juan III rey de Portugal; Catalina de Aragón (1485-1536) fue madre de María I de Inglaterra y primera esposa de Enrique VIII de Inglaterra -el mismo que rompió con la Iglesia Católica porque no le permitieron divorciarse de Catalina-; y Juana I de Castilla, también conocida con el apropiado apodo de “La Loca”, que tuvo a Carlos I de España y V de Alemania con Felipe de Austria.
Por su parte, Felipe de Austria, apodado “El Hermoso”, también venía cargado de títulos y territorios: su padre fue Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y su madre, María de Borgoña, que entre ambos dejaron a su hijo Felipe los territorios de Borgoña, Brabante, Limburgo, Luxemburgo, conde de Flandes, Habsburgo, Henao, Holanda y Zelanda, Tirol, Artois, Amberes y Malinas. El matrimonio de Juana con Felipe “El Hermoso” no duró mucho, ya que se casaron en 1496 y, diez años después, éste murió de forma repentina dejando como descendencia a seis hijos y a Carlos como primogénito.
Herencia de Carlos I de España y V de Alemania:
Así pues, la herencia del rey Carlos quedó de la siguiente manera:
- Por parte de padre: todas las posesiones europeas de los Austrias descritas en el párrafo anterior y la posibilidad de acceder, previo pago, al título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
- Por parte de madre: el reino de Aragón con los diferentes reinos peninsulares y la expansión por el Mediterráneo (reino de Mallorca, de Valencia, de Sicilia, de Nápoles, de Córcega, de Cerdeña, marquesado de Provenza, condado de Rosellón, condado de Cerdaña y enclaves al norte de África) y el reino de Castilla con su expansión por el Atlántico y futura conquista del continente americano de ambos hemisferios -ya que habitualmente se olvida que más de la mitad de los actuales Estados Unidos pertenecieron al Imperio español-, donde se establecieron virreinatos como había hecho Aragón en el Mediterráneo.
Para finalizar las cuestiones dinásticas en la expansión del imperio español, queda por señalar el periodo de Felipe II, hijo de Carlos I e Isabel de Portugal. Durante el reinado de Felipe II asistimos a uno de los momentos de mayor extensión territorial del Imperio español gracias a la expansión americana por Asia y Oceanía tras el descubrimiento del Océano Pacífico y la anexión de Portugal -y todas sus posesiones americanas y africanas- a la monarquía española (1580-1640). La anexión de Portugal fue posible debido la muerte sin descendencia de Sebastian I de Portugal en la Batalla de los Tres Reyes (1578) y el posterior fallecimiento, también sin descendencia, de Enrique I de Portugal (1512-1580), por lo que el trono quedaba vacante y Felipe II tenía derecho por parte materna.
Así quedan resumidas las diferentes ampliaciones del Imperio español por cuestiones dinásticas y de derecho desde mediados del siglo XV hasta mediados del XVII. Independientemente de los títulos de un monarca, gobernar el imperio donde nunca se ponía el sol fue una cuestión política tremendamente compleja en la que, además de las potencias adversarias que maniobraban contra el poder establecido, era común que a lo largo del imperio surgieran nuevos caciques locales que, poniendo especial atención a diferencias sociales como el lenguaje, la historia o la religión, enemistaban al pueblo contra la corona, que siempre obraba con la mayor crueldad concebible -nótese la ironía-.
Estos caciques locales -o pequeños señores feudales-, aspiraban a independizarse del imperio para ser ellos la nueva aristocracia gobernante de la región, lo cual sucedió con los protestantes en los Países Bajos y Alemania, con los criollos en Hispanoamérica o lo que sucede hoy en día con los gobiernos autonómicos del País Vasco y Cataluña desde principios del siglo XX, los cuales, en el mayor de los insultos a la inteligencia, se tienen que inventar una historia completamente falsa que narre las muchas diferencias con respecto a los españoles y nuestra historia, además de declararle la guerra al lenguaje y a la libre enseñanza de los niños en las escuelas.
Estos caciques fueron en muchos aspectos los grandes precursores de la leyenda negra española y finalmente consiguieron desvincularse del imperio, pese a que muchos de los habitantes de esos territorios querían seguir perteneciendo a la corona española -exactamente igual que pasa hoy-.
Ya hemos visto las expansión del imperio por cuestiones dinásticas, ahora veremos la expansión y consolidación del imperio a través de su forma práctica: la guerra.
Expansiones hacia el Mediterráneo y mantenimiento de los territorios europeos
«La nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo.» Otto von Bismarck (citado en Leyenda Negra historia del odio a España; Alberto G Ibañez, 420)
Pese a conseguir un imperio gracias a la herencia de sus abuelos, su consolidación y mantenimiento no fueron tarea fácil para Carlos V, ya que el imperio estaba inmerso en una guerra constante en una parte u otra del vasto territorio.
En lo que concierne a España, la expansión por el Mar Mediterráneo la llevó a cabo el Reino de Aragón, comenzando por Pedro III el Grande (1240-1285) en el siglo XIII que, tras recuperar gran parte de la península y encaminar el resultado de la reconquista tras la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, el Reino de Aragón puso el ojo en Europa y comenzó su política expansionista. En lo que nos concierne en esta crítica, analizaremos algunos momentos clave en el mantenimiento del imperio en Europa y la creación y consolidación del ejército que lo hizo posible: los tercios.
Todo comenzó a finales del siglo XV en Italia, donde España y Francia peleaban por la posesión de una fragmentada Italia -la Italia que conocemos actualmente se unió a mediados del siglo XIX-, donde se diferenciaban diferentes ducados y repúblicas al norte (Milanesado, Saboya, Venecia, Génova…), los Estados Pontificios en el centro y los reinos de Nápoles y Las Dos Sicilias al sur. Estos territorios eran clave para controlar el Mediterráneo, por lo que fueron un constante foco de conflictos entre España y Francia por mantener su control. Al mando español se encontraba Gonzalo Fernández de Córdoba quien, tras una primera derrota contra los franceses en Seminara, sacó las conclusiones pertinentes e introdujo innovaciones en el ejército español consiguiendo la revancha un año después en la misma ciudad. Esta victoria y las sucesivas en Ceriñola y Gaeta, con una elevada mortandad francesa respecto a las pocas bajas en la infantería española, le fueron labrando el nombre de El Gran Capitán.
Estas primeras victorias italianas concluyeron en 1504 con el Tratado de Lyon, que reconocía a Fernando de Aragón como rey de Nápoles (donde El Gran Capitán ejerció como virrey), el control de la parte sur de Italia y la sumisión de Florencia, Génova, Pisa y Siena. Sin saberlo todavía, Gonzalo Fernández de Córdoba había creado una de las unidades de infantería más temidas en la historia de la humanidad y una de las principales causas que llevaron a la consolidación del imperio español.
Principales características de los tercios
Al respecto, nos permitiremos el lujo de contextualizar brevemente algunas de las principales características de los tercios que, aunque fueron oficialmente creados por el emperador Carlos I en 1534, ya habían combatido juntos desde principios de siglo. A continuación, algunas pinceladas de los motivos de su importancia:
- Fue el primer ejército permanente de Europa. En la Edad Media eran los señores feudales los que tenían pequeños ejércitos (mesnadas), contrataban mercenarios y se reunían contra un enemigo común. La creación de un ejército permanente fiel a la corona les permitió desarrollar un elevado perfeccionamiento en las técnicas de combate.
- Desarrollaron importantes innovaciones tácticas y tecnológicas. Implementaron un estilo de combate con la combinación de armas punzocortantes (la más característica fue la pica) e introdujeron las armas de fuego (primero el arcabuz y posteriormente el mosquete), lo que les permitió infligir una elevada cantidad de muertos dentro del bando enemigo por un reducido número de tercios caídos.
- Habitualmente combatían en inferioridad numérica y se caracterizaban por ganar las batallas con muy pocas bajas en el lado imperial y una elevada mortalidad del adversario.
- Fueron la primera unidad de infantería anfibia, revolucionando la forma de combatir y dominando tanto en mar como en tierra.
- Mantuvieron la hegemonía militar respecto a otras potencias con un desarrollo tecnológico similar durante casi 150 años (desde los romanos, ningún otro ejército había mantenido semejante hegemonía durante tanto tiempo).
- Era un ejército internacional. Al ser unidades móviles y encontrarse el imperio en guerras constantes, los tercios pelearon oficialmente en Europa contra todas las potencias adversarias -muchas veces de forma simultánea-, en África contra piratas y otomanos, en Asia contra samurais y, de forma no oficial, en América -no hubo ningún tercio oficial en América aunque muchos conquistadores habían combatido en los tercios y surgió el Tercio de Arauco contra los mapuches en Chile-.
Además, los tercios tuvieron un importante impacto en el ámbito social en todos los territorios del imperio y el resto de Europa:
- Promoción social para el pueblo. Cualquier súbdito del imperio podía alistarse y obtener gloria y riquezas empuñando su espada -lo cual no sucedía en los demás países-. Además, pertenecer a los tercios era un signo distintivo muy valorado socialmente.
- Honor, gloria y mérito. Entre los muchos valores por los que destacaron los tercios y que los diferencian de otros ejércitos, está el sentido del honor y la gloria -donde muchas veces seguían luchando pese a no haber cobrado en mucho tiempo o saber que iban a una muerte segura- y el mérito, donde independientemente de si eran nobles o plebeyos, cada hombre valía lo que demostraba en el campo de batalla.
- El Siglo de Oro español combatió en los tercios. Muchos de los autores del siglo de oro como Cervantes, Quevedo, Calderón de la Barca o Lope de Vega habían pertenecido orgullosamente a los tercios, una peculiaridad que no encontramos en los hombres de letras de otros países europeos.
- El camino español como hito logístico. Debido a los numerosos enemigos del imperio y la imposibilidad de atravesar Francia o las costas inglesas para suministrar a las tropas de Flandes, el duque de Alba inauguró en 1957 un camino terrestre desde Milán hasta Bruselas con 10.000 hombres (más de 1.000 km por bosques y montañas cruzando Los Alpes, el Jura, la Selva Negra y la Cordillera de los Vosgos, donde además de los soldados, iba la munición, artillería pesada y las familias). También debemos señalar que el Camino Español fue una importante fuente de ingresos para los pueblos aliados por los que pasaban.
- Defensa de Europa frente a la expansión del Imperio Otomano y el Islam. El imperio español, con Carlos y Felipe a la cabeza, fue el principal protector de Occidente y el catolicismo. Según diferentes autores, la importancia del Imperio español a la hora de frenar al pujante Imperio Otomano en diferentes ocasiones durante su momento de mayor esplendor y período expansionista, pudo ser clave para que hoy en día sigamos disfrutando de la cultura occidental en Europa.
- Defensa del catolicismo frente a los protestantes. El imperio pagó extraordinariamente cara su defensa del catolicismo en Europa en términos de financiación y vidas -”España mi natura, Italia mi ventura, Flandes mi sepultura”-.
Queremos señalar que la infantería de la Monarquía Hispánica estaba compuesta por soldados de carne y hueso, de la misma forma que fueron revolucionarios en muchos ámbitos y cuentan con hitos militares en su haber, también cometieron errores y sufrieron derrotas, como el balance general de la Guerra de los Treinta Años o la batalla de Rocroi (1643).
Ahora que hemos introducido algunas nociones básicas sobre el ejército español que defendió los intereses imperiales a lo largo y ancho del globo, pasemos a resumir su importancia en la consolidación de diferentes territorios del imperio español, que está directamente relacionado con nuestra leyenda negra:
Consolidación de los territorios imperiales en la Península Itálica
“Donde un español no alcanza con la mano, llega con la punta de su espada.” Embajador español en la corte de Luis XIV
La organización táctica y técnica del ejército español en tercios nació en Italia, y fue ahí donde comenzaron sus grandes victorias que consolidaron nuestro poder en la Península Itálica, principalmente contra Francia. Sin entrar en hazañas bélicas, que bien merecerían un artículo entero, las principales batallas fueron:
Batalla de Bicoca (1522)
Primera batalla donde se rompe la hegemonía de los temibles piqueros suizos por los arcabuceros españoles y se pone en entredicho la mítica caballería pesada francesa. 25.000 soldados francos suizos contra 12.000 soldados imperiales, donde se estima que perecieron entre 3.000 y 7.000 soldados el ejército francés entre la batalla y la retirada -especialmente los piqueros suizos-; en el ejército español, solo hubo una baja que se debió a la coz de una mula. A partir de entonces, la palabra bicoca pasará a ser sinónimo de algo fácil y sencillo.
La Batalla de Pavía (febrero de 1525):
¡Bendita España, que pare y cría los hombres armados! Francisco I, rey de Francia.
Con ánimos revanchistas desde Bicoca, Francisco I, rey de Francia, reúne a un ejército de más de 30.000 hombres que encabeza él mismo para sitiar Pavía en noviembre de 1524, un enclave estratégico donde el reducido número de soldados españoles que lo defienden, encabezados por el veterano Antonio de Leyva, les impide plantar batalla en campo abierto. Tras tres meses de sitio fueron socorridos por las tropas imperiales y, un mes después, tuvo lugar la Batalla de Pavía, que se consumó con en torno a 8.000 bajas en el bando francés (entre los que se encuentran los principales comandantes) y con el hito bélico de que el propio Francisco I fuera capturado por el guipuzcoano Juan de Urbieta. Esta batalla tuvo importantes consecuencias para Francia, ya que su caballería francesa fue destruida, su rey terminó preso y tuvo que hacer concesiones a Carlos -muchas de las cuales después incumplió- y la infantería española comenzó a ser temida por muchos, afianzando su poder en Italia.
Saco de Roma (mayo de 1527):
“Los tratados que se firman bajo la presión del miedo carecen de valor y no obligan a su observancia.” Papa Clemente VII a Francisco I de Francia
El Saco de Roma fue un suceso bastante utilizado propagandísticamente por los enemigos del imperio y uno de los que conforman nuestra leyenda negra.
El famoso saqueo se produjo a raíz de unas maniobras del papa Clemente VII quien, igual que se alió con los españoles para echar a los franceses, ahora pretendía hacer lo contrario. El Sumo Pontífice creó la Liga Cognac (o Clementina) aliándose con Francia, Florencia y Venecia con el objetivo de expulsar a Carlos del territorio italiano.
Las tropas imperiales, al mando del francés Carlos de Montpensier, van ganando batallas y retomando ciudades. La Liga Cognac y la guerra tenían los días contados cuando, de repente, el ejército imperial se quedó sin financiación. Dado que estaban en guerra, Montpensier cedió a emprender una campaña de saqueo que permitiese sanear las cuentas de sus soldados. El destino final de la campaña: Roma.
Sin intención de justificar un acto de pillaje y rapiña en toda regla, debemos señalar que el saqueo se precipitó a la entrada de Roma cuando Montpensier cayó abatido. Sin mando, los españoles, alemanes e italianos que conformaban el ejército saquearon Roma durante un mes, salvo los conventos e iglesias españolas.
Clemente VII consiguió escapar por muy poco a través de un pasadizo que salía del Vaticano y, Carlos I, avergonzado por lo sucedido, pidió perdón al Papa y vistió de luto durante un tiempo.
Enclaves estratégicos en el Norte de África.
Los piratas berberiscos fueron una constante durante la Edad Media y especialmente desde la caída de Constantinopla en 1453, los cuales ponían en serios problemas el comercio por el mar Mediterráneo con sus saqueos y razias, tanto a barcos mercantes como ciudades costeras -de ahí la frase “hay (o no hay) moros en la costa”- y cuya principal fuente de ingresos fue la esclavitud y el comercio de cristianos.
Los piratas operaban desde la costa berberisca del norte de África, saliendo desde los puertos de Trípoli, Argel, Orán y otros puertos de Marruecos, y especialmente desde Túnez, donde tenían su base más importante. Dentro de estos piratas berberiscos, los principales enemigos de España fueron los tres hermanos Barbarroja y, más concretamente el pequeño de ellos, Hizir o Jeireddín Barbarroja -según se le llame en turco o en árabe-, que fue el único superviviente de los tres hermanos tras la toma de Orán por Carlos I en 1518 y, tras este suceso, se alió con el sultán Soleimán para seguir siendo un dolor de cabeza para el comercio y los españoles.
El conflicto entre españoles y otomanos fue constante desde finales del siglo XV, el XVI y aún el XVII, donde se sucedieron diferentes conquistas de enclaves estratégicos en el norte de África como Orán, Argel o Túnez. En este punto, señalaremos la conocida Jornada de Túnez.
La Jornada de Túnez (1535):
Se refiere a los 28 días que duró la recuperación de la influencia hispánica en Túnez tras la toma del poder por el filmográfico corsario Barbarroja que, una vez más, fue derrotado por los tercios. De esta batalla únicamente señalaremos la estrecha colaboración de los otomanos con la Francia occidental y católica que, en no pocas ocasiones, se alió con los musulmanes antes que con las potencias cristianas -volvemos a señalar la influencia de la religión durante este periodo-. En esta ocasión, Francia cedió a Barbarroja un total de trescientos cañones con los que pudo defender la ciudad casi un mes antes de que Carlos I y el duque de Alba, entre otros, entraran triunfantes por las puertas de la ciudad. Como venía siendo habitual, Barbarroja volvió a escapar con vida.
Defensa de los valores occidentales
“Podéis asegurar a Su Santidad que antes de sufrir la menor cosa en perjuicio de la religión o del servicio de Dios, perdería todos mis estados y cien vidas que tuviere, pues no pienso reinar sobre herejes.” Felipe II a su embajador en Roma, 1566 (citado por Hugh Thomas, El señor del mundo, 267)
Otro de los sucesos que habitualmente no se reconocen o se ignoran del Imperio español es su importancia en la defensa de los valores occidentales contra el pujante Imperio Otomano en su época de máximo esplendor.
Al margen de los ocho siglos que duró la reconquista de la Península Ibérica, España toma el relevo del antiguo imperio romano y, además de implementar un sistema muy parecido de expansión y organización del territorio conquistado, también emerge como defensor de la cultura occidental y la fe católica, lo que le enfrenta al otro gran imperio en expansión de su tiempo, el otomano, que llegó a ocupar la actual Turquía, Oriente Próximo, Arabia, gran parte del norte de África y los Balcanes.
Para finales de la década de 1530 los otomanos eran una amenaza real para toda Europa y especialmente para los países mediterráneos, donde el almirante Barbarroja llevó a cabo una política de terror y saqueo por las costas italianas y griegas, con victorias importantes, que hizo a algunos países cristianos unirse en la Liga Santa.
El Asedio de Castelnuovo (1539):
“El Maestre de Campo consultó con todos sus Capitanes, y los Capitanes con sus Oficiales, y resolvieron que querían morir en servicio de Dios y de Su Majestad, y que viniesen cuando quisiesen…” Sobre la capitulación del Tercio Viejo de Nápoles, al mando de Francisco de Sarmiento.
Es uno de los enfrentamientos bélicos que mejor representa los valores y el espíritu de los tercios. Castelnuovo (hoy Herceg Novi, Montenegro) era un punto estratégico del mar Mediterráneo que había sido conquistado por lo tercios un año antes. Por diferentes cuestiones políticas, el Tercio Viejo de Nápoles al mando de Francisco de Sarmiento, compuesto por unos 3.000 hombres, queda aislado y sin posibilidad de recibir refuerzos contra, una vez más, el almirante Barbarroja, que se presenta con una flota de 200 naves con 20.000 de sus hombres (entre los que estaban los jenízaros) y otros 30.000 bosnios que asediarían la fortaleza por tierra -efectivamente, 3.000 contra 50.000 hombres-.
Los tercios, que nunca se habían rendido en el campo de batalla, deciden que ésta no sería la primera vez: días de asedio y noches de encamisada (típico ataque por sorpresa de los tercios españoles donde atacaban a los enemigos por la noche), el tercio de Sarmiento aguantaba una embestida tras otra. Barbarroja, consciente de que la victoria era segura aunque ya había perdido un elevado número de hombres entre los que se encontraban bastantes jenízaros, ofrece a los españoles una rendición honrosa, donde se les abriría un paso hasta Italia, conservar las banderas, el honor e incluso una elevada cuantía de oro a cada español; a esta proposición, la respuesta del maestre fue sencilla: “y que viniesen cuando quisiesen”. En los siguientes enfrentamientos los otomanos hicieron un uso mortal de la artillería, donde la utilizaban a la par que la infantería para asaltar las murallas, hasta que redujeron Castelnuovo a escombros.
Cabe señalar que en una de las últimas encamisadas nocturnas, los tercios aplastaron la defensa de los otomanos e incluso llegaron a la tienda de Barbarroja, que tuvo que recular hábilmente. El saldo final de esta trágica batalla fue de solo 100 españoles vivos, que acabaron como esclavos del sultán, por 24.000 muertos del bando otomano. El heroico valor de los tercios retumbó por toda Europa durante los años siguientes y hoy en día, al ser un episodio que lamentablemente no se ha llevado a la gran pantalla, únicamente queda el recuerdo en los interesados en la historia.
La Batalla de Lepanto (1571):
“La más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros.” Miguel de Cervantes sobre la Batalla de Lepanto
Es una de las pocas batallas que las personas no aficionadas a la historia suelen conocer, aunque no todos saben de su importancia. A nivel anecdótico, esta batalla fue denominada por Cervantes como “La más alta ocasión que vieron los siglos”. El autor eligió combatir aún estando enfermo y fue reconocido por la valentía con la que luchó, quedando malherido y naciendo así la leyenda del manco de Lepanto (aunque realmente nunca fue manco). Lepanto fue una de las batallas más decisivas de la historia, en la que se frenó la expansión del Imperio Otomano y el avance del Islam, que no volverá a extenderse por Europa hasta los tiempos contemporáneos -entrando en el terreno de la suposición, no son pocos los autores que señalan que esta victoria fue decisiva para que Europa sea hoy como la conocemos-.
Sin entrar en la batalla en sí, en Lepanto se enfrentaron las dos flotas más grandes que habían existido hasta entonces, las fuerzas de la cristiandad, agrupadas en la Santa Liga (Imperio Español, Estados Pontificios, República de Venecia, República de Génova, la Orden de Malta y el Ducado de Saboya) contra la potencia musulmana. La Santa Liga, al mando de Juan de Austria, contaba con un total de 231 barcos (galeones y galeras), 50.000 marineros y galeotes y 30.000 soldados (20.000 de los cuales eran españoles), además de personajes bien curtidos en batallas como Álvaro de Bazán, Gian Andrea Doria o Marco Antonio Colonna; por su parte, los otomanos traían aún más recursos: 300 naves y más de 40.000 soldados (sin contar galeotes ni remeros), al mando del famoso turco Alí Pachá, el pirata argelino Uchali o Luchalí y el gobernador de Alejandría Mohamed Siroco.
Países Bajos y Alemania, nuestro Vietnam
“España mi natura, Italia mi ventura, Flandes mi sepultura.” Lema de los Tercios.
Los actuales Países Bajos y Alemania fueron un foco constante de conflicto donde hubo de todo: guerras interminables, periodos de paz que servían para afilar los cuchillos y buscar alianzas, política en estado puro, sublevaciones, guerras de religión, hazañas bélicas, héroes y mucha propaganda. No en vano, Flandes es considerado anacrónicamente el Vietnam español, y el lema de los propios tercios que defendían la unidad territorial y religiosa de la región, así lo veían: “España mi natura, Italia mi ventura, Flandes mi sepultura”.
Como decíamos en líneas anteriores, Flandes resulta fundamental para la propagación de la leyenda negra antiespañola y el origen de su conflicto es el mismo que vemos en el siglo XXI, pero acrecentado por las circunstancias geopolíticas y religiosas de la época: un grupo de caciques locales se da cuenta de que independizándose del imperio, todo el territorio que ocupan será suyo; para marcar aún más las diferencias con el imperio, se unen a los movimientos protestantes que surgen en ese mismo siglo -recordemos que España era la defensora del catolicismo-; en cuestión de armas, se alían con todas las potencias enemigas del imperio -temerosas de la expansión del imperio en América y el proyecto de “monarquía universal”-; y, a nivel local, utilizan la imprenta para crear un sistema que nunca antes se había utilizado de forma masiva y que se convierte en un arma revolucionaria tremendamente peligrosa: la propaganda.
Sin ánimo de ser exhaustivos en un periodo con muchas luces y sombras donde sucedieron numerosas hazañas bélicas y héroes memorables -Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel (III duque de Alba), Juan de Austria, Sancho Dávila, Alejandro de Farnesio o Ambrosio de Spínola, entre tantos otros-, sólo comentaremos algunos de los momentos más memorables y a veces desconocidos -cuando no difamados-:
Batalla de Mühlberg o los once de Mühlberg (1547):
Toma su nombre de la localidad alemana donde se enfrentaron las fuerzas del emperador Carlos I y V de Alemania contra la Liga Esmalcalda (1531), liga en la que se agrupaban los diferentes príncipes y estados protestantes. En esta batalla se enfrentaron las huestes protestantes al mando de Juan Federico I, príncipe elector de Sajonia, contra las tropas imperiales capitaneadas por el duque de Alba, hasta que se incorporaron el resto del ejército con el propio Carlos I -que a diferencia de su hijo y los futuros monarcas, viajaba constantemente por todo el imperio y acudía a todas las batallas que podía, donde participaba de forma activa-. El de Sajonia, que sabía del peligro de los tercios en campo abierto, atacó los territorios de otros aliados imperiales sin enfrentarse directamente al ejército imperial y terminó atrincherado en la localidad de Mühlberg, donde destruyó los puentes que conectaban la ciudad, mientras esperaba refuerzos protestantes. Por su parte y muy hábilmente, el duque de Alba movilizaba continuamente a los ejércitos para despistar a los enemigos y evitar un ataque con todas sus fuerzas agrupadas mientras esperaba refuerzos.
La batalla terminó enquistándose a las orillas del río Elba, ya que era imposible que el ejército avanzase sin puentes ni balsas, y los arcabuceros de ambos lados mantenían un fuego constante. Según cuentan, un lugareño tremendamente enfadado con los protestantes porque le habían robado los caballos mostró a los españoles un pequeño paso donde el río se estrechaba, y es aquí donde cobran importancia los once de Mühlberg, ya que fueron once españoles los que pasaron al otro lado, robaron las balsas al enemigo y Carlos venció la batalla.
Mühlberg supuso el comienzo de las guerras contra los protestantes que, tras la encarcelación de algunos de sus príncipes y la disolución de la Liga Esmalcalda tras la derrota, pronto se aliaron con los franceses y, aprovechando el empuje del Imperio Otomano por el este y el sur, Carlos tuvo que resignarse a firmar la Paz de Augsburgo (1555) donde se recogía la potestad de cada príncipe para elegir la religión de su territorio (cuius regio, eius religio)
El saqueo de Amberes y la “furia española” (1576):
Nace en las Indias honrado
Donde el mundo le acompaña
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado
Francisco de Quevedo
Este episodio es otro de los que forman nuestra leyenda negra que, como todos, merece ser matizado y tenido en cuenta en su debido contexto. El principal problema para mantener a los tercios siempre fue la financiación, ya desde Carlos I existía este problema y Felipe II heredó un imperio que, pese a que mucha gente piensa que la plata y el oro de América les hizo ricos, la verdad es que se fugó en el mantenimiento del imperio, el desarrollo del continente americano, las grandes guerras imperiales, la imprevista y enquistada situación en Flandes y los atrasos de los banqueros europeos, como bien refleja Quevedo.
Resumiendo la breve contextualización económica, la corona siempre estuvo acechada por problemas de financiación e incluso bancarrotas, y el episodio del saqueo de Amberes coincide con la segunda quiebra en la Hacienda de Felipe II (1575), por la que la corona entra oficialmente en suspensión de pagos y a los 86.000 hombres de los tercios, que entonces ya llevaban dos años y medio sin cobrar, no les sienta muy bien. La noticia corre como la pólvora y las consecuencias no tardan en hacerse visibles:
- El tercio de Valdés se amotina y ocupa la ciudad de Aalst con unos 1.600 hombres.
- Los jefes de los tercios tratan de poner orden sin éxito, y Sancho Dávila, previendo la que se les viene encima, envía a 400 hombres con provisiones a la ciudadela de Amberes.
- Guillermo de Orange, el líder protestante, llevaba tiempo esperando el momento propicio para iniciar un golpe de Estado: el Consejo de Estado (que debía fidelidad a Felipe II), fue el motor de la revuelta, enfrentando a los civiles contra los españoles, armó a la población civil y declaró ilegales a los españoles –asesinables-.
- Además, los valones y alemanes del ejército imperial pasaron a las fuerzas protestantes.
- Los hombres de Sancho Dávila terminaron sitiados en la ciudadela de Amberes por parte del ejército rebelde, civiles armados y otros 20.000 hombres del ejército protestante en camino.
Por su parte, los españoles amotinados en Aalst se enteraron de la noticia y no dudaron en socorrer a sus hermanos de armas. Recorrieron los 50 km de distancia que hay entre una ciudad y otra, mientras se iban sumando pequeñas guarniciones sublevadas de españoles por el camino, llegando a los 3.600 hombres, que llegaron a Amberes en el momento justo. Los de Dávila, que escucharon la trifulca y las arengas de los españoles, salieron de la ciudadela y se lanzaron al ataque.
Los rebeldes, tan valientes que se veían con una presa sitiada y en inferioridad, de nada les sirvió ser tan superiores numéricamente cuando se enfrentaron con la destreza, organización y la ira de los tercios, cuya intención no fue dejar prisioneros. Durante la trifulca, un grupo de rebeldes se encerró en un edificio desde donde disparaban con los arcabuces, a lo que los españoles, de forma impulsiva, incendiaron el edificio y el fuego se propagó por otras casas de la ciudad. A este episodio, con una elevadísima mortandad, se le conoce como la “furia española”.
El lamentable saqueo, que duró tres días, tiró al traste la última década de relaciones políticas en Flandes y terminó con la Pacificación de Gante. Por su parte, la leyenda negra se encargó de mitificar el saqueo, ya de por sí deplorable, pero que merece la pena compararlo con el saqueo inglés que tuvo lugar diez años después en la llamada Toma de Malinas (también en la provincia de Amberes) donde, lejos de saquear durante tres días, los ingleses hicieron de las suyas durante un mes. Como siempre, la leyenda negra sólo muestra una versión interesada de la historia.
El sitio de Amberes (1584-1585):
Otra vez Amberes. La capital de los Estados Generales y núcleo más poderoso de la insurrección protestante era una de las principales ciudades europeas: gran densidad demográfica, fuertes estructuras internas, soldados preparados que la custodiaban, una muralla de diez baluartes defensivos que rodeaba la ciudad y un foso inundado que rodeaba. Tenía fama de inexpugnable -tenía-.
Sin adentrarnos en el sitio, la peculiaridad de esta hazaña bélica y por lo que ha pasado a la historia es por el llamado Puente de Farnesio. Tomando los materiales de un bosque cercano, Alejandro de Farnesio, al mando del sitio, construyó un puente de 800 metros de largo y 4 de ancho para atravesar el río Escalda y llegar a la ciudad. Esta maniobra es similar a la que anteriormente hizo Julio César sobre el Rin o Darío sobre el Danubio, salvo porque el puente de Farnesio fue más grande. Este es otro de los muchos ejemplos que demuestran la cultura y el conocimiento de los grandes señores de la guerra o conquistadores españoles, que a menudo son presentados como incultos y analfabetos por los leyendanegristas -en el caso de Farnesio, ya había emulado a Julio César en el Asedio de Maastricht (1579) construyendo una doble muralla alrededor de la ciudad que les aislara de los refuerzos, igual que hizo el romano cuando conquistó Alesia en las Guerras de las Galias (52 a.C.)-. Ocho meses tardó en consumarse la obra de ingeniería militar y, en julio de 1585, Amberes cayó.
El Milagro de Empel (7 y 8 diciembre de 1585):
“Para mi, tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro.” Conde Hollac
El milagro de Empel fue uno de los sucesos más anecdóticos e inexplicables de la historia de España y que, aún a día de hoy, sigue sin quedar claro cómo ocurrió.
Todo sucedió en la Isla de Bommel, un punto estratégico por el que transcurrían dos importantes ríos que había que controlar, el río Mosa y el Waal. Comandando a los protestantes tenemos al conde Hollac, un veterano que sabía cómo se las gastaban los tercios en campo abierto, por lo que diseñó un ingenioso plan para abatir a los españoles desde la distancia, sin necesidad de cruzar aceros, e incluso ofreció a los españoles una derrota honrosa con tal de no probar suerte.
En el bando español, 5.000 curtidos soldados de los tercios al mando de Francisco Arias de Bobadilla y Juan del Águila. Tal era el valor de los tercios, que la respuesta de Bobadilla al ofrecimiento de una derrota honrosa ha pasado a la historia: “Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos.” Esta frase, que podría parecer una fanfarronada, no lo era en absoluto. Estamos en el año 1585 y a estas alturas todo el mundo sabía cuál era la mejor infantería del mundo y de lo que ésta era capaz.
El conde Hollac inicia entonces su hábil estrategia: rompe los diques de ambos ríos e inunda toda la isla de Bommel. En cuestión de minutos, la infantería española se reúne en el reducido espacio de tierra que no se ha inundado y los protestantes, preparados con barcos ligeros, comienzan con la artillería. Cae la noche y a los problemas de la infantería española se suma una tremenda helada. Los soldados comienzan a cavar trincheras y refugios con los que protegerse de los cañonazos en el pequeño pedazo de tierra que les queda, cuando de repente, uno de éstos desentierra una antigua tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción -junto con Santiago Apóstol, la Inmaculada es probablemente la advocación más frecuentada por las armas españolas-. Comienza el “milagro”.
Los soldados hacen un pequeño altar de piedras y barro decorado con la bandera de las aspas de San Andrés, y Bobadilla toma la palabra con una motivadora arenga. Al rato, la temperatura comenzó a disminuir drásticamente y se levantaron vientos helados, no está claro hasta qué temperatura exacta llegó a descender, pero lo suficiente como para que el agua se convirtiese en hielo y los españoles dejasen de estar encerrados. Sin limitaciones ambientales ni de espacio, el desenlace de la batalla es previsible: los tercios cargaron contra diferentes fuertes, se hicieron con barcos, víveres, prisioneros y el resto de rebeldes huyeron.
¿Se debió a una aparición divina o un asombroso cambio meteorológico? No hay consenso al respecto. Lo que sí señalaremos -y el que escribe estas líneas no es precisamente religioso- es que este insólito fenómeno meteorológico del 8 de diciembre de 1585 en la isla de Bommel ha sido estudiado minuciosamente por historiadores y meteorólogos holandeses sin llegar a explicar qué fue exactamente lo que pasó. Lo que sí señalan es que el hecho de que la isla de Bommel se helase en una sola noche, fue un fenómeno completamente inusual que no ha vuelto a suceder.
Que cada uno saque sus conclusiones. A partir del milagro de Empel, la patrona de la infantería española pasó a ser la Inmaculada, patrona que compartimos con la infantería argentina.
El sitio de Breda (1625):
No se ha visto en todo el mundo
tanta nobleza compuesta,
convocada tanta gente,
unida tanta nobleza,
pues puedo decir no hay
un soldado que no sea
por la sangre de las armas
noble. ¿Qué más excelencia?
Calderón de la Barca, fragmento del poema sobre el sitio de Breda.
Situándonos ligeramente en el contexto histórico de la época, Breda supone la reanudación de las hostilidades entre las fuerzas imperiales y las Provincias Unidas tras la Tregua de los doce años (1609) donde el imperio, debido a los múltiples problemas financieros que arrastraba, tuvo que realizar importantes concesiones a favor de los protestantes como reconocer la independencia de las siete provincias del norte de los Países Bajos (Holanda, Frisia, Groninga, Güeldres, Overijssel, Utrecht y Zelanda), que durante los doce años de paz, reforzaron sus relaciones con otros países y se expandieron comercialmente. La tregua con Holanda expiraba en abril de 1621 y la intención de España era recuperar el territorio perdido.
En este contexto, la ciudad de Breda es el primer objetivo estratégico, ya que se encuentra entre Bruselas y Amsterdam y pasan los ríos Mark y Aa. Además, Breda había sido recuperada por unos y otros en diferentes ocasiones a lo largo del siglo pasado, por lo que había sido fuertemente fortificada. El bando de los defensores está liderado por Justino de Nassau -hijo bastardo del propio Guillermo de Orange-, al mando de 14.000 soldados. En el lado de los atacantes, Ambrosio de Spínola y 18.000 hombres.
El asedio no fue tan espectacular como en anteriores ocasiones. Ambas partes sabían qué tenían que hacer y ninguna se salió del guión: Spínola preparó el sitio y las defensas por si acudían fuerzas protestantes a socorrerlos, y los de Nassau aguantaron el tirón como pudieron esperando a los refuerzos. La lucha se libró principalmente en los túneles, donde unos trataban de dinamitar las murallas y los otros identificar los túneles y matarlos. Finalmente, los refuerzos de Mauricio de Nassau llegaron.
Cabe hacer un pequeño inciso en este punto para señalar que los tercios llevaban ejerciendo una hegemonía militar desde hace más de un siglo, donde las variaciones tácticas y tecnológicas habían sido mínimas -Carlos I los fundó oficialmente en 1534 aunque ya hemos visto que la forma de combate se remonta al Gran Capitán-. Evidentemente las otras potencias no eran idiotas, por lo que a medida que pasaban los años y las batallas, los enemigos estaban cada vez más preparados para enfrentarse a la infantería española y, o bien no presentaban batalla en campo abierto sin ser ampliamente superiores, o preparaban estrategias alternativas. Uno de los rasgos que más destacan de los tercios y que los posicionan como una de las mejores infanterías de la historia es precisamente la hegemonía militar que consiguieron mantener durante tanto tiempo contra enemigos muy similares tecnológica y tácticamente.
En el caso de Mauricio, muy hábilmente, evitó enfrentarse directamente a Spínola atacando Amberes para obligar a éste a levantar el asedio sobre Breda. Spínola se percató y frustró la estratagema del holandés que, en primavera, terminó falleciendo y fue relevado por Federico Enrique. Se sucedieron diferentes asaltos, se continuó el asedio y a los sitiados les quedaban cada vez menos víveres y les aumentaban las enfermedades.
Finalmente, el asedio se ganó gracias a la astucia de Spínola quién, cuando Federico Enrique envió espías para comprobar cómo se encontraban los sitiados y cuántos días podrían aguantar, éstos le dijeron que un máximo de once días. Ante la imposibilidad de vencer a los españoles en tan poco tiempo, Federico Enrique se marchó con los refuerzos sin sospechar que el espía que le había dado dicha información era un agente de Spínola. Simplemente magistral.
La ciudad cayó tras once meses de cerco y una elevado número de muertos en ambos bandos, especialmente en los sitiados -10.000 y 4.000, respectivamente-. Este episodio ha sido retratado en el mundo del arte de diferentes formas: desde los poemas de Calderón o Manuel Machado, hasta el famoso cuadro de Velázquez e incluso ha llegado a la gran pantalla.
Como un buen lector aficionado a la historia puede apreciar, son muchos los héroes y las hazañas que nos hemos dejado en el tintero. Los tercios bien merecerían una crítica entera, la cual se sale del objetivo de este capítulo, nuestra intención es reivindicar la figura de una de las mayores unidades de infantería que el mundo haya visto y que desgraciadamente, a falta de películas, ha caído en el olvido del público en general. Para un conocimiento más pormenorizado de lo que fueron los tercios y su estancia en Flandes -que bien lo merecen-, recomendamos el libro Tercios de José Javier Esparza, el cual hemos citado en repetidas ocasiones. En lo que a nuestra crítica concierne, veamos cómo conseguimos anexionarnos a Portugal donde, cómo no, los tercios volvieron a tener un papel mayúsculo.
Adhesión de Portugal a España (1582-1640):
“Hablad de castellanos y portugueses, porque españoles somos todos.” Luís de Camões
A modo de introductorio, durante los últimos años del siglo XVI, el Imperio Español se encuentra peleando contra todas las potencias de la época y, lejos de ser batallas focalizadas, la disputa con Inglaterra y Francia se extiende por todas partes. No solo peleamos contra todos -a lo cual ya estábamos bastante acostumbrados-, sino que ahora, además, de forma simultánea y en múltiples frentes. Son años de grandes batallas navales, del Tercio del Mar, de la Gran Armada o la Grande y Felicísima Armada -el nombre “Armada Invencible” es un término acuñado por los ingleses a posteriori, en España nunca se le llamó así, como explicamos ampliamente en el apartado de tópicos- y del posterior desastre de la Contraarmada Inglesa de Drake -que también lo explicamos en los tópicos-.
Bajo este contexto, hay dos imperios que destacan en Europa: el imperio español y el portugués, que desde el siglo XV y el Tratado de Tordesillas (1494), comenzó su expansión especialmente por África, buscando la ruta de la especiería.
Sin previo aviso, la muerte del rey de Portugal Sebastián I en la Batalla de los Tres Reyes (1578), comienza a dibujar una posibilidad en el panorama geopolítico mundial que se materializa dos años después con la muerte de Enrique I. Se pueden volver a unificar los reinos de la Península Ibérica y Felipe II no está por la labor de desaprovechar esta oportunidad.
En las cuestiones dinásticas, ya hemos visto cómo Felipe II tenía derecho al trono de Portugal por parte de su madre, Isabel de Portugal. El monarca español reclamó el trono a la muerte de Enrique I de Portugal y, como suele ocurrir en este tipo de situaciones, existen intereses enfrentados para que ambas coronas no se unifiquen: una parte de la nobleza portuguesa con miedo a perder soberanía –caciques locales– y la siempre presente injerencia de Francia e Inglaterra que, desde mediados del XVI en adelante, serán muy pocas las ocasiones en las que sus intereses no vayan en contra de los de España. El candidato de la nobleza y el dinero extranjero será Antonio prior de Crato, nieto del rey Manuel pero de linaje ilegítimo, que el 20 de junio de 1580 se proclama rey. Felipe II no está para bromas y llama a los tercios.
La expedición se compuso de dos ataques simultáneos por tierra y mar con el objetivo de aislar Lisboa. Entre los líderes de los tercios para esta operación, encontramos a muchos de los grandes héroes españoles: el mítico duque de Alba, Sáncho Dávila, Francés de Álava o el propio Álvaro de Bazán, encargado de liderar el asalto por mar. Por si fuera poco, también acuden los tercios de Nápoles, de Sicilia y la caballería de las Guardas Viejas de Castilla, casi nada.
Como era previsible, aunque el ejército de prior de Crato compuesto por aldeanos y campesinos eran superiores en número y conocían el terreno, no tuvieron nada que hacer contra la veteranía de los tercios y especialmente los que acudieron en aquella ocasión, que fácilmente se habrían pasado más de la mitad de su vida peleando por todo el mundo contra infinidad de enemigos. Lisboa cayó en dos días, pero prior de Crato consiguió huir al extranjero.
Batalla de la Isla Terceira (1582):
«A los españoles por mar los quiero ver, porque si los vemos por tierra, que San Jorge nos proteja», popular cita de un almirante inglés
Una vez huído, prior de Crato se reúne con sus socios extranjeros para diseñar un nuevo plan que desestabilizase al imperio y, especialmente, las rutas hacia el Atlántico: tomar las Islas Azores. En teoría, prior de Crato se fortalecería en las Azores -que era un enclave estratégico fundamental en la navegación a América- y ayudaría a establecerse a franceses e ingleses minando así el poderío español en el Atlántico. Un aspecto que debemos señalar es que ni Inglaterra ni Francia estaban oficialmente en guerra contra España, por lo que todas las acciones que acometieron fueron “al margen de la corona”, mediante la contratación de corsarios. La deshonrosa utilización de piratas fue una práctica muy común por parte de Inglaterra durante los siglos siguientes que, lo mismo los perseguía y amenazaba públicamente, que luego los organizaba y repartía el botín de los asaltos con ellos -un buen ejemplo al respecto es el famoso vicealmirante de la Marina Real inglesa Francis Drake, que antes de ser nombrado almirante, caballero y demás cargos pomposos, había sido pirata-.
Tras un primer intento desastroso por parte de España de mantener el orden en las islas, Álvaro de Bazán, uno de los grandes héroes de Lepanto, pone rumbo a las Azores con una flota de 28 barcos y 4.500 infantes, entre los que encontramos a otros destacados dentro de la historia militar española como Lope de Figueroa o el donostiarra Miguel de Oquendo. Durante el camino a las Azores se pierden cuatro barcos, de forma que Álvaro de Bazán suma 24 barcos contra los 60 corsarios franceses, lo que representa una importante inferioridad numérica -como solía ser habitual-.
Sin entrar en los pormenores de la batalla, señalaremos algunos aspectos de interés:
- Esta batalla es la primera batalla de galeones en la Historia, por lo que el viento pasa a ser un factor determinante (anteriormente, como en Lepanto, habían sido mediante remo de galeras).
- El San Mateo español, al mando de Figueroa -en cuyo tercio combatió Cervantes en Lepanto-, llevaba un elevado número de infantes españoles, que resultaron decisivos en la batalla.
- Tras la victoria española, muchos corsarios franceses imploraron clemencia mostrando los documentos expedidos por el rey de Francia. Al no estar oficialmente en guerra, aceptarlos hubiera supuesto entrar formalmente en guerra, por lo que Bazán les pasó por el filo de la espada -como era común con los piratas-.
- Debido al daño ocasionado en los barcos españoles, Bazán no pudo culminar la operación apresando a Crato y tomando el control total de las islas, que se culminaría un año después.
- En el desembarco de la Terceira, donde se culminó la campaña, fue de vital importancia la utilización del Tercio del Mar como fuerza de desembarco. Era la primera vez que se utilizaba la infantería marina como fuerza de desembarco con semejante éxito, lo que supuso una importante innovación militar.
Finalizando este punto, la batalla de la isla Terceira consolidó la infantería marina española como la infantería marina más antigua del mundo y una fuerza temible para cualquier potencia de su época. Tanto que, el 9 de agosto de 1583, Bazán envió una carta al rey con un ambicioso plan: invadir Inglaterra con la misma estrategia -dicho episodio lo encontraréis en el apartado de tópicos habituales-.
Con los territorios de Portugal, el reinado de Felipe II alcanzó uno de los puntos de máxima expansión territorial del imperio, que en el siglo XVIII se colocaría como el cuarto imperio más extenso de la historia y el primero en ser un imperio de alcance mundial ya que, entre muchas otras cosas, el descubrimiento de América por Colón y la posterior vuelta al mundo de Magallanes y Elcano dibujaron el planeta tal y como lo conocemos hoy.
Además, tras esta mítica batalla naval:
“En apenas medio siglo, España había descubierto, explorado, conquistado y en buena parte poblado un mundo veinte veces más grande que la península ibérica, derrotando a dos grandes imperios autóctonos, abierto dos océanos y completando el mapa del planeta. Es imposible no conectar una cosa con la otra: las proezas de los tercios y la prodigiosa conquista de América.” Jose Javier Esparza, Tercios, 261
Expansión hacia el Atlántico
“La ambición de los españoles, que les ha hecho acumular tantas tierras y mares, les hace pensar que nada les es inaccesible.” Duplessis-Mornay, protestante y escritor francés durante los siglos XV y XVI.
El descubrimiento y la posterior conquista de América es uno de los acontecimientos más importantes en la Historia y, a su vez, uno de los más difamados y menospreciados.
Omitiendo datos históricos tan relevantes como que el testamento de Isabel la Católica a favor de los indígenas supone el origen de los derechos humanos modernos; la expansión territorial en forma de virreinatos -no colonias-, donde los súbditos de los territorios conquistados tenían los mismos derechos que los habitantes de la península ibérica; la exportación del cristianismo y la civilización a América, donde se dejaron a un lado aquellos dioses que pedían como ofrendas sacrificios humanos en masa y se construyeron hospitales, caminos, escuelas y universidades; o la simple y burda omisión de comparar la evidente diferencia de población indígena en ambos hemisferios del continente americano, se ha hecho trascender a España como un país de crueles, ambiciosos y sanguinarios conquistadores, lo cual no es más que una rastrera y descontextualizada visión de lo que supuso España en el continente americano.
Antes de adentrarnos en desmentir o contextualizar dichas afirmaciones, vamos a explicar en qué consistió la presencia española en América que, como seguramente pueda intuir el lector a estas alturas de nuestra crítica, son muchos los detalles y relatos que habitualmente desconocemos -empezando por el que escribe estas líneas-.
Descubrimiento de América
“La Humanidad debe gratitud eterna a la Monarquía española, pues la multitud de expediciones científicas que ha financiado ha hecho posible la extensión de los conocimientos geográficos.” Alexander von Humboldt
Como es notoriamente conocido, Colón descubrió el continente americano por casualidad, ya que su intención era llegar a Catay y Cipango (actualmente China y Japón) con el fin de abrir nuevas rutas a la especiería y, de paso, ver cuánto oro eran capaces de encontrar, ya que por aquella época Europa estaba fascinada por los relatos de Marco Polo, que describía dichas tierras como recubiertas de oro. Hay que contextualizar que en aquella época las especias tenían una importancia fundamental, ya que permitían camuflar el sabor de la podredumbre de la carne y el vino picado, por lo que eran aceptadas por todo el mundo y servían como medio de cambio igual que el oro.
Con la caída de Constantinopla y el Imperio romano de Oriente a manos de Mehmed II y el Imperio otomano en 1453, se rompe la hegemonía en la región y por tanto las rutas habituales de la especiería, lo que llevó a los dos futuros imperios de la Península Ibérica a buscar rutas alternativas por mar: uno rodeando el cuerno de África y el otro adentrándose en el Atlántico -hasta entonces, ambas expediciones se tenían como una tarea suicida-.
Tras reunirse con el rey de Portugal y ante la negativa de éste, el misterioso Colón le presentó su ambicioso -o temerario- plan a los Reyes Católicos, de los cuales sólo Isabel aceptó, por lo que la expansión hacia el Atlántico fue una empresa castellana, no aragonesa. Por otro lado, aunque no nos detendremos en profundidad, debemos señalar que Cristóbal Colón está considerado como uno de los personajes más misteriosos de la historia: se desconoce su rostro, apariencia, procedencia y, lo más importante, se desconoce cómo supo que aprovechando las corrientes de viento desde las Azores, podría atravesar el Atlántico y llegar a tierra firme, que él pensaba que era Catay o Cipango, pero que resultó ser el nuevo mundo. Así pues, tras una travesía de 71 días a bordo de la Niña, la Pinta y la Santa María, el 12 de octubre de 1492 la expedición española al mando de Cristóbal Colón llegó a las Antillas y desembarcó en la isla de Guanahaní, que fue bautizada con el nombre de San Salvador. En ese primer viaje también llegaron a los actuales territorios de Santo Domingo y Cuba y, desde América Central, irán adentrándose en ambos hemisferios del continente americano.
En términos político-religiosos -que por aquel entonces eran lo mismo-, hay que destacar el Tratado de Tordesillas (1494) donde el Papa dividió el Océano Atlántico en dos, trazando una línea de polo a polo 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. De esta forma la expansión y los territorios del nuevo mundo quedaban divididos en dos: la parte occidental para Castilla y la parte oriental para Portugal -Brasil quedó dentro del dominio portugués y es por ello que es el único país de Iberoamérica que no habla español-. Con esta división el Papa les impuso la misión de evangelizar los nuevos territorios, que se llevó a cabo a través de la figura de los encomenderos que, además de trabajar y atender las tierras asignadas por el virrey, debían evangelizar a los indios con la ayuda del capellán.
La figura de los encomenderos ha sido muy polémica, y con razón. Si bien no se debe generalizar, es cierto que los encomenderos cometieron muchos abusos con los indios, especialmente durante los primeros años de conquista, hasta que se promulgaron las Leyes de Burgos (1512) y se envió a hombres de Dios a velar por el cuidado de ellos y, aún así, se siguieron cometiendo abusos.
Los españoles del Nuevo Mundo
“Las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores, a quien llaman ciertos los peritos en el arte, añagaza general de mujeres libres, engaño común de muchos y remedio particular de pocos.” Miguel de Cervantes, El celoso extremeño
El primer punto que queremos señalar a este respecto es la gran diferencia entre los primeros descubridores y los posteriores conquistadores. En las primeras travesías, especialmente en la primera, la mayor parte de los que decidieron unirse a Colón eran pobres desgraciados que no tenían muchas más opciones y, si perecían en una misión con carácter suicida como parecía ser ésta, nadie les echaría en falta. Conforme fueron llegando noticias sobre las nuevas tierras descubiertas -especialmente respecto a las indias de piel oscura, que se paseaban en paños menores y no practicaban la monogamia, lo cual era sensiblemente diferente a las castellanas devotas de Dios que frecuentaban la Península-, poco a poco se fueron apuntando más aventureros a probar suerte en el nuevo mundo, en busca de oro y fama.
Poco a poco la conquista fue desarrollándose cada vez más y fueron aumentando el número de profesionales que acudían a los nuevos virreinatos, desde ingenieros y frailes docentes hasta veteranos de los tercios que veían una buena oportunidad de hacer fortuna con las expediciones y las conquistas. A este respecto, hay que señalar que pese a haber comenzado el descubrimiento como una empresa estatal donde Isabel la Católica financió a Colón -probablemente la inversión estatal más exitosa en la historia de España, especialmente si lo comparamos con los últimos años-, la posterior conquista de América corrió a cargo del sector privado, donde hombres con experiencia y recursos organizaban compañías particulares con las que explorar y asentarse. Si la empresa salía bien, al conquistador se le otorgaba un título real que le acreditaba para gobernar en nombre del rey -el más alto de estos títulos era el de virrey- y debían aportar un quinto de las riquezas obtenidas en las tierras.
Queremos señalar que el quinto real, comparado con lo que tenemos que aportar hoy en día, es un auténtico lujo. Durante los ejercicios de 2018, 2019 y 2020 en España aportamos de media al Estado la mitad de lo que generamos en todo el año, situándose el día de la liberación fiscal en torno al 26 de junio.
Choque cultural y sociedades precolombinas
“La razón de que no hayamos hecho justicia a los exploradores españoles es sencillamente que hemos sido mal informados. Su historia no tiene paralelo… Amamos la valentía, y la exploración de las Américas por los españoles fue la más grande, la más larga, la más maravillosa serie de valientes proezas que registra la historia.” Charles F. Lummis, Los descubridores españoles del siglo XVI, 42 (citado por María Elvira Roca Barea en Imperiofobia y Leyenda Negra, 295)
Es evidente que se realizaron actos abusivos y desproporcionados por parte de algunos hombres, como en todos los periodos históricos -sin ir más lejos, en el siglo pasado se llevaron a cabo una serie de monstruosidades escasamente vistas en la historia-. En este caso, el choque de dos culturas frontalmente opuestas en una época fuertemente marcada por la intolerancia religiosa llevó a registrar tanto episodios lamentables como admirables. En cuanto al choque cultural, debemos recordar las notables diferencias que se encontraron los españoles respecto a Europa: en lo que al ecosistema y la naturaleza se refiere, estaban acostumbrados al clima seco de Castilla, con animales e insectos de un tamaño “normal” -para ellos- y eran personas descendientes de generaciones que llevaban los últimos 800 años guerreando contra los musulmanes, donde se perseguía a infieles que, con sus más y sus menos, veneraban a dioses monoteístas y con semejanzas entre ellos.
Sin embargo, los españoles se encuentran en América con un ecosistema completamente extraño y desconocido: un clima húmedo, caluroso, denso y tremendamente hostil, donde todo era mucho más grande que en Europa: plantas y vegetación completamente diferentes y en algunos casos venenosas, los animales que en España son pequeñas culebras y lagartos allí son anacondas y cocodrilos, incluso insectos como los mosquitos eran bastante más grandes y transmitían enfermedades desconocidas para los barbudos extranjeros. En lo que a la religión se refiere, lo que en Europa era arrodillarse o sentarse y recitar algunas oraciones, en algunas de las principales sociedades centro y sudamericanas era realizar sacrificios humanos masivos en el templo principal de la ciudad -incluso de mujeres y niños-, donde se sacaba el corazón aún palpitante como ofrenda a los dioses -para lo que tenían diferentes técnicas-, que en ocasiones era el corazón de los propios españoles, además de otras prácticas que no se veían en Europa como la reducción de cabezas.
Sobre las sociedades precolombinas, sorprende el diferente nivel de desarrollo que tenían entre ellas. Si bien las crónicas narran la belleza de Tenochtitlan, la capital azteca o mexica, donde muchas de las crónicas de los propios españoles afirman que era más bonita que ciudades europeas como Sevilla o Venecia y podían estar más avanzados en cuestiones de arquitectura y urbanismo, todas las sociedades que se encuentran los españoles se habían quedado en la Edad de Bronce y desconocían el hierro y la rueda, lo cual es bastante significativo.
Había multitud de tribus con diferentes costumbres, vida y deidades. Por ejemplo, los primeros que se encontró Colón fueron los pacíficos y afables taínos quienes convivían con tribus caníbales y guerreras como los caribes -los que destruyeron el Fuerte Navidad-. Por otro lado, Hernán Cortés se topó con una sociedad mucho más desarrollada que tenía esclavizadas a las otras tribus colindantes, el Imperio Azteca, muy similar a la situación que se encontró Francisco Pizarro en Perú con el Imperio Inca.
Estos dos imperios, Azteca e Inca, eran los dos grandes imperios que existían en Hispanoamérica antes de la llegada de los españoles. El primero, cuya capital era Tenochtitlán, fue un imperio belicoso que alcanzó su poder tras las guerras floridas del siglo XV, donde venció a las tribus vecinas que posteriormente fueron sometidas, especialmente los tlaxcaltecas. Cuando llegaron Hernán Cortés, Alvarado y los suyos, el tlatoani o gobernante de los mexicas era Moctezuma II. En el caso del Imperio Inca, Atahualpa, que gobernaba la parte norte del imperio con sede en Quito, se impone a su hermano Huáscar, gobernante de la capital del imperio Cuzco, en una guerra civil por el poder del imperio Inca que, lamentablemente para el vencedor, coincide con la llegada de Pizarro y Almagro, que terminaron capturando y ejecutándolo.
Dado el escaso número de miembros que disponían las compañías españolas en comparación a los soldados de ambos imperios, las conquistas sólo pudieron ser posibles gracias a la ayuda de tribus indias autóctonas que querían quitarse el yugo existente. De esta forma, Hernán Cortés se alió primero con las tribus sometidas por los mexicas (especialmente los txaltecas y los totonacas), que pasaron a ser el grueso del ejército a mando de los españoles para acabar con los aztecas o mexicas. Por otro lado, su tío abuelo Pizarro -efectivamente, Pizarro y Cortés eran familia-, una vez ejecutado Atahualpa, se alió con los partidarios de Huáscar para establecerse en Cuzco, repartir el gobierno y expandir el imperio español.
Expansión y conquista del continente americano
“Las extraordinarias obras y aventuras de estos hombres, además de rivalizar con las hazañas recogidas en las novelas de caballería, poseen el interés añadido de la veracidad. Nos dejan admirados por la valentía y las cualidades heroicas inertes en el carácter español que llevaron a esa nación a un punto tan elevado de poder y gloria.” Washington Irving (citado por Hugh Thomas en El señor del mundo, 437-438)
Como introducción, decir que la navegación oceánica era una labor tremendamente compleja y peligrosa, que acabó por ser el desarrollo tecnológico de la época. Lo que hoy en día es la ingeniería espacial y las expediciones al espacio, desde finales del siglo XV era la navegación transoceánica y las expediciones en mar abierto donde, hasta bien entrado el siglo XVII, la Monarquía hispánica mantuvo su hegemonía. De hecho, una de las industrias más potentes y que servía como indicador de cuán desarrollada estaba una nación era la de los astilleros.
Sin entrar en el denso y documentado periodo de expediciones y asentamientos españoles, que fueron constantes entre los siglos XVI y XVIII, vamos a ofrecer algunos datos generales de las expediciones y los personajes más significativos, dividiéndolo en la expansión por Centroamérica (donde incluimos desde Méjico hasta Panamá, incluyendo las islas del Golfo de Méjico), expansión por América del Sur, América del Norte y la expansión por Asia y Filipinas.
Expansión por Centroamérica
En su primer viaje, Colón exploró diferentes islas del Caribe: Guanahaní a la que llamaron San Salvador, Cuba a la que bautizaron como Juana y Santo Domingo, que denominaron como La Española.
Durante los sucesivos viajes se fueron consolidando los asentamientos en los nuevos territorios y se fueron explorando nuevas islas. No fue hasta el cuarto y último viaje de Colón (1502-1504) donde alcanzan el continente americano y navegan frente a la Península del Yucatán, que no sería oficialmente descubierta hasta la expedición de Francisco Hernández de Córdoba en 1517. En dicha exploración se enfrentaron a diferentes tribus indias, a cada cual más belicosa, cuya batalla más significativa dio nombre a la bahía donde tuvo lugar: Bahía de la Mala Pelea. Poco después, la expedición de Juan de Grijalva de 1518 navegó por la misma zona y vengó a los suyos en la Bahía de la Mala Pelea, en cuyo viaje, los españoles escucharon hablar por primera vez de una tierra con metal dorado: México. (Bibliografía: Juan Eslava Galán, La conquista de América contada para escépcticos, 279). Otro dato curioso es el origen del nombre Yucatán que, según cuenta el propio Cortés en su primera carta, le preguntaron a un indio cómo se llamaba esa tierra y éste les contestó: Yucatán, que significa “no entiendo”.
Vasco Núñez de Balboa descubrió el Océano Pacífico o Mar del Sur en el 1513, abriéndose por fin una ruta que permitiese llegar hasta los productores de especias. El descubridor del Pacífico sería ejecutado por Pedro Arias de Ávila (Pedrarias), uno de los conquistadores más crueles de la conquista, que fundó la ciudad de Panamá en 1519 y la convirtió en un importante puerto comercial del que partieron muchas de las futuras exploraciones, como las de Pizarro.
Entre 1519 y 1521 tiene lugar la exploración y conquista de Méjico por Hernán Cortés, Alvarado y sus hombres. A muy grandes rasgos, señalaremos la astucia de los españoles para aliarse con las tribus enemigas del imperio mexica dominante y algunos actos de la Divina Providencia como los relacionados con el problema de lenguaje con los indios. La solución se produjo gracias a la aparición estelar de Malinche, una de las veinte mujeres esclavas que los indígenas de Tabasco le ofrecieron a Cortés y a los suyos y, por otro lado, de Jerónimo de Aguilar, un fraile superviviente del naufragio de Valdivia en 1511 que desde entonces había vivido con los indios y había aprendido el idioma. Al explorar algunas costas del Yucatán, la expedición de Cortés se topó con el fraile y éste se apuntó a la expedición, al contrario que el otro español naufragado Gonzalo Guerrero, que había formado una familia en la tribu indígena y ahora pertenecía a la aristocracia de la tribu. De esta forma Malinche, que hablaba diferentes lenguas indígenas, traducía a Jerónimo en la lengua indígena que conocía y éste al español. La conquista del imperio mexica contiene numerosos episodios de gran interés en los que no entraremos para no alejarnos demasiado de nuestra crítica a la leyenda negra. Si al lector le interesa, en material recomendado encontrará dos biografías al respecto, una de Carlos Martínez Shaw y otra de Fernando Díaz Villanueva.
Expansión por América del Sur
”No hay puñado de tierra sin una tumba española.” Anónimo.
La expedición de Juan Díaz de Solís por el Río de la Plata en 1516 le llevó hasta lo que actualmente conocemos como Argentina donde, en 1527, se estableció el primer asentamiento conocido como fuerte Sancti Spiritu, seguido de las ciudades de Santiago del Estero, Córdoba y Buenos Aires, todas anteriores a 1580.
De la misma forma que el imperio azteca dominaba la región de lo que hoy conocemos como centroamérica, el Imperio Inca era la civilización más avanzada y extendida del hemisferio sur americano. En 1532, la Compañía del Levante formada por los tres socios Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el fraile Hernando de Luque consigue conquistar el imperio Inca. Por diferentes disputas de derechos y territorios, la relación de Pizarro y Almagro se deterioró hasta el punto de sucederse diferentes guerras civiles entre los partidarios pizarristas y almagristas, que derivó en la ejecución de Almagro en 1538.
En 1542 la expedición de Francisco de Orellana y Gonzalo Pizarro partió de Quito para terminar descubriendo el río Amazonas que, tras haber recorrido tres mil kilómetros de río y ocho meses y medio de navegación y penurias, consiguieron llegar a puerto español. Al respecto, entre las diferentes tribus que se encontraron en los alrededores del río Amazonas el cronista del viaje, Gaspar de Carvajal, cuenta que se encontraron con una tribu de mujeres guerreras, que con sus arcos y flechas en la mano, son tan combativas como diez indios.
Un poco más al sur, quedaba por explorar el territorio situado más allá del Desierto de Atacama o los Andes, una peligrosa expedición que ya había traído consecuencias calamitosas a conquistadores tan experimentados como Diego de Almagro. Tras volver con la compañía diezmada, medio muertos y arruinados los que aún vivían, ningún español quería pasar por esas tierras, salvo Pedro de Valdivia e Inés Suárez, su pareja, que tres años después invirtieron todo lo que tenían y se esforzaron por conseguir hombres que no hubiesen escuchado los relatos de los supervivientes almagristas. En 1540 comenzó su conquista de lo que hoy conocemos como Chile y fue fundando ciudades conforme avanzaba terreno: Santiago en 1541, La Serena (1544), Concepción (1550), Valdivia (1552) y La Imperial (1552). Cabe señalar que los indígenas de esta zona, los mapuches, eran especialmente belicosos a lo que se añadió el conocimiento guerrero que Lautaro les enseñó -Lautaro era el hijo de un cacique muerto que Valdivia se quedó en una de sus campañas y, tras permanecer tres años con los españoles y enseñarle táctica y estrategia militar, se escapó con su pueblo-, se creó el Tercio de Arauco, al mando del gobernador Alonso de Sotomayor.
Para terminar, haremos referencia a Lope de Aguirre, también conocido como el Loco Aguirre, cuya figura ha sido representada en diferentes obras literarias y cinematográficas. Este personaje, sin duda uno de los más sanguinarios de los que tenemos registro, partió en la compañía de Andrés Hurtado de Mendoza en busca del mítico El Dorado. Tras incentivar dos motines y asesinar a los sucesivos jefes de la compañía, se consolidó como el jefe de la misma y consiguió atravesar el continente sudamericano de extremo a extremo sembrando el pánico allí donde pasaba. El caso del Loco Aguirre es un buen ejemplo de los muchos conquistadores sin buena fortuna a los que sus empresas les salieron tremendamente mal y, si no fallecían en las mismas, se arruinaban y su nombre caía en el olvido. Si el Loco Aguirre ha trascendido hasta nuestros días es por dos circunstancias: por un lado el miedo que le tenían sus propios compañeros y que ha quedado reflejado en diferentes crónicas -una de las historias es que un juez le mandó azotar en público y el Loco le persiguió durante cuatro años por diferentes ciudades del continente americano yendo a pie hasta que se coló en su mansión y lo asesinó- y, principalmente, porque se declaró en rebeldía a la monarquía española y le escribió una carta a Felipe II donde, después de justificar por qué tuvo que ir matando uno por uno a los miembros de la compañía de El Dorado, le da unos consejos al propio Felipe, se declara en rebeldía, le dice que si los reyes fuesen al infierno muchos serían peores que Lucifer, insulta a los religiosos y aprovecha para denunciar la corrupción de los funcionarios. La carta no tiene desperdicio. El Loco Aguirre fue asesinado en 1561.
Expansión por América del Norte
“A los americanos se les ha dado una visión falsa e incompleta de la conquista y colonización española de América. El primer siglo del esfuerzo español en América presenció los más extraordinarios hechos de exploración y conquista en el continente americano que, con toda probabilidad, pueda ser recordado en cualquier otro período de la historia… Los lectores quedan satisfechos con la vieja fábula de que los españoles, atraídos por el oro, sólo exploraron y conquistaron, pero no fundaron, e ignoran la igualmente espectacular historia del trasplante de la cultura europea a América. En ese siglo XVI, España poseía una civilización igual o superior a la de cualquier otra potencia europea.” Arthur Scott Aiton, Antonio de Mendoza, First viceroy of New Spain.
A la cita de Scott Aiton con la que abrimos este apartado faltaría por añadir “y a los españoles” al comienzo de la misma, ya que habitualmente se presenta el continente americano como una mitad colonizada por España y la otra mitad por Inglaterra, lo cual es completamente falso, ya que la primera lengua extranjera, el primer europeo y la primera ciudad fundada en los actuales Estados Unidos fueron también españolas. Los segundos en llegar a Norteamérica fueron los franceses, que en 1570 se expandieron desde Louisiana hasta San Lorenzo. Por último, en 1607 se crea la primera colonia británica, Jamestown, en Virginia.
El primer europeo en poner un pie en el hemisferio norteamericano es el español Ponce de León que descubre Florida en 1513, para posteriormente ser recorrida desde su costa hasta Canadá por Estéban Gómez (1525) y Lucas Vázquez de Ayllón (1526). Los asentamientos españoles de San Miguel de Guadalupe (1526) y Ajacán (1570) son significativamente anteriores a la primera colonia británica en 1607.
Cabeza de Vaca, conquistador español que fue en la expedición de Pánfilo de Narváez entre 1527 y 1536 en la que acabaron esclavizados y sólo sobrevivieron cuatro de los seiscientos hombres iniciales -Pánfilo de Narváez fue el español que acudió a Méjico a arrestar a Hernán Cortés y sin cuyos hombres, a los que convenció Cortés para que se pusieran de su lado, no hubiese sido posible la conquista de Méjico-, fue el primer europeo en adentrarse en el interior del continente y convivir con los indios durante nueve años.
Hernández de Soto (1539) y Coronado (1540) exploraron el sur y el centro norteamericano descubriendo el río Misisipi, las Montañas Rocosas y el Cañón del Colorado. Núñez de Balboa descubrió el Océano Pacífico en (1513) y la ciudad más antigua de Estados Unidos es San Agustín, fundada por el español Pedro Menéndez de Avilés en 1565. Juan Rodríguez de Cabrillo fue el primer europeo en pisar tierras de Alta California (1542) al que posteriormente se unirá Sebatián Vizcaíno (1602) para terminar el mapa de California -cabe señalar que todo lo relatado hasta el momento lo realizamos antes de que los ingleses consiguieran establecerse formalmente con su primera colonia, casi nada-. También debemos señalar al franciscano fray Junípero Serra, que fundaría más de veinte misiones en las que unió ambas Californias, algunas de las cuales son el origen de actuales ciudades norteamericanas como San Diego.
Resumiendo lo arriba expuesto, la presencia y participación española en la creación de los actuales Estados Unidos es una de las historias más desconocidas. Para cuando terminó la Guerra de Independencia norteamericana en 1783, California, Nuevo México, Arizona, Texas, parte de Luisiana y las dos Floridas eran españolas, lo que supone aproximadamente dos tercios de los Estados Unidos en la actualidad.
Al respecto, otro punto importante que no abordaremos por falta de tiempo pero que debemos señalar es el papel primordial y decisivo de España en la independencia de los Estados Unidos con, además del apoyo financiero y logístico por el río Misisipi, figuras como Bernardo de Gálvez (gobernador de la Luisiana) con un papel decisivo en la batalla de Pensacola (1781) o el bilbaíno Diego de Gardoqui, primer embajador español en Estados Unidos, al que George Washington pidió que desfilase a su derecha como reconocimiento a España por su papel decisivo en la victoria. El tiempo parece olvidarlo todo y llevar a la ingratitud, ya que un siglo después nos devolvieron el favor quitándonos las últimas posesiones en ultramar con el pretexto del hundimiento del Maine, que les sirvió como casus belli para dar el toque de gracia al ya decaído imperio español, pese a que luego se demostró que no tuvimos nada que ver en su hundimiento -para más información sobre este tipo de estrategias geopolíticas, recomendamos acudir a nuestra Crítica a la Manipulación de masas en el siglo XX-. Siendo justos, son muchos los historiadores estadounidenses que se han esforzado por reivindicar el olvidado papel de España en la concepción de los actuales Estados Unidos, algunos de los cuales referenciamos a lo largo de la crítica.
Expansión por Asia y Oceanía
«Los pueblos de América Latina creen y sienten que los filipinos forman parte de esa gran familia, los hijos de España. Así, aunque España dejó de gobernar a los países hace muchos años y aunque otra nación es soberana en las Filipinas, los pueblos de América Latina se sienten como hermanos al pueblo de Filipinas. Es la lengua española, que todavía nos une a los pueblos, y la lengua española se nos unen a los pueblos eternamente si tenemos la sabiduría y el patriotismo de preservarlo» Manuel Luis Quezón, presidente de Filipinas de 1935-1942
La expansión española por Asia y Oceanía hace referencia al conjunto de islas del Sudeste Asiático e islas del Pacífico que pertenecieron a la Monarquía hispánica desde el siglo XVI hasta finales del siglo XIX, cuando el incipiente imperio americano nos arrebató las últimas posesiones españolas en el Pacífico y el Atlántico (Filipinas, Guam, Puerto Rico y Cuba).
A nivel anecdótico, el nombre de Islas Filipinas se acuñó en 1543 en homenaje al príncipe Felipe, que en 1556 se convertiría en Felipe II. Siguiendo las tendencias políticamente correctas, el actual presidente Rodrigo Duterte ha mostrado su interés en cambiar el nombre de las islas en diferentes ocasiones.
La aventura española por estas aguas comienza con el descubrimiento del Mar del Sur (hoy Océano Pacífico) por parte de Núñez de Balboa, que muestra el acceso a un nuevo mar y la posibilidad de encontrar, por fin, el acceso a Catay y Cipango y la ruta de la especiería. Los primeros en adentrarse en el recién bautizado y desconocido mar fue la legendaria expedición de Magallanes y Elcano (1519-1522), que llegaron a las Islas Filipinas bordeando el hemisferio sur de Sudamérica y llegando primero a la isla de Orona (o isla Fénix), además de descubrir numerosos territorios para la corona española y ser los primeros navegantes en dar la vuelta al mundo. A este respecto, debemos señalar que el luso Magallanes consiguió llegar a Filipinas pero murió combatiendo en Mactán en 1521, por lo que el resto de la travesía y la vuelta al mundo corrió a cargo de Juan Sebastián Elcano.
En los años posteriores se sucederían las expediciones por la zona, muchas de las primeras eran enviadas por Hernán Cortés desde Nueva España, y posteriormente también desde el Virreinato del Perú, que continuaron hasta el siglo XVIII. Fueron muchas las empresas que partieron con ánimos de descubrimientos y conquistas, aunque la gran mayoría de estas aventuras terminaron de forma trágica: barcos perdidos o naufragados, tripulaciones diezmadas por enfermedades, algún que otro motín… Fue una época complicada donde la miseria empujó a muchos hombres a jugárselo todo embarcándose en misiones casi suicidas con la esperanza de ser de los pocos que alcanzarían gloria y riquezas.
Entre los muchos descubridores que se adentraron en las desconocidas aguas del Pacífico, encontramos la expedición de Gonzalo Gómez de Espinosa en 1522 donde se descubrieron múltiples islas de las Marianas; el intento de conquista de las Islas Molucas de García Jofre de Loaísa (1525-1536), que resultó ser un desastre en el que se perdieron casi todas las naves y gran parte de la tripulación, entre los que se encontraba Elcano que falleció de escorbuto; la expedición de Miguel López de Legazpi (1564) donde conquistó Guam, las Islas Carolinas, las actuales islas Marshall y las Marianas, además de descubrir el tornaviaje al continente americano -Legazpi fundaría Manila en 1571-; Juan Jufré y Juan Fernández (1576), que se adentraron en la Polinesia y descubrieron el archipiélago de Nueva Zelanda…
Resumiendo lo anterior, fueron muchos los viajes que se realizaron con fines expansionistas y comerciales por el mar del Sur. En el caso de los viajes comerciales, se intensificaron a partir del descubrimiento del tornaviaje a América a través de la corriente de Kuro-Shiwo por Andrés de Urdaneta en la expedición de Legazpi, que permitió cargar los galeones de especias, marfil, porcelana y seda en Manila, llegar a Nueva España (generalmente a Acapulco), para terminar en España y el mercado europeo. De esta forma se consagró el Galeón de Manila, la ruta comercial a la especiería por la que medio siglo antes un puñado de locos y soñadores salieron del puerto de Palos poniendo rumbo a lo desconocido.
No podemos cerrar el capítulo de la expansión española por Asia y Oceanía sin mencionar el único episodio donde se han enfrentado samurais contra tropas españolas: la batalla de Cagayán (1582). Para ser justos, entre los piratas a los que se enfrentaron los españoles no había samurais sino ronins (samurais sin señor), que tuvieron que vérselas con un reducido número de infantes españoles. Alrededor de 1.500 piratas liderados por Tay Fusa, se enfrentaron a menos de cincuenta españoles al mando de Juan Pablo de Carrión (cercano a los setenta años), el cual les enseñó cómo se las gastaban los tercios -igual que en América, muchos soldados de los tercios terminaron pasando al otro lado del Atlántico aunque no existió un tercio oficial en la zona-. La batalla terminó con un elevado número de muertos en el bando de los piratas y la expulsión de los nipones de esas aguas.
Con lo escrito hasta ahora, queda resumida nuestra introducción a la consolidación y la importancia del imperio español desde finales del siglo XV hasta comienzos del XVII. Nos hemos dejado por contar muchos episodios históricos de gran relevancia, pero nuestro objetivo no es dar clase de historia a nadie, sino ofrecer una imagen general de la expansión de la monarquía hispánica por todo el mundo ya que, lamentablemente, muchos españoles no tienen ni idea de la historia de su país. Si el lector de estas líneas está interesado en profundizar más al respecto, puede optar por la bibliografía y material recomendado al final de la crítica o por buscar otros historiadores que tratan este periodo. Siempre es bueno cualquier esfuerzo personal para formarse una opinión propia.
Con unas ideas generales sobre qué supuso el imperio español, continuamos nuestra crítica entrando en el objeto de la misma: la leyenda negra.
Qué es la leyenda negra
“Anda por el mundo, vestida con ropajes que se parecen al de la verdad, una leyenda absurda y trágica que procede de reminiscencias de lo pasado y de desdenes de lo presente, en virtud de la cual, querámoslo o no, los españoles tenemos que ser, individua y colectivamente, crueles e intolerantes, amigos de espectáculos bárbaros y enemigos de toda manifestación de cultura y progreso” Julián Juderías, La Leyenda Negra.
Podríamos definir la leyenda negra antiespañola como un movimiento originado en el siglo XV en Italia, y perfeccionado por los protestantes flamencos y las potencias de Inglaterra y Francia, que busca desprestigiar a España a través de la deformación histórica. Destacando especialmente episodios relacionados con la religión, la conquista de América o las guerras en Flandes.
Otra de las definiciones que, en nuestra opinión, consideramos más acertadas sobre el concepto de leyenda negra es la de Pedro Insúa. Insúa simplifica su definición a una metodología de deformación del campo histórico en el que se omite aquello que pueda favorecer a España y sobredimensionar aquello que pueda perjudicarle.
Imperiofobia
“[La imperiofobia] es una clase particular de prejuicio de etiología racista que puede definirse como la aversión indiscriminada hacia el pueblo que se convierte en columna vertebral de un imperio.” María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y Leyenda Negra, 119
La imperiofobia es un término acuñado por la escritora española María Elvira Roca Barea, a través del cual explica el recelo que históricamente han creado todos los imperios entre los pueblos conquistados y las otras potencias pujantes, vertiendo diferentes difamaciones y prejuicios sobre la potencia conquistadora, ante la imposibilidad de un enfrentamiento militar con ella.
En su estudio, María Elvira Roca Barea muestra cómo estos prejuicios surgen de los intelectuales de territorios adversarios y se van extendiendo por el imperio, tomando como ejemplo a Roma y los griegos, Rusia y la ilustración francesa, España con los humanistas italianos y príncipes protestantes, o actualmente EEUU con los intelectuales de izquierdas. Además, muchos de estos prejuicios son comunes entre los diferentes imperios debido a que, como el objetivo es rebajar las capacidades del imperio conquistador y esto no es posible basándose en su existencia material, aluden a cuestiones espirituales que terminan en prejuicios racistas, donde se atribuye una inferioridad intelectual y moral a los conquistadores.
Sin entrar a explicar cada uno de los prejuicios achacados a los diferentes imperios, los comunes independientemente del periodo histórico y el imperio en cuestión son:
- Imperio inconsciente; el imperio es una construcción casual, fruto de las circunstancias y ajeno a cualquier buen hacer del imperio.
- Deseo insaciable de poder y riqueza («cupido profunda imperii et divitiarum»).
- Barbarie, crueldad e incultura.
- Malas costumbres: depravación sexual.
- Impiedad.
- Sangre mala y baja.
Un ejemplo de prejuicios comunes entre diferentes imperios lo encontramos en algunos historiadores americanos, que observan similitudes entre los actuales prejuicios contra los estadounidenses y los españoles. Al respecto, destacamos a William S. Maltby, Thomas. J. Dandelet en sus diferentes estudios sobre el imperio español y, especialmente, Philip W. Powell y su excelente obra El árbol del odio, donde analiza la leyenda negra española, paralelismos con EEUU y denuncia los errores históricos hispanófonos en la enseñanza, la opinión pública y el saber científico.
Además, y no menos importante, la autora diferencia en el fenómeno de la imperiofobia dos niveles diferentes de intensidad, que dependen de la existencia de una maquinaria propagandística organizada.
Origen de la leyenda negra española
«Oh desdichada España, revuelto he mil veces en la memoria tus antiguedades y anales, y no he hallado por que causas seas digna de tan porfiada persecución». Francisco de Quevedo
Aunque no ha sido una tarea fácil y ha costado muchos siglos que surgieran estudios y autores que pudieran responder a la pregunta de Francisco de Quevedo, a casi cuatro siglos de de que plasmase su incógnita, podemos aventurarnos a ofrecer una respuesta sólida.
Muchos autores, como el propio Julián Juderías, situaron el comienzo de la leyenda negra española a partir de la reforma protestante y las guerras de religión en los Países Bajos y Alemania. Evidentemente, ser el principal enemigo de las zonas donde más se había desarrollado la imprenta y encima serlo por partida doble -como potencia imperial y como guardián de la fe católica-, no ayuda a mejorar tu popularidad, situando a Guillermo de Orange y los protestantes en un puesto honorífico entre los mayores exportadores de la leyenda negra. Sin embargo, como señala María Elvira Roca Barea, la leyenda negra comienza en Italia a partir de la conquista de Nápoles por la Corona de Aragón en 1442 y su futura expansión por la Península Itálica.
Italia
“[La dominación imperial española] Es fundamental para entender los temas generales del imperialismo europeo, el absolutismo, el desarrollo de la identidad nacional y religiosa, y la Reforma católica. ¿Por qué, entonces, ha permanecido durante tanto tiempo sin ser estudiada? La explicación principal es la aversión histórica a la presencia española en Italia, un resentimiento que, en ocasiones, está acompañado de intentos literales de destrucción de la memoria de esta presencia.” Thomas J. Dandelet, La Roma española, 28 y 30 (citado en María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y Leyenda Negra, 134)
El primero en señalar el origen italiano de la leyenda negra fue el doctor sueco Sverker Arnoldsson, reconocido historiador del siglo pasado, el cual la dividió en dos etapas: la antiaragonesa y la antiespañola. También sintetizó las causas de los prejuicios a los españoles en Italia en cuatro factores: la presencia de los soldados españoles (a partir de la cual parodian la imagen del hidalgo español inculto, bárbaro y lascivo), la competencia comercial de aragoneses y catalanes, la presencia de meretrices españolas y su relación con el papa valenciano Alejandro VI (es habitual encontrar en las crónicas italianas de la época referencias a estas señoritas) y, por último, la sangre semita de los españoles.
Como en otros imperios, el principal prejuicio de los italianos era de tipo racista, ya que nuestra sangre estaba mezclada con godos, judíos y moros, por lo que no éramos católicos puros como los italianos, herederos del Imperio Romano. España en aquel entonces era una sociedad multicultural, adelantada en medio milenio a los cánones de sociedad abierta que se promueven hoy en día, pero en la tolerante Edad Moderna aún no se veía con buenos ojos eso de mezclarse con otras culturas –”cada uno en su casa y Dios en la de todos”– por lo que el insulto habitual contra los españoles durante este periodo en Italia fue el de “marrano” por nuestra sangre impura.
En ese periodo también surgió el movimiento del Humanismo que, además de reivindicar el periodo grecorromano y los autores de la Antigüedad Clásica, también tuvo una importante soberbia intelectual equiparable a la los posteriores ilustrados -que lo mismo realizaban ensayos filosóficos y científicos, que daban lecciones sobre cuestiones militares o gobernanza a reyes cuyos dominios ni habían visitado-. Los humanistas ensalzaron a los autores clásicos y comparaban a la Italia del momento con la antigua Roma, a partir de despreciar lo acontecido entre las míticas Grecia y Roma y la incipiente Edad Moderna -de hecho, el nombre de “Edad Media”, surge en este periodo y muchos autores contemporáneos le atribuyen al nombre en sí un significado peyorativo para denominar lo ocurrido entre la Edad Antigua y la Edad Moderna-.
El adjetivo medieval pasa a ser un insulto, equivalente a bárbaro o salvaje, habitualmente acuñado a los españoles que, aún estudiando la importancia de los autores y héroes clásicos, también nos sentíamos orgullosos de la herencia goda y del periodo medieval, donde reconquistamos España y expulsamos a los infieles. Incluso es habitual encontrar autores contemporáneos que defienden que el Renacimiento, que surgió en Florencia y se expandió por Italia y el resto del mundo durante los siglos XV y XVI -donde gran parte de los mismos pertenecían a España-, se produjo a pesar de España y no impulsado directa o indirectamente por ésta.
Conforme se sucedieron las victorias militares y se extendía el dominio español por todo el mundo, comenzó a surgir el habitual prejuicio del imperio inconsciente: ¿cómo era posible que estos salvajes, bárbaros y lascivos españoles cosecharan victoria tras victoria y no hacían más que aumentar sus territorios? Evidentemente se debía a un factor de suerte porque si se tratase de mérito y los marrani habían conseguido todo esto, qué no alcanzaríamos nosotros que somos superiores racial, moral e intelectualmente -nótese cómo el prejuicio racista de la superioridad moral se remonta a siglos de antigüedad-.
Cabe destacar que no todos los autores italianos veían a España con malos ojos, entre los cuales nos encontramos con Giovani Liani, Marcelo Alberini o Artetino y Jovio -estos últimos dependiendo de cómo soplase el viento-. También encontramos otros autores que, conforme España protegía los territorios italianos de los infieles y conquistaba enclaves estratégicos en el norte de África para asegurar el comercio por el Mare Nostrum de piratas berberiscos, empezaron a vernos con mejores ojos: Antonio de Ferraris “el Galateo”, Fedra Inghirami o Flavio Biondo.
Sin entrar a fondo en aspectos administrativos y demográficos entre la Italia española y el resto de Italia -los cuales siempre son complicados de determinar-, haremos referencia al estudio publicado en 1937 por el doctor alemán Karl Julius Beloch, uno de los primeros autores en abordar la demografía histórica, donde muestra una importante diferencia en el crecimiento demográfico entre las mismas. Esta diferencia viene dada por el aumento de la natalidad y la inmigración -especialmente en Nápoles y Sicilia-, consecuencias indirectas del aumento de la prosperidad en las zonas Hispanoitalianas y que refleja la buena gestión y administración de los virreinatos españoles, habitualmente denostados y estigmatizados de incompetentes como en Hispanoamérica, tópico que desmontaremos más adelante.
Bartolomé de las Casas
«… suplico al rey mi señor muy afectuosamente, y encargo y mando a la princesa, mi hija, y al príncipe, su marido, no consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien» Isabel La Católica en su testamento.
Otro de los nombres propios a la hora de hablar de leyenda negra es Bartolomé de las Casas (1484-1566), un fraile dominico español que se hizo famoso a partir de criticar la rudeza de los españoles durante la conquista de las Indias, la cual fue traducida, ilustrada y difundida por los propagandistas protestantes del siglo XVI. Como todo en la leyenda negra, la crítica de Bartolomé de las Casas se fundamenta en la exageración y en medias verdades, las cuales son muy complicadas de entender sin la debida contextualización.
Para empezar, debemos señalar que Bartolomé de las Casas no fue un rara avis en lo que respecta a la preocupación por los indios en España. A diferencia de las otras potencias conquistadoras, a lo largo de todo el proceso de la conquista española encontramos diferentes personajes que muestran su preocupación por los abusos a los que los indios eran sometidos, desde la propia Isabel La Católica y los sucesivos reyes -que sentaron las bases del derecho internacional con las Leyes de Burgos, Leyes de Valladolid y las posteriores Leyes de Indias, como explicaremos más adelante- , hasta muchos otros clérigos, como el conocido Fray Antón Montesinos y su Sermón de Adviento en 1511 que derivó en las Leyes de Burgos (1512), Francisco de Vitoria, Francisco de Benavides, Juan Fernánez Angulo o Luis de Molina, entre muchos otros. Con esto, queremos constatar el característico espíritu autocrítico de los españoles y señalar que si el nombre de Las Casas ha llegado hasta nuestros días no es porque fuese el único preocupado en denunciar la situación de los indios en América, sino por la ferocidad de su discurso que sirvió en bandeja de plata la difamación del Imperio Español por sus enemigos.
Otra contextualización que ayuda a entender la crítica de Las Casas es que La Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1551), está escrita bajo el estilo de disputationes in utramque partem, habitual de los clérigos medievales, donde se utiliza la exageración y la hipérbole para criticar a personas o acontecimientos. Este estilo, similar a la diatriba grecorromana utilizada por los filósofos estoicos y cínicos, es llevada a extremos difamatorios por el fraile, tanto que incluso fue criticada por otros clérigos de su misma orden y de otras. Al respecto, debemos señalar la libertad de expresión de la que disfrutaban los clérigos en los países mediterráneos a la hora de criticar al poder establecido, lo que explica que ni Bartolomé de las Casas ni su obra fuesen censurados, sino todo lo contrario, llegando incluso a interrumpirse la conquista desde 1550 hasta 1556 hasta que se esclareciera la legitimidad moral y legal de la misma -no hemos encontrado ningún otro caso análogo en la historia-.
Adentrándonos superficialmente en la crítica de la propia obra, señalaremos que en La Brevísima se presenta a los indios como pacíficos, bondadosos, fieles, amigables, serviciales y todas las cualidades positivas concebibles en el género humano, lo cual en algunas tribus pacíficas como los taínos era verdad, pero no se ajustaba a la realidad en muchas otras tribus como los salvajes y belicosos caribes, que además eran antropófagos -de ahí el origen de la palabra caníbal- o los aztecas, que además de someter a todas las tribus de los alrededores, realizaban sacrificios humanos de niños, mujeres y hombres -dependiendo del dios al que se ofreciese el sacrificio-, donde se les arrancaba el corazón aún palpitante como ofrenda religiosa. Como de costumbre, la historia tiene muchos más grises de los que habitualmente se nos presentan.
Respecto a los abusos de los encomenderos, es evidente y lamentable que existieron, de la misma forma que los hechos que presenta el fraile en su libro están muy exagerados, llegando incluso a ofrecer datos y cifras de indios muertos que ni él ni nadie de su tiempo podría saber, o relatar situaciones que posteriormente admitió no haber presenciado. Es un error juzgar el pasado bajo la visión del mundo que tenemos hoy ya que, bajo esa lógica, ¿qué impresión nos merecería el fraile que pretendía sustituir la mano de obra india por el tráfico negrero? ¿Acaso los africanos eran menos humanos que los indios? La historia se estudia y se aprende, no se juzga.
En cuanto a la propagación de la obra, ésta se editó por primera vez en 1551 y se tradujo a los principales idiomas: francés (con las ediciones de 1578, 1579, 1582 y 1594), alemán (1579 y 1597), ingles (1583), holandés (1596) y latín. (1598) Además, se distribuyeron partes de la misma en folletos y se ilustraron las atrocidades de los españoles con los famosos grabados del belga Theodor de Bry (1528-1598), que confirmó aquello de una imagen vale más que mil palabras -para muchos historiadores, los grabados fueron la causa principal del enorme impacto y su propagación-. Así pues, en menos de cincuenta años Europa estaba inundada de la propaganda antiespañola que ilustraba lo salvajes, crueles y despiadados que éramos los españoles.
Resumiendo este punto, fray Bartolomé de las Casas es uno de los personajes más polémicos y más biografiados de su tiempo por historiadores de todo el mundo. Se pueden encontrar desde estudios donde se presenta al fraile como un avanzado intelectual de su tiempo hasta un hipócrita que decía velar por el cuidado de los indios mientras los sometía como un encomendero más. Nuestra opinión es que realizó una denuncia exagerada y desmedida, aunque no infundada, de diferentes abusos que se estaban perpetrando sobre los indios y los cuales, a la luz de los hechos que cometieron otras potencias con posterioridad, no fueron ni de lejos los más salvajes.
De la misma forma que los encomenderos abusaron de los indios en mayor o menor medida, es indiscutible la clara intención de los diferentes reyes por frenar semejantes conductas con los indios, empezando por la espectacular Isabel la Católica que los consideró súbditos de Castilla con los mismos derechos que los oriundos de la península desde el primer momento. De la misma forma que es indiscutible el evidente impulso que la diatriba de De las Casas le dio a la leyenda negra en general y la causa protestante en particular.
Paises protestantes
“El arma más potente de los Países Bajos e Inglaterra contra la Monarquía Hispánica fue la difamación. Los enemigos del Imperio atacaron a los españoles en tres frentes: a) la tiranía del rey, b) los horrores de la Inquisición, antítesis de la tolerancia y el progreso protestante, y c) las atrocidades cometidas en América.” Harm der Boer
Si hay algún sitio en concreto donde la leyenda negra se ha exportado al resto del mundo, ése es los países protestantes de Alemania y Países Bajos. Lo que diferenció esta zona fue el uso masivo que hicieron de la imprenta, creada en Alemania en 1440 por Gutenberg, reivindicando el papel de la propaganda como arma difamatoria y subversiva. Como señala Harm der Boer, catedrático de literatura iberorománica en la Universidad de Basilea y profesor en las universidades de Ámsterdam y Basilea: “La leyenda negra fue guerra psicológica contra la Monarquía española. Fue una de las grandes armas de los holandeses y belgas ante el poder militar imperial.”
Antes de la leyenda negra, los protestantes ya usaban la imprenta como forma de comunicación masiva, que también fue la principal arma protestante desde que el 31 de octubre de 1517 cuando Lutero difundiera “Las noventa y cinco tesis” clavándolas en la iglesia de Todos los Santos. A partir de ese momento, la crítica luterana contra la Iglesia Católica corrió como la pólvora: se reimprimieron rápidamente tanto completas como en panfletos. Para cuando el Vaticano quiso darse cuenta, la propaganda había difundido las ideas protestantes por toda Alemania y Países Bajos para posteriormente extenderse a Bélgica, Francia. Inglaterra y el resto de Europa.
Bajo este contexto, Guillermo de Orange-Nassau, perteneciente a la influyente casa aristócrata alemana de los Nassau y que posteriormente también heredaría la casa francesa de los Orange, vio una oportunidad excepcional para intentar independizarse del imperio español, disperso por todo el mundo, y aumentar su influencia a costa de la corona: se alinearía con las ideas de Lutero como elemento diferenciador de su movimiento y utilizaría la propaganda como instrumento subversivo. Comienza la leyenda negra moderna.
En el caso de la Monarquía hispánica, además del rechazo histórico que producen todos los imperios, se añade el hecho de ser el protector del catolicismo en todo el mundo y que sus enemigos protestantes son los primeros propagandistas modernos. De esta forma se atacó a la corona y a la iglesia, que eran prácticamente lo mismo, de forma simultánea.
Los pilares de la propaganda protestante:
Tomando como referencia la opinión de Harm der Boer, los ataques protestantes a España se pueden dividir en tres grandes bloques:
- Felipe II, del que se difundió la imagen de ser un monarca cruel, fanático e intolerante, a la sombra de su padre, más próximo a un déspota tiránico que a un rey.
- La inquisición católica, que fue perfecta para atacar a la Iglesia y a la corona simultáneamente. Da igual que la inquisición medieval o pontificia naciera en Francia y se instalase en Alemania, Italia, Portugal y Polonia antes siquiera que en Aragón; de la misma forma que eran irrelevantes los más de 100.000 campesinos católicos asesinados en la Guerra de los campesinos alemanes o el elevadísimo número de brujas quemadas en países protestantes (muy superior a los asesinados por el sistema religioso-represivo en España). La intolerancia tenía nombre y apellidos: Inquisición española.
- Las Indias, otro de los tópicos más extendidos desde el siglo XVI y que aún llega a nuestros días: el genocidio español en las indias. Si aún en el siglo XXI muchas personas señalan a España como un país cruel e intolerante (cuando no genocida), es en gran medida por la propaganda protestante. No importa que a día de hoy casi no exista población de ascendencia indígena en aquellos países de colonización anglosajona (Norte América, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Tasmania), tampoco es relevante el negocio de la esclavitud holandesa que duró hasta finales del siglo XIX, las brutalidades de belgas y franceses en sus colonias africanas durante los dos siglos pasados o el reciente siglo XX, donde abundaron los genocidios por cuestiones ideológicas y raciales. Todo eso no importa, lo importante es señalar que España es el país cruel y genocida por excelencia.
En lo que a la imprenta y propaganda se refiere, los protestantes eran los más avanzados de su tiempo. Difamaron a España mediante la impresión de libros y especialmente panfletos y folletos, que posteriormente se complementaron con los grabados del belga Theodor de Bry, al que debemos todas esas imágenes de los crueles españoles cazando y asesinando indios, lo que evidenció de forma práctica que una imagen vale más que mil palabras. Respecto a la defensa contra la propaganda española, debemos señalar el gran error de España y, en nuestro juicio, de Felipe II, que no consideró importante dar la batalla difamatoria. Tanto es así, que incluso prohibió que se publicaran biografías suyas en vida, los españoles hablábamos en los campos de batalla y no a través de la propaganda -craso error-. Esta tendencia a pensar que no es importante defenderse de los ataques difamatorios de enemigos extranjeros se extiende hasta el siglo XX.
Así pues, Países Bajos y Alemania ganaron la batalla mediante la propaganda y el apoyo de los enemigos de la corona. Para que nazcan nuevas potencias primero deben caer las existentes, por lo que las potencias de Francia e Inglaterra no dudaron en apoyar a los protestantes contra el dominio español, ya fuese con hombres, oro, propaganda o logística.
El papel de Inglaterra y Francia
“Los espías son el elemento fundamental de la guerra, porque de ellos dependen las estrategias de las operaciones militares.” Sun Tzu, El arte de la guerra
Si hubiese que definir cuáles han sido los enemigos históricos de España en Europa, indiscutiblemente serían Inglaterra y Francia. Ambas potencias han sido rivales de España por factores militares, religiosos o comerciales, especialmente a partir del siglo XVI. A este respecto, ambas potencias difundieron la leyenda negra con el fin de difamar al imperio aludiendo a los tópicos parecidos, aunque no idénticos, de ser una potencia cruel, atrasada, intolerante y salvaje y, por otro lado, aminorar sus propios fracasos que, por mucho que a nivel popular se pasen por alto, cometieron grandes errores igual que nosotros.
Además de la imprenta, otro aspecto importante en la difusión de la leyenda negra es la consolidación de los servicios secretos como forma de extraer información o divulgar determinadas ideas. En este sentido, uno de los agentes que más difamó a España y su corona fue Antonio Pérez, exsecretario y hombre de confianza de Felipe II que, tras tergiversar, mentir e incluso asesinar por ganar mayor peso en las decisiones de Estado, fue descubierto y encarcelado. Antonio Pérez, que según cuentan muchos historiadores era un personaje muy inteligente, consiguió escapar de su prisión y huir a Francia y posteriormente a Inglaterra. En ambos países intercambió información por favores y continuó su campaña contra la corona, especialmente contra Felipe II. Entre las diferentes conjuras en las que participó, se dice que intentó una invasión francesa y que proporcionó información vital para el ataque inglés a Cádiz en 1596.
Comentando brevemente, Inglaterra expandió nuestra leyenda debido al avance del protestantismo en su país con el consiguiente apoyo a los rebeldes flamencos y la intención de acaparar todo el comercio en el Atlántico -ya que hasta entonces habían sido simples piratas-. En palabras del inglés Niall Ferguson, profesor de historia en las universidades Harvard y Nueva York y escritor de “El Imperio Británico. Cómo Gran Bretaña forjó el Orden Mundial.”:
“El Imperio Británico había nacido sobre el expolio y el saqueo indiscriminado del Imperio español a manos de piratas y delincuentes (precursores también de los mercenarios), alentados y protegidos por el rey inglés de turno, con un vendaval de latrocinio y violencia marítima y por una nada sana envidia del español.”
Inglaterra, que también fue nuestro principal competidor en la expansión del continente americano a partir del XVII, invirtió grandes esfuerzos en consolidar una imagen negativa de España, apoyándose en la propaganda protestante cuando les venía bien. De esta forma se extendió la imagen de los malvados conquistadores españoles, que es fantástica para no entrar a valorar por qué en todos los territorios colonizados por los ingleses la población originaria diezma drásticamente.
Respecto a las derrotas contra Inglaterra, la mayor parte de las personas conocen las derrotas españolas de la mal llamada “La Armada Invencible” o la derrota de Trafalgar pero, ¿cuántas personas conocen el desastre de la Contraarmada de Drake o el ridículo de Vernon en el ataque a Cartagena de Indias defendida por Blas de Lezo?
En lo que a Francia se refiere, si bien nuestra rivalidad es muy antigua, no será hasta la Ilustración donde se consoliden los tópicos leyenda negristas del oscurantismo, el fanatismo religioso y el atraso cultural y científico en España, frente a la iluminadora, tolerante y avanzada Francia. La literatura fue otro de los grandes medios que Inglaterra y Francia utilizaron para impulsar y perpetuar la leyenda negra antiespañola.
Entre los siglos XVI-XVIII, la mayor parte de los ingleses y franceses que viajaron a España difundieron la imagen de un país atrasado, salvaje e intolerante; y sus habitantes, fueron caricaturizados como pendencieros, vagos y maleantes. Era habitual encontrar en estas obras que el personaje español fuese representado con bigote y perilla, la imagen habitual del diablo. A partir del auge del Romanticismo en el siglo XIX, muchos escritores ven en España el espacio de “Oriente en Occidente” y comienzan a ensalzar la historia, tradición y cultura españolas, como el recuerdo de un pasado medieval en una Europa que se transformaba rápidamente. Aunque muchos de los autores de este periodo hablaron bien sobre la Península Ibérica y sus gentes, el interés subyacente reforzaba uno de los tópicos más frecuentes de la leyenda negra: el atraso de lo español frente a Inglaterra y Francia.
Estos tópicos, favorecidos por la llegada de los borbones a la corona española en 1700, fueron de gran utilidad para tapar cómo la heroica revolución inicial fue degenerando en un régimen de terror, donde guillotinar disidentes en la Plaza de la Revolución (hoy Plaza de la Concordia) era el espectáculo estrella de la ciudadanía, donde sucedieron golpes de Estado, expropiaciones, los primeros genocidios por cuestiones ideológicas y donde se estableció un gobierno dictatorial que derivó en las Guerras Napoleónicas por toda Europa. Todo un ejemplo de tolerancia y desarrollo. Aún con todo esto, el uso de España como chivo expiatorio y personificación de la intolerancia lleva a muchos españoles a afirmar que es una lástima que la invasión napoleónica no triunfara en nuestro país.
Cambio de dinastía, élites y complejo español
“Oh Patria! Cuántos hechos, cuántos nombres;
cuántos sucesos y victorias grandes…
Pues que tienes quien haga y quien te obliga,
¿Por qué te falta, España, quien lo diga?”
Lope de Vega
Para terminar nuestro análisis sobre cómo y dónde surgió la leyenda negra española y cómo se ha extendido hasta nuestros días, cerraremos este punto con el cambio de dinastía, la asimilación de la leyenda negra por parte de las élites españolas y la forma en la que ha derivado en lo que se conoce como el complejo español, que entre sus diferentes mantras encontramos los clásicos: lo de fuera es mejor que lo de aquí, somos un país de incultos, vagos, pícaros e intolerantes, cuánto tenemos que envidiar a nuestros vecinos del norte de Europa o que tenemos la clase política que nos merecemos.
Los borbones se sientan en el trono de España tras ganar la Guerra de Sucesión Española (1700-1713), que se libró principalmente en suelo extranjero, aunque también tuvo una contienda civil entre los partidarios de uno y otro bando, es por el carácter internacional y la importancia de la misma que algunos historiadores la denominan la primera guerra verdaderamente “mundial.” . La guerra terminó con la victoria del francés Felipe de Anjou, que en adelante pasará a ser Felipe VI, nieto de uno de los principales enemigos de la nación española, Luis XIV.
El cambio de dinastía de Austrias a Borbones implicó principalmente dos cosas: la demonización del periodo anterior y el afrancesamiento político y social. Según algunos autores, buena parte de la imagen que actualmente tenemos en España sobre los Austrias planta su semilla en la deslegitimación que llevaron a cabo sus rivales, donde se aminoraron los logros y se magnificaron los errores, a fin de crear la imagen de que antes estábamos mal gobernados por oscurantistas e intolerantes y ahora vienen los franceses a mostrarnos la luz. Esta superioridad de lo francés sobre lo español, que en los siglos anteriores se trataba de un evidente complejo de imperiofobia similar al que sufrieron muchos otros imperios, se refuerza con las reformas borbónicas y la ilustración francesa, donde se importan las ideas, costumbres y modas francesas. En cuestión de décadas, España había pasado de ser el imperio transatlántico más grande del mundo, aspirante a la “monarquía universal” y potencia comercial y cultural, a quedar relegado detrás de Francia de donde debemos copiar sus costumbres, maneras, arte, vestimenta… ¿Por qué? ¿Acaso la potencia que en los últimos siglos había descubierto, conquistado y civilizado casi medio mundo había perdido su facultad de pensar? ¿Acaso el que por entonces era el país europeo más extenso y desarrollado en sus diferentes territorios -al respecto en uno de los tópicos abordamos la involución española y comparamos el desarrollo de América del Norte y del sur- debe pensar y actuar como le digan sus vecinos?
Efectivamente, los franceses vinieron a civilizar a los salvajes y subdesarrollados españoles que, si bien no podemos negar que habíamos conquistado a medio mundo y habíamos sido una potencia comercial creadora de la primera globalización en la historia, todo se debe a cuestiones externas como el azar o la suerte y no a méritos propios porque si no, ¿cómo es que los cultos y avanzados franceses sólo se habían expandido por parte del hemisferio norte Americano y algunas colonias del Sudeste asiático hasta entonces? Durante este periodo, además de reforzar el argumento del imperio inconsciente, se instaló el tópico del español como una persona indolente y atrasada, acuñando la frase de “África empieza en los Pirineos”.
Frente a estos agravios, el lector puede pensar ¿Y nadie defiende a España? ¿Qué pasa con las élites españolas? Las élites estaban más preocupadas en mantener su posición en la nueva estructura de poder que en defender a España o los logros de la dinastía anterior, y los que no callaron por interés, asimilaron que las ideas debían importarse de Francia. A nivel institucional, España nunca trató de combatir la propaganda extranjera con propaganda propia, la defensa de España frente a los ataques de otros viajeros o intelectuales extranjeros -que habitualmente ni siquiera habían estado en nuestro país- surgía de la iniciativa propia y aislada de algunos autores pero nunca de forma coordinada y sistemática, y no sería hasta el siglo XX con la excelente obra de Julián Juderías, cuando comenzaron a proliferar los autores interesados en la leyenda negra y en estudiar los tópicos de forma exhaustiva hasta llegar al elevado número de autores nacionales que tenemos hoy en día desmintiendo prejuicios históricos –malvados fachas, evidentemente-. De entre los escasos autores que defendieron parcialmente a España y los prejuicios contra los españoles, destacamos el teatro de Lope de Vega contra los prejuicios italianos sobre los salvajes y lascivos españoles o Quevedo, uno de los primeros en hacerlo de forma directa con su obra España defendida.
Así pues, los complejos e inseguridades se fueron adentrando desde los estratos más altos de la sociedad hasta el mismo pueblo que años atrás había aspirado al dominio mundial, hasta el punto de que es en el extranjero donde se deciden muchas de las cuestiones de Estado, es en el extranjero desde donde se deben importar las ideas y es en el extranjero donde los españoles debemos fijarnos y actuar en consecuencia.
Enlazando con el punto anterior sobre la literatura, un buen ejemplo de la influencia de los extranjeros en la concepción de España por autóctonos y foráneos es el hecho de que somos el único país cuya historia la escriben los extranjeros, literalmente. Durante los siglos XVII y XVIII las publicaciones sobre la historia de España corren a cargo de autores franceses e ingleses, a los que posteriormente se sumarán numerosos historiadores estadounidenses, que nos cuentan a los propios españoles cómo es, qué ha pasado y cómo se ha vivido en España -a este respecto solo hay que observar la abundante bibliografía extranjera durante estos siglos en comparación a los estudios históricos nacionales-.
Otro ejemplo es el término “hispanista”, utilizado para referirse a aquellos autores especializados en el estudio de la historia y cultura hispana, que no tiene homólogos en otros países: no existe el término alemanista, portuguesista, britanista o francesista -no utilizaremos el término francoista por el riesgo a ser interpretado como delito de odio con la imparcial ley de Memoria democrática-. Durante los últimos siglos, la historia de España la han escrito franceses y anglosajones y, cuando sale un autor español con datos y una interpretación propia contraria a la corrección política o a los mantras habituales sobre el complejo de los españoles, es tachado de facha y difamado en diferentes medios, como le ha ocurrido a Elvira Roca Barea, Pío Moa, Federico Jiménez Losantos, César Vidal o Iván Vélez, por citar algunos.
En nuestra opinión, de este complejo inicial, de los movimientos nacionalistas y de la última dictadura surgida en el siglo pasado, donde se realizó la característica propaganda patriótica del siglo XX -propia tanto de estados totalitarios como democráticos-, ensalzando figuras y episodios históricos como el Cid Campeador, los Reyes Católicos o la Reconquista, ha derivado que la historia en España sirva como herramienta de división y enfrentamiento entre la nación, a diferencia de otras potencias donde ha servido como construcción de un orgullo nacional que une a todos los integrantes de la misma. A este respecto, debemos señalar que el hecho de que la mayor parte de las formaciones políticas de izquierda sean hispanófobas y repudien la historia y los símbolos nacionales es un rasgo exclusivo de la izquierda española, que no encuentra paralelismos tan extendidos en ningún otro país occidental.
Al margen del hito histórico que supuso la Transición Española -con todas sus sombras que no abordaremos en esta crítica-, donde los bandos que nos condujeron a la guerra civil entonaron un mea culpa y se dieron la mano para volver a unir las dos Españas, hoy en día los símbolos nacionales y la guerra civil son utilizados por muchos políticos como armas arrojadizas, ya que viniendo de un siglo XX como el nuestro, es una forma eficaz de sumar fieles a tu causa con la clásica dicotomía: los buenos y los malos, los nuestros y los suyos. De esta forma, en un país donde abundan las hazañas y los personajes de película, hemos llegado al punto donde si hablas bien sobre la historia de España resulta que eres un facha o un franquista y, lo que es peor, que otra vez las élites son las que ignorante o temerariamente remueven el pasado y enfrentan a los ciudadanos por fines partidistas y personales, como si no supieran de los peligros que eso encierra.
El problema de la corrección política y el presentismo
“El mayor impacto de la cultura de la corrección política en el campo de la historia ha surgido con la doctrina del victimismo, concepto fundamental de esta ideología.” Stanley G. Payne; En defensa de España, 280
La corrección política busca la sustitución de diferentes creencias, opiniones, hábitos y culturas hegemónicas en Occidente por otras nuevas, acordes a la ingeniería social del pensamiento único. Para conseguirlo, es necesario hacer tabla rasa sobre los logros y la importancia de los países occidentales en la concepción del mundo actual, señalarlos como los culpables de todas las desgracias habidas y por haber y deconstruyendo los pilares que históricamente han sostenido la sociedad occidental -la familia, la libertad, las identidades y culturas nacionales, la figura del hombre blanco…- para lo cual, la deconstrucción de la historia es clave.
Como señala el gran hispanista Stanley G. Payne, esta nueva corriente ideológica pone el foco en el victimismo, alineándose con aquellas culturas o minorías que en un periodo determinado hayan sido oprimidas por Occidente -como si los países occidentales nunca hubiésemos sido invadidos u oprimidos por otras culturas-, generalmente por la santísima trinidad de “raza-clase-género”, que se ha impuesto en las facultades de historia como los principales factores que originan opresión y desigualdad.
Así pues, se establece un chivo expiatorio al que culpar de todos los males y errores contemporáneos, lo cual es perfecto para evitar hacer autocrítica y permite señalar a otros como artífices de nuestros problemas, lo cual es el caldo de cultivo perfecto para populistas y demagogos que ofrecen soluciones fáciles a problemas complejos. Esta continua ausencia de responsabilidad, donde se culpa a terceros de todo lo malo que ocurre (globalización, capitalismo, occidente…), es el principal obstáculo que tienen muchos países del mal llamado primer y segundo mundo, ya que si no reconoces los errores, nunca podrás solucionarlos.
Para que la corrección política alcance sus objetivos, es necesario llevar a cabo un revisionismo de la historia que, para que no parezca ridícula, pretende sustituir el historicismo (DRAE: Tendencia intelectual a reducir la realidad humana a su historicidad.), donde se estudia la historia a partir de las circunstancias y la mentalidad de la época, por el nuevo presentismo, que pretende juzgar la historia con los valores y la mentalidad contemporáneos.
El presentismo es un síntoma claro del posmodernismo y la corrección política que impera y avanza en nuestra sociedad. Partiendo de su tan característica superioridad moral e intelectual, se sienten legitimados para juzgar episodios históricos tan diferentes y complejos desde la seguridad y el confort que brinda el siglo XXI, en vez de tratar de entender y aprender de nuestra historia. Otro punto donde se puede apreciar cuán asentada está en nuestras sociedades dicha corriente presentista, es el escaso interés por saber qué ha ocurrido antes de que nosotros llegáramos aquí. La falta de curiosidad por la historia, especialmente entre los más jóvenes, cae en la egocéntrica idea de pensar que ellos conforman las generaciones más inteligentes y avanzadas y que son capaces de entender el mundo en el que viven sin necesidad de saber cómo se ha llegado hasta aquí. Como si no disfrutaran de los frutos por los que muchas otras personas murieron defendiendo, y no fuese fundamental aprender de los errores y aciertos que han creado la sociedad que tenemos la suerte de disfrutar hoy.
¿Debe España pedir perdón?
“La progresía que tanto critica la actuación española en el Nuevo Mundo debiera considerar que no se puede juzgar con criterios modernos el comportamiento de unos hombres de mentalidad y principios muy distintos a los nuestros. Ni podemos medir con el mismo rasero a los españoles del siglo XVI y a los gobiernos independientes del siglo XIX que exterminaron a sus indios.” Juan Eslava Galán, La conquista de América contada para escépticos; 616
En los últimos años están surgiendo diferentes personajes políticos que, apoyándose en el victimismo y la opresión que sus respectivos pueblos sufrieron hace siglos, tratan de sacar réditos políticos con los movimientos indigenistas y pretenden que España se disculpe por lo que pasó hace casi 500 años. Entre estos políticos defensores del pueblo y sus gentes, encontramos al presidente de Méjico López Obrador, célebre por sus recomendaciones de abrazarse durante la pandemia del COVID19, Evo Morales, polémico expresidente de Bolivia, o incluso Nicolás Maduro, amante de la libertad y los derechos humanos, especialmente entre los venezolanos -nótese la evidente ironía al respecto-. Y cómo no, tratándose de España, también surgen diferentes periodistas y medios de comunicación españoles que ven lógico que España pida perdón por la conquista.
Respecto a un tema tan polémico y controvertido, no son pocos los historiadores, periodistas y escritores que han salido en defensa de España señalando el descaro del presidente mejicano: Antonio Escohotado, Juan Eslava Galán, Artúro Pérez-Reverte, Enrique Moradiellos, María Elvira Roca Barea, Alberto G. Ibáñez, Iván Vélez, Federico Jiménez Losantos… y muchísimos autores más, que entienden el requerimiento de López Obrador como un sin sentido -por decirlo amablemente-.
Al respecto, la respuesta de Políticamente Incorrecto es, como no podía ser de otra manera, que no. En primer lugar porque no se puede hacer un revisionismo de la historia y pedir explicaciones sobre unos acontecimientos a medio milenio vista ya que, de ser así, en España hemos sido invadidos por fenicios, griegos, cartagineses, romanos, pueblos bárbaros y musulmanes, ¿deberíamos pedir responsabilidades a los respectivos países contemporáneos? Además, estos pueblos se instalaron en la Península mucho antes que el periodo conquistador español y acabaron con la mayor parte del legado cultural de los pueblos íberos que la habitaban, lo cual no sucedió con la mayor parte de la cultura indígena en América -respecto a temas culturales, podríamos argumentar los evidentes beneficios que trajo la civilización occidental como el derecho, las escuelas, universidades, hospitales, caminos para las comunicaciones, desarrollo de rutas comerciales… y un largo etcétera bastante conocido pero no por ello menos importante.-.
También podemos argumentar que el victimismo indigenista reduce su relato de la conquista de Méjico a los pobres indios que fueron asesinados y expoliados por los malvados españoles, lo cual demuestra un profundo desconocimiento de la historia. La conquista de América se realizó por los propios americanos, no por los españoles. Hernán Cortés llegó a México con poco más de 500 hombres, ¿alguien cree que 500 hombres pueden tumbar al imperio azteca que solo en Tenochtitlán tenía una población de entre 80.000-250.000 personas? Evidentemente no. El relato indigenista -como todos los movimientos organizados por las élites y no surgido espontáneamente del pueblo-, saben utilizar los sentimientos y ponen el foco en aquello que les interesa, en este caso los indios aztecas, omitiendo datos tan importantes como que el imperio azteca sometía despóticamente a los pueblos de su alrededor -obligándoles a ceder a sus hijos para sacrificios de los dioses aztecas-, aspecto que supo aprovechar Cortés que se alió con los diferentes pueblos sometidos y juntos lucharon contra el yugo azteca -las crónicas relatan la honorable lealtad de algunos de estos pueblos para con los españoles-. Por tanto, el grueso del ejército español que conquistó el imperio azteca era indígena, para los cuales, los españoles éramos sus liberadores y no conquistadores .
En nuestra opinión, el relato indigenista sobre la conquista de Méjico genera su discurso victimista desde la perspectiva de la sociedad azteca -”la sociedad más monstruosa que se recuerda”, según Antonio Escohotado-, la cual realizaba sacrificios humanos a sus dioses, en vez de centrarse en la opresión sufrida por las otras tribus como los tlaxcaltecas y totonacas que eran sometidas y sacrificadas para unos dioses en los que no creían.
Respecto al supuesto genocidio a manos de españoles, que desarrollaremos más adelante, simplemente señalar la importancia que tuvieron las enfermedades, fruto del choque cultural, en la elevada mortalidad de los indígenas -especialmente mortal para los indígenas fue la viruela y para los europeos la sífilis-. Otro argumento contra el gencidio español es destacar la notable diferencia en el número de población indígena entre los territorios ocupados por los ingleses y los conquistados por los españoles (América del Norte y América del Sur), donde los unos exterminaron y los otros se mezclaron. Las únicas partes de Hispanoamérica donde no se aprecia población indígena es en Argentina y Uruguay, debido a los genocidios especialmente brutales de los criollos en estas zonas después de la independencia (S.XIX), y no durante la conquista española (S. XVI).
Para terminar de argumentar nuestra respuesta sobre por qué España no debe pedir perdón por la conquista de América, haremos mención a que ellos fueron los que se quedaron en América, no nosotros. Los nacidos en España, o bien nuestros antepasados no fueron a América o bien se volvieron pero, los nacidos en América y especialmente los que saben que tienen antepasados procedentes de la Península Ibérica como es el caso del presidente de Méjico -que dice tener ascendencia cántabra-, fueron ellos los que se asentaron en América y participaron de forma más o menos activa en los hechos que hoy sus nietos o bisnietos nos echan en cara a los españoles.
Los tópicos de la Leyenda Negra
“España es el único país occidental, y probablemente del mundo, en el que una parte considerable de sus escritores, políticos y activistas niegan la existencia misma del país, declarando que “la nación española” sencillamente “no existe”. Todavía es mayor la negación de otros aspectos relativos a la historia, y la utilización de algunos elementos, ya sean falsos o ciertos, es más exagerada que en otras partes, al tiempo que las distorsiones, sobretodo de su historia contemporánea, son más profundas.” Stanley G. Payne, En defensa de España, 283.
En esta sección abordaremos algunos de los tópicos más habituales de la leyenda negra. Hemos escogido los que consideramos más importantes por cuestiones de extensión:
Expulsión de judíos en 1492 y España como un país antisemita
“Es lamentable en extremo que los mitos de la hispanofobia lleven la etiqueta de la respetabilidad intelectual. Esto contrasta con prejuicios tales como el de la supremacía blanca o el denominado antisemitismo que, muy al contrario, no llevan tal pasaporte.” Philip. W. Powell, El árbol del odio, 5; citado en María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y Leyenda Negra, 84)
No entraremos a analizar la muy acertada observación de Powell sobre la doble vara de medir diferentes prejuicios, donde unos son condenados y otros son aceptados socialmente, partiendo ambos de un odio común. Dejando esto a un lado, nos centraremos en la acusación de que España es un país antisemita donde se expulsaron a los judíos en 1492. Esta afirmación, además de estar descontextualizada y errónea técnicamente hablando, es un buen ejemplo de cómo los prejuicios sobre España se han ido creando o modificando en función de los intereses de los difamadores.
La leyenda negra que hoy nos tacha de país antisemita es la misma que durante el siglo XV y aún durante el XVI nos repudiaba precisamente por lo contrario. Como hemos explicado en el origen de la leyenda negra, los humanistas italianos nos consideraban católicos de segunda o católicos impuros, ya que en nuestra península habíamos vivido con moros y judíos y nuestra sangre, al estar mezclada, era impura. Bajo este argumento abiertamente racista, los insultos a los españoles han ido variando desde impuros y marranos, hasta retrógrados y antisemitas, manteniendo únicamente el aspecto racista de los mismos.
A menudo se presenta la expulsión de los judíos en España como si hubiese sido una anomalía propia de los retrógrados y católicos españoles, lo cual puede venir muy bien a según qué lobbys o políticos de turno, pero es una afirmación históricamente falsa y que merece la pena contextualizar. Un buen ejemplo de ignorancia y vergüenza ajena lo encontramos, una vez más, en los políticos independentistas catalanes. En este caso fue Clara Ponsatí, ex consejera de Puigdemont, que en otro alarde de “rigor histórico”, tuvo la osadía de decir en Estrasburgo que los Reyes Católicos fueron la inspiración de Hitler -nos ahorramos los descalificativos al respecto-.
Por unos u otros motivos, la expulsión de los judíos ha sido una constante a lo largo de la historia. Centrándonos única y exclusivamente en Europa, hubo numerosos países que expulsaron a los judíos antes y después, además de ser expulsiones mucho más duras que la que sufrieron en España. Estos son algunos de los países que se suelen omitir: la primera potencia en expulsarlos masivamente fue Inglaterra en el año 1290 bajo el reinado de Eduardo I, el Piernas Largas, doscientos años antes que España; le siguió Francia en 1306, 1321, 1322 y en 1394 (esta última también fue en grandes proporciones); Hungría los expulsó en 1349; Austria en 1421; fueron invitados a irse forzosamente de diferentes localidades de Italia y Alemania durante los siglos XV y XVI; en Lituania los expulsaron en 1445 y 1495; Portugal en 1497; Bohemia y Moravia (actual República Checa) en 1744; y durante el siglo XX tampoco estuvieron a salvo. Para variar, unos tienen la fama y otros cardan la lana.
Por otro lado, el uso de la palabra expulsión para definir la marcha de los judíos de España es matizable. En España no se expulsó a los judíos como tal, únicamente a aquellos que no querían convertirse al cristianismo -que igualmente es intolerable a ojos del siglo XXI, pero que era muy común en el siglo XV-, lo cual a efectos prácticos suponía lo mismo para aquellos que no querían renunciar a su religión, pero no lo supuso para aproximadamente al 60% de la comunidad judía que se convirtió y se quedó en España.
Entre los múltiples datos que habitualmente se omiten, debemos señalar que el edicto de expulsión del 1492 es un proyecto de los Reyes Católicos para la unificación política y religiosa del país. Algunos autores señalan que pudo ser el motivo por el que en España no tuviésemos guerras de religión como las que asolaron Europa en los siglos posteriores. Esta unificación se produjo tras diferentes intentos de realizar una conversión pacífica al cristianismo sin el uso de medios coactivos. Tanto es así que aquellos que decidieron mantener su religión y marcharse de España, conservaron todos sus bienes salvo el oro y la plata, lo cual no sucedió en muchos otros países donde además de ser expulsados les confiscaron todos sus bienes. Un ejemplo de los muchos descendientes de judíos conversos que se quedaron en España fueron: Fernando del Pulgar y Diego de San Pedro, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Fernando de Rojas, Fray Luis de León, Diego de Velázquez, el propio Miguel de Cervantes, e incluso el rey Fernando el Católico tenía una abuela judía.
Respecto la acusación de antisemitismo, hay que recordar que la comunidad judía estaba muy asentada en España, por lo que su expulsión en 1492 fue traumática para ambas partes. Dentro de la tolerancia religiosa que se puede esperar en la Edad Media -donde el relato posmoderno actual pretende hacernos creer que las tres culturas vivían poco menos que en paz y armonía y que la rápida expansión de los musulmanes se debió a su tolerancia con otras culturas-, de la misma forma que hubo matanzas y reclusiones entre los siglos XIII y XV, también gozaban de algunas libertades o privilegios para ser la religión minoritaria en una época caracterizada por su intolerancia religiosa. Antes de su obligada conversión, los judíos que vivían en España estaban exentos de pagar el diezmo, eran propietarios de tierras (lo cual les era negado en otros países), tenían una legislación propia donde elegían a sus propios representantes y jueces, y ocupaban altos cargos en la administración del reino. Debido a estos factores, la comunidad judía en España fue la más numerosa de Europa durante el siglo XIII y, a partir de entonces, comenzamos a recibir más emigrantes judíos que habían sido expulsados de otros países.
De la misma forma que algunos se empeñan en tachar de antisemitas a los españoles por acontecimientos de hace más de 500 años, ¿Habrán oído hablar estos defensores de la comunidad judía de Ángel Sanz Briz? Casi todos conocemos la película estadounidense de “La lista de Schindler”, donde el miembro del partido nazi Oskar Schindler, elabora un plan para salvar la vida de mil judíos durante el Holocausto nazi en Alemania. Esta increíble historia tiene su homólogo español en Ángel Sanz Briz, “El ángel de Budapest”, salvo porque en vez de salvar en torno a mil personas, consigue salvar entre cuatro y cinco mil judíos en el avance de los nazis en la capital húngara. ¿Deberían estos defensores de las injusticias reevaluar sus juicios morales y analizar si tienen más peso acontecimientos que tuvieron lugar hace más de medio milenio que los que hace menos de un siglo? ¿Se habrán dado cuenta de que no se puede generalizar el carácter de un país por informaciones sesgadas y anacrónicas?
Sintetizando lo expuesto en líneas anteriores, la estigmatización de España como un país antisemita donde se expulsó masivamente a los judíos es una afirmación falsa y descontextualizada, como todos los tópicos que conforman nuestra leyenda negra. ¿Es justo señalar a España por la expulsión de los judíos cuando sucedieron muchas otras expulsiones en otros países, tanto antes como después, y además mucho más hostiles y duras para los judíos expulsados? ¿Podríamos hablar de antisemitismo en un país donde los judíos contaban con exenciones fiscales, regían su propia política y justicia y ocupaban cargos de importancia en la administración del reino? y por último ¿La afirmación de Clara Ponsatí está justificada o es otro ejemplo de manipulación histórica, difamación y victimismo al que nos tienen acostumbrados?
La inquisición española
“La Inquisición española que conocen los extranjeros es una Inquisición tópica aprendida en noveluchas sadomasocas o en el cine de terror: hermosas doncellas desnudas sobre el potro de tormento y lascivos frailes encapuchados que las contemplan a la agria luz de un hachón pendiente de una argolla sobre el muro salitroso de la mazmorra. (…) y al fondo de la horrible escena, recortado en el angosto ventanuco, una visión de las noches de Oriente, la Alhambra, la Giralda o la Puerta de Alcalá (¡ellos qué saben!).” Juan Eslava Galán, Historia de España contada para escépticos, 227)
Al margen del característico estilo humorístico -y didáctico- del historiador jienense, la inquisición es uno de los lastres que más pesan sobre los españoles y de los que más eco han tenido en el extranjero. En Políticamente Incorrecto no vamos a defender un sistema represivo que atentaba contra las libertades de las personas, donde juez y verdugo eran la misma persona, donde se hacía uso de la tortura para obtener confesiones, donde censuraban, mataban y a menudo era utilizado entre los ciudadanos como instrumento de venganza para delatarse falsamente unos contra otros. Lo que sí queremos es contextualizar los hechos y reivindicar que la intolerancia religiosa y el salvajismo eran rasgos comunes en la época y no algo típicamente español, como a menudo dejan entrever aquellos que sacan a relucir el tema.
Comenzaremos argumentando que todas las religiones monoteístas (cristianismo, judaísmo e islamismo) aspiran a convertir al prójimo a su doctrina, ya que Dios es uno y verdadero, por lo que el resto son herejes que deben convertirse por voluntad propia o a la fuerza. Respecto al origen etimológico de la palabra, inquisición procede de inquisitio, que era la pesquisa a partir de la cual el prelado interrogaba al supuesto hereje.
La Inquisición, que nació en la tolerante Francia durante los siglos XII y XIII, comprende dos periodos diferenciados: la Inquisición medieval o pontificia, que ejercía en nombre de la Iglesia y actuó en Francia, Alemania, Italia, Portugal, Polonia y Aragón; y la posterior inquisición española, rescatada por los Reyes Católicos para forzar la conversión de judíos -primeramente en Andalucía-, que estaba al servicio de la monarquía.
La Inquisición española comenzó muy fuerte, tanto en número de acusaciones como en muertes, pero poco a poco fue reduciendo en método y forma. Una vez desaparecidos los conversos, señalaron a luteranos, blasfemos, hechiceros o iluminados para terminar, ya en el siglo XVIII, reprimiendo actuaciones más morales y políticas que religiosas, como la blasfemia, bigamia, sodomía, los solicitadores (clérigos que acosaban sexualmente) o las proposiciones liberales (delitos políticos). En la primera mitad de este siglo, se quemó a 111 personas, se reconcilió (castigó) entre mil y dos mil y, en la segunda mitad del siglo, los relajados (asesinados) fueron menos de 15.
Al margen de la propaganda antiespañola de los siglos XVI en adelante, donde la inquisición se presenta como el sueño húmedo de muchos leyendanegristas -y no sin razón, recordemos que pese a haber sido común en casi todos los países europeos, fue en España donde su institucionalización se mantuvo hasta el siglo XVIII-, no son pocos los que adornan sus novelas y obras con situaciones y datos completamente desvirtuados de decenas de miles de personas quemadas por la Inquisición española y el malvado Tomás Torquemada (1420-1498) -que por cierto era converso, igual que su sucesor al cargo, Diego de Deza (1443-1523)-.
Las evidencias documentales desmienten los relatos literarios y bajan sensiblemente la cifra de los ejecutados por la Inquisición española entre el 1480-1834 hasta los 2.000 judaizantes mandados a la hoguera, 300 moriscos, 150 protestantes o iluminados, 130 acusados de sodomía y unas decenas de brujas.
En línea con lo expuesto en el párrafo anterior, el historiador británico Henry Kamen, que dedicó un libro completo al estudio sobre la Inquisición española (La Inquisición española: una revisión histórica), cifra el número de muertos durante los 356 años de existencia por debajo de los 3000. El número de víctimas se puede dividir en dos periodos: la primera época, más intensa, con en torno a 2.000 ejecutados (desde su inauguración hasta la coronación de Carlos V) y, en los tres siglos siguientes, un total de 1.000 ejecutados.
Es evidente que 3.000 ejecutados es una cifra enorme de personas asesinadas y, como hemos dicho al principio de la crítica, no seremos nosotros quienes defiendan un sistema represivo e intolerante. Lo que sí defendemos es la imagen de España contra la acusación de ser un país religiosamente intolerante. Veamos algunos datos de otros países donde les gusta señalar y dar ejemplo de tolerancia:
En Francia, garante de la Libertad, a menudo se olvida la Matanza de San Bartolomé en 1572 donde, por motivos religiosos, los hugonotes fueron asesinados en masa durante meses y especialmente en la noche del 23 al 24 de agosto, donde se calcula que fueron asesinados unos 15.000 hugonotes.
En Inglaterra, el ambiente que se respiraba tras la conversión de Enrique VIII y la creación del anglicanismo (1534) no era especialmente lo que podemos denominar como tolerante. En total, se estima que durante las tres décadas de persecución se cobraron 20.000 vidas, a lo que hay que sumar los 3.000 católicos asesinados por Cromwell en la católica Irlanda.
En la Alemania protestante, el juego de Martín Lutero de animar la revuelta campesina y, al mismo tiempo, decirle a la nobleza que debía reprimirla, se saldó con 100.000 labradores muertos por cuestiones políticas y religiosas.
Por su parte, el calvinismo de Juan Calvino (1509-1564) tampoco se quedó muy rezagado de los estándares de tolerancia religiosa que imperaban en la época. Además del asesinato del teólogo español Miguel Servet, quemado vivo junto a sus libros, se le atribuyen otras 500 personas mandadas a la hoguera.
Por si estos datos no fueran suficientemente contundentes, si algo demuestra que la intolerancia religiosa era algo común en la época y que de ninguna manera se puede señalar a España como un rara avis intolerante es la persecución de las brujas. Las brujas fueron brutalmente perseguidas durante los siglos XV-XVIII y su elevadísima mortalidad, especialmente en países protestantes, es uno de los pasajes históricos más vergonzosos y sombríos que muchos de los países que acusan a España de intolerante suelen olvidar.
Sin ánimo de extendernos demasiado, estos son algunos de los datos que recoge Julián Juderías:
- La cacería de brujas en Alemania comenzó en el siglo XV y duró hasta finales del XVIII. Según recoge el autor, 600 personas quemadas en Bamberg, 900 en Wurzburgo, 500 en Ginebra y, según se vanaglorió un juez de Lorena, él sólo condenó a muerte a 800 brujas en dicha localidad.
- En Inglaterra, la quema de brujas también fue habitual. Antes de la llegada al trono de Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia (1566-1625), se habían quemado a 17.000 personas en Escocia y 40.000 en Inglaterra y, una vez llegó al poder, se mantuvo una media quinientas al año.
- Francia, Flandes y otros territorios de Europa también recogen persecuciones y quemas de brujas.
Resumiendo lo expuesto en líneas anteriores, ¿considera el lector que hay tanta diferencia en la tolerancia religiosa entre los diferentes países europeos? ¿Es justo señalar a España como el país más intolerante de los siglos anteriores?
En Políticamente Incorrecto pensamos que no. La intolerancia religiosa no es un rasgo nacional, sino una característica propia del pasado donde el fanatismo religioso imperaba en las sociedades, al menos en Occidente -desde finales del siglo XVIII la ideología sustituye a la religión a este respecto-. Pretender tachar a un país de intolerante cuando, en muchas ocasiones, los mismos que señalan han sido protagonistas de actos mucho más sangrientos y deleznables que el señalado, es una forma de difamar y escurrir el bulto. Un tópico más de la leyenda negra.
El monstruoso Duque de Alba:
“El objetivo de un buen general no es la lucha, sino la victoria. Ha luchado lo suficiente si alcanza la victoria.” Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel. III Duque de Alba.
Otro leitmotiv habitual es el del demoníaco duque de Alba, que reprimió de la forma más sangrienta y cruel concebible a los pobres protestantes desde su llegada a Flandes. Este argumento, como todos los que reducen las cuestiones a buenos y malos, merece ser contextualizado.
Que Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel reprimió brutalmente a los protestantes, es cierto; pero el relato de que fue una represión como nunca antes se había visto y que los protestantes eran poco menos que pobres aldeanos bienintencionados, no se corresponde con la realidad histórica. Vamos a explicarlo:
El primer punto que queremos señalar es que el relato sobre la terrible tiranía de los españoles en Flandes parte, principalmente, de la obra “El espejo de la cruel y horrible tiranía española en los Países Bajos”, encargada por Guillermo de Orange (enemigo número uno de España en ese territorio y máximo difusor de panfletos y obras propagandísticas de la época) que, entre otras falsedades, achaca a Juan de Austria diversas atrocidades a indios mejicanos cuando Juan de Austria ni siquiera pisó el continente americano. Posteriormente, el editor protestante Jan Evertszoon Cloppenburch (1571–1648), amplió la edición incluyendo la obra de Bartolomé de las Casas.
De la misma forma que existió una dura represión en Flandes, es evidente que los propagandistas tenían intereses personales en difamar el legado español -al respecto, solo hay que leer el nombre completo de la obra para percibir la imparcialidad: “Espejo de la cruel y horrible tiranía española perpetrada en los Países Bajos por el tirano, el duque de Alba, y otros comandantes del rey Felipe II”-.
Respecto a la visión de los pobres protestantes y la brutalidad del duque de Alba, cabe mencionar que éste llega en el momento en el que Isabel I de Inglaterra, principal apoyo de los protestantes, está asesinando católicos en masa y se producen los grandes saqueos calvinistas. Por otro lado, dos hermanos de Guillermo de Orange, Adolfo y Luis, pillaron desprevenido al Tercio Viejo de Cerdeña cerca del monasterio de Heiligerlee, donde la mitad del tercio perdió la vida entre la emboscada y el posterior asesinato a sangre fría por parte de los lugareños, cuando los soldados españoles buscaban refugio.
El episodio del Tercio Viejo de Cerdeña trajo importantes consecuencias, ya que tras el mismo el duque de Alba ejecutó a los condes de Egmont y Horn y, después de la victoria en la batalla de Jemmingen, algunos de los soldados restantes del tercio masacrado se tomaron la venganza por su mano contra la población civil de Heiligerlee. Este trágico suceso terminó con la mayor deshonra concebible en los tercios: disolución del tercio, estandartes y banderas resquebrajadas, la degradación individual de cada uno de sus soldados, que acabaron expulsados o reasignados, y la sumisión del Tercio Viejo de Cerdeña en la más absoluta deshonra.
El imperio colonial español:
“El concepto básico del Imperio español no fue lo que nosotros llamamos hoy día colonial. Más bien puede calificársele como el de varios reinos de ultramar oficialmente equiparados en su categoría y dependencia de la Corona con los similares de la Madre Patria […]. En general, la Corona no intentó imponer en América algo extraño o inferior a lo que regía en la Península.” Philip Wayne Powell, El árbol del odio, 34; (citado en María Elvira Rroca Barea, Imperiofobia y leyenda negra, 296)
Con este tópico entramos en los referentes a la conquista de América, sumamente difamada y de mucha actualidad, ya que es muy utilizada por populistas hispanoamericanos contemporáneos, que necesitan de un chivo expiatorio al que señalar de sus errores y que distraiga de la realidad social del país -lo de siempre-.
El colonialismo español es uno de los tópicos más extendidos, especialmente desde el siglo pasado, con la utilización de las palabras imperialismo y colonialismo con fines políticos -Lenin fue el primero en utilizar abiertamente estos términos en política, que asoció al capitalismo, los cuales fueron reciclándose por sus seguidores hasta nuestros días-, pero en el caso de España no corresponde a la realidad, ya que la estructura organizativa del imperio español en el nuevo mundo fue a través de virreinatos, no colonias.
Volviendo rápidamente a la explicación previa sobre el imperio español, según Gustavo Bueno, filósofo español del siglo pasado y padre del materialismo filosófico, en la historia han existido dos tipos de imperios: depredadores y generadores.
Un imperio depredador es aquel que establece pequeñas unidades políticas en los nuevos territorios a partir de las cuales extrae los recursos o materias primas que necesita sin necesidad de compartir el conocimiento, la tecnología, cultura y sin ninguna intención de establecer relaciones ni mezclarse con los habitantes del territorio ocupado, lo que comúnmente se conoce como colonias. La brecha de conocimiento entre ambas culturas es utilizada como herramienta de opresión. Los asentamientos de los imperios depredadores permanecen aislados de la población originaria, se rigen por leyes, normas y derechos propios y distintos a la población residente, además de ser asentamientos de tipo militar (centrados únicamente en extraer recursos) o familiar (con intención de ocupar el territorio con los mismos núcleos familiares del país de origen). Ejemplos de imperios depredadores han sido el inglés, el francés, el holandés y el portugués, entre otros.
Por otro lado, un imperio generador es aquel que comparte su conocimiento, tecnología, cultura y desarrollo con los pueblos conquistados, ya que la principal característica de los imperios generadores es que se mezclan con aquellas culturas que van absorbiendo. Los imperios generadores no se establecen en pequeñas fortificaciones aisladas a partir de las cuales se expanden o expolian, sino que conviven en las ciudades con los propios pueblos originarios, en los que invierten grandes cantidades de recursos (capital, conocimiento y trabajo) para crear infraestructuras que mejoren la vida de todos (caminos, hospitales, universidades…). Otra de las grandes diferencias de muchos imperios generadores es que las leyes y derechos son iguales para todos, ya que los territorios conquistados pasan a ser parte del imperio, y sus habitantes son súbditos del imperio con pleno derecho -evidentemente estamos hablando desde un marco teórico ya que, en la práctica, no siempre se aseguraron estos derechos; la diferencia que señalamos en este punto radica en la estructura organizativa, la legislación y los mecanismos que los propios emperadores establecen para evitar los abusos, que evidentemente puede diferir de su aplicación práctica-. Imperios generadores fueron el de Alejandro Magno, el Imperio Romano, el de Carlomagno y el Imperio Español.
En lo que a términos administrativos se refiere, la organización del imperio español en el Nuevo Mundo partía de tres niveles:
- Consejo de Indias: organismo que ejercía como autoridad en España sobre las cuestiones del otro lado del Atlántico.
- Virreyes, gobernadores y otros altos funcionarios: encargados de la administración política del imperio en las Indias. Estos funcionarios eran nombrados directamente por el rey y el Consejo de las Indias. En total, en las indias hubo cinco virreinatos, aunque el primer virreinato conocido como Colombino o de las Indias (el que le otorgaron los Reyes Católicos a Colón antes de su primer viaje en las Capitulaciones de Santa Fe), duró hasta la creación del Virreinato de Nueva España en 1535 por lo que en la práctica, hubo cuatro virreinatos que comprendían, más o menos, el territorio de diferentes países de la actualidad:
- Virreinato de Nueva España (1535-1821): actuales México, California, Texas y La Florida (EEUU), Guatemala, Costa Rica y El Salvador.
- Virreinato del Perú (1542-1824): originalmente: Perú, Colombia, Argentina, Ecuador, Chile, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Brasil, Venezuela, y Panamá.
- Virreinato de Nueva Granada (1717-1819): Panamá, Colombia, y Ecuador.
- Virreinato de Río de la Plata (1776-1810): Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y parte del sur de Chile y Brasil
- Audiencias: formadas por unos seis jueces “oidores” cada una. Eran señores legales que gobernaban en los diferentes territorios. En total fueron once audiencias: Santo Domingo, México, Panamá, Lima, Los Confines en Guatemala, Guadalajara en Nueva España, Santa Fe en Bogotá, La Plata de Charcas, Quito y Concepción en Chile.
Y para terminar, retomamos el elemento diferenciador más característico entre los imperios generadores y depredadores: el mestizaje.
Como habían ordenado los Reyes Católicos -y muy especialmente Isabel antes de morir- se debía favorecer y fomentar los matrimonios mixtos con los indígenas. Para los Reyes Católicos, los indios que abrazaran la fe católica eran tan súbditos de Castilla como cualquier vasallo ibérico, por lo que el matrimonio era una excelente forma de convertir a los indios y entrelazar ambas culturas.
Así pues, una vez terminadas las conquistas, los conquistadores se casaban con las hijas de los nobles indígenas, como sucedió por ejemplo con las hijas de Moctezuma.
Resumiendo lo expuesto arriba, si bien es verdad que a partir de la llegada y consolidación de los borbones se sustituyeron los virreinatos por colonias, por mucho que los leyendanegristas se esfuercen en equiparar la Monarquía hispánica con imperios depredadores como el británico, el francés o el holandés, cuando los analizamos de cerca no tienen nada que ver. No se parecen ni en la estructura organizativa, ni en términos legislativos, ni en la inversión en la zona conquistada, ni en el trato con los propios indígenas, ni en prácticamente nada. Pero bueno, al fin y a la postre, la técnica del chivo expiatorio siempre ha resultado efectiva.
El genocidio de los indios en América
“Los españoles no exterminaron a ninguna nación aborigen, como exterminaron docenas de ellas nuestros antepasados los ingleses… Entre el Cabo de Hornos y el Polo Norte no había ni una mala casucha inglesa ni un solo hijo de Inglaterra… España se desangró en una conquista tan enorme que ni aún hoy podría nación alguna dar los hombres o el dinero necesarios para una empresa semejante en pos del progreso mundial.
Algunas historias han pintado a esta heroica nación como cruel para los indios; pero la verdad es que la conducta de España en este particular a nosotros debería avergonzarnos. La legislación española referente a los indios de todas partes, era incomparablemente más extensa, comprensiva, sistemática y humanitaria que la de la Gran Bretaña, la de las Colonias y la de Estados Unidos juntas.” Charles Fletcher Lummis, Los exploradores españoles del siglo XVI
El supuesto genocidio español en América es de los tópicos más actuales, difamatorios y descontextualizados de toda la leyenda negra. Nuestra defensa a semejante acusación se apoyará en la contextualización del continente americano del siglo XVI ofrecido en la crítica, el desarrollo la conquista y principales causas de mortalidad.
En primer lugar, queremos dejar claro que con esta defensa no pretendemos negar los abusos que muchos españoles cometieron sobre los indios, que evidentemente los hubo. El choque cultural tan fuerte que se produjo entre ambas civilizaciones condujo tanto a actos deleznables como heroicos, como ha ocurrido en todos los periodos conquistadores en la historia. Sin ir más lejos, la península Ibérica ha sido ocupada por multitud de pueblos y culturas diferentes, más o menos belicosas. Por tanto, nuestra crítica no irá encaminada a negar la mayor, sino a contextualizar algunos hechos que frecuentemente se pasan por alto y que creemos de enorme relevancia para entrar a valorar si se puede catalogar de “genocidio” lo que los españoles hicieron en América.
Por otro lado, aludimos a la tendencia presentista que hemos criticado en líneas anteriores sobre juzgar el pasado con los ojos del presente. Sin ahondar más en lo que ya hemos desarrollado, señalaremos que la historia está para aprender, no para juzgar, y que para las personas del siglo XXI, con nuestra facilidad de vida, comodidades, mentalidad y valores contemporáneos, es imposible llegar a entender cómo era la vida hace quinientos años y qué pensaban estas personas. Palabras como el honor, la religión, la gloria, el deber… Son palabras prácticamente vacías para muchas sociedades contemporáneas pero con un peso brutal en otros siglos.
Otro punto importante que hay que comprender es el choque cultural que se produjo para ambas partes. Por un lado, se encontraron aventureros españoles en busca de oro y fama, europeos procedentes de sociedades muy desarrolladas para la época, con un marcado sentido de la religión, que llevaban matándose con infieles los últimos ochocientos años y que de repente se encuentran con un Mundo Nuevo, desconocido, hostil y salvaje, donde la vegetación es más grande, las plantas e insectos son más venenosos, el clima es mucho más extremo y los animales, que en la península tienen un tamaño pequeño, aquí son mucho más grandes y peligrosos -anacondas, tarántulas, cocodrilos o pumas, por ejemplo-. A diferencia de los barbudos extranjeros, los habitantes autóctonos de América del Sur estaban divididos en muchas tribus, cada una con diferentes niveles de desarrollo, costumbres y religión, aunque es curioso que todas ellas se habían estancado en la edad de bronce y no conocían ni el hierro ni la rueda -aunque algunas sociedades estaban más desarrolladas en arquitectura y urbanismo que las propias ciudades europeas-.
Existían dos grandes imperios en lo que actualmente es Centro y Sudamérica, el imperio inca y el mexica. Ambos eran poderosos imperios guerreros que estaban mucho más desarrollados que la gran mayoría de las tribus colindantes, por lo que ejercían un dominio dictatorial sobre las otras tribus.
El principal choque cultural se produjo en la forma de entender la vida y por motivos religiosos: por un lado, los indígenas no estaban acostumbrados a trabajar, simplemente hacían lo mínimo necesario para sobrevivir y no tenían actitud de trabajo -causa principal de los abusos perpetrados por encomenderos-; en lo que a religión respecta, mientras los católicos españoles entraban en contacto con Dios tomando en las iglesias el cuerpo de Cristo a través de la hostia consagrada, los aztecas lo hacían mediante sacrificios humanos donde sacaban el corazón aún palpitante a sus víctimas, que generalmente eran de las tribus sometidas por éstos, aunque no fueron pocos los españoles que corrieron esta suerte.
Además, es importante señalar que la conquista de América la hicieron los propios americanos, no los españoles. Como señala el famoso historiador británico Hugh Thomas:
“Además, los españoles acostumbraron a contar en sus conquistas con la ayuda de aliados indígenas. Los mayas, los totonacas y sobre todo los tlaxcaltecas desempeñaron un papel esencial en las conquistas de Cortés. Tampoco se deben olvidar en Nueva España a los otomíes. En Perú los indios cañaris también ayudaron a Pizarro y a la causa española”
Tanto Cortés como Pizarro acabaron con los respectivos imperios aliándose con las tribus enemigas de éstos, que terminaron por formar el grueso del ejército conquistador. En el caso de Cortés, se enfrentó al Imperio Mexica con alrededor de 500 españoles cuando sólo en la capital de Tenochtitlán se estima que había una población de entre 80.000-250.000 personas. La mayor parte del ejército conquistador estaba formado por tribus indígenas que preferían vivir bajo el dominio español, por lo que muy malos no les debieron parecer los nuevos vecinos, al menos comparado con lo que tenían.
El relato indigenista actual pone el foco en los imperios prehispánicos, aludiendo que fueron sometidos por los tiranos españoles y obviando datos tan importantes como que tenían sometidos a todos los pueblos de alrededor, a los que les obligaban a dar a sus propias mujeres e hijos para que fuesen sacrificados por los dioses mexicas. De la misma forma que este relato pone buenos a los mexicas y malos a los españoles, también podríamos construir el relato a partir de las tribus indígenas esclavizadas por los aztecas, cuyos pueblos eran obligados a entregar a sus familiares y amigos para los entre 20.000 y 30.000 sacrificios humanos anuales que hacían los aztecas. Para los pueblos sometidos, los españoles fuimos los liberadores.
En cuanto a la elevadísima mortandad de los indios, que fue tremenda, multitud de estudios científicos de todo el mundo han demostrado que se debió a las enfermedades y no a un exterminio planificado y deliberado por los malvados españoles, como el relato populista pretende vender. Lamentablemente, los europeos exportamos diferentes enfermedades para las que los indígenas no tenían anticuerpos, como la viruela o la salmonella, que fueron especialmente letales. De la misma forma que importamos a Europa enfermedades hasta entonces desconocidas en nuestro continente como la sífilis, que provocó una devastadora epidemia en Europa.
Respecto a los genocidios de indígenas, también debemos señalar los planificados y ampliamente documentados llevados a cabo por los criollos tras la independencia de la corona española, mucho más recientes que los achacados a España. El presidente de Paraguay, Rodríguez de Francia, exterminó a mbayás y guanás en 1815; Fructuoso Rivera, presidente uruguayo, hizo su correspondiente limpieza étnica en 1831; entre 1848 y 1901 se exterminó a los apaches, lipanes y mescaleros del territorio mejicano; de la misma forma que se exterminó a las tribus mapuche, ranquel, pampa y tehuelches de Chile y Argentina. Estos genocidios, popularmente silenciados, tuvieron una mayor mortandad en Argentina y Uruguay, por lo que tuvieron que traer inmigración europea y es la razón por la que son los únicos países hispanoamericanos sin aparentes rasgos indígenas.
Concluyendo este tópico, la reducción a lo absurdo del relato indigenista contemporáneo -popularmente aceptado por la mayor parte de la sociedad-, actualmente está más que demostrado que es falso: ni todos los indios eran seres de luz, ni todos los españoles malignos; de la misma forma que ni la conquista de américa fueron españoles contra indígenas, ni las causas de mortalidad pueden reducirse a los asesinatos cometidos por los españoles. Como en todo, la realidad cambia cuando miramos las cosas de cerca y con atención, poniendo el foco en los datos y dejando a un lado los prejuicios pero, si se fomentase el pensamiento crítico en la sociedad ¿qué sería de los demagogos profesionales que viven de enfrentamientos, soluciones fáciles y chivos expiatorios?
La crueldad de los españoles (Gold, God and Glory)
“Se debe admitir que el éxito de España permanece como una fuerza que hizo posible la preservación de los indios, en oposición a su destrucción que fue tan característica de la frontera angloamericana.” Herbert Eugene Bolton, The colonization of North America
Aprovechando el tópico anterior, vamos a desmentir el mantra de la supuesta crueldad de los españoles. Si bien este tópico debería ser desechado por cualquier persona con sentido común que se aleje de las generalizaciones, vamos a ver si nuestro periodo conquistador ha sido más o menos cruel que el de otras potencias.
A nivel general, este tópico podría desmentirse fácilmente comparando los esfuerzos que llevaron a cabo las élites del imperio español por favorecer el cuidado y la asimilación de los indios, respecto a cómo se comportaron las élites de los otros imperios. Sin ánimo de ser repetitivos, no vamos a volver a explicar las diferencias entre los imperios generadores y depredadores o el esfuerzo de los diferentes monarcas y religiosos españoles que abogaban por el mestizaje y la igualdad entre ambas culturas, ya que todos eran españoles con los mismos derechos. ¿Alguna de las otras potencias elaboraron documentos jurídicos, siquiera similares, a las Leyes de Burgos, las Leyes de Indias o el Derecho de Gentes? ¿Alguno de los otros imperios paró su conquista durante seis años para analizar la legitimidad legal y teológica sobre los indios? ¿Acaso alguna de las otras potencias se mezcló con los indígenas e invirtió en infraestructuras que beneficiasen a todos y no solo a sus colonos? Consideramos que estos datos son suficientes como para demostrar que el imperio español no puede ser definido como cruel, y menos el conjunto de los españoles. Sin embargo, dado que todos conocen las bajezas de los españoles, ya sean ciertas o no, veamos también el comportamiento de aquellos que señalan, habitualmente silenciados.
Es habitual encontrar que muchos historiadores relacionan la conquista española de América con el clásico Gold, God and Glory anglosajón. Esta frase refleja bastante bien el espíritu de los conquistadores españoles, que buscaban oro, gloria y llevar la palabra de Dios al Nuevo Mundo, pero a su vez, esta frase es utilizada por muchos ignorantes como reafirmación de la crueldad española, que egoístamente solo buscaban sus beneficios sin importar el coste para otras personas. Vamos a comparar la supuesta crueldad española con la de otras potencias con mejor marketing:
Los anglosajones también se expandieron a lo largo y ancho del mundo y no tienen fama de crueles, pese al evidente hecho de que país que colonizan, país cuya población indígena desaparece. Los británicos nunca se han mezclado con culturas indígenas, como mucho importaban inmigración europea y mano de obra africana, pero las culturas originarias quedaban drásticamente diezmadas: en Canadá vivían unos 10 millones de indios antes de la llegada de británicos y franceses, al acabar el proceso colonizador quedaba sólo medio millón (falta el 95% de la población india); la población de Australia y Nueva Zelanda se redujo un 90%, a los cuales obligaron a abandonar las zonas costeras para adentrarse en el desierto del interior; en el caso de de los tasmanos, el 100%; respecto a la colonización de Estados Unidos, podemos comentar desde las sumas de dinero que se ofrecían por las cabezas de los indios hasta migraciones forzosas (Ley de Traslado Forzoso de 1830) o incluso la propagación intencionada de enfermedades mortales entre los indios a través de la distribución de mantas de otros enfermos de viruela, todo esto en el siglo XVIII. En la actualidad, las pocas tribus indias que quedan en los EEUU como los sioux, los algonquinos o los herokee se encuentran en reservas.
Los británicos, que tanto han difundido la crueldad española en América, también hicieron de las suyas en África y Asia, con episodios como las Guerras del Opio (siglo XIX), la hambruna en Bengala (1943) o la rebelión de los Mau Mau en Kenia (1952-1960), en las cuales no entraremos ya que creemos haber evidenciado sobradamente la cara de cemento armado que hay que tener para señalar a otra nación como cruel y despiadada con semejante historial.
La ilustrada Francia, siempre moralmente superior a sus coetáneos, guarda unos cuantos episodios crueles y sangrientos bajo su alfombra, como hemos ido mencionando a lo largo de la crítica. Sin ánimo de incidir más al respecto, simplemente recordaremos dos genocidios perpetrados en sus colonias durante el siglo pasado: Ruanda y Argel. El primero con la más que probable complicidad de los franceses con los hutus y, el segundo, el ampliamente documentado genocidio que cometieron contra los argelinos el 8 de mayo de 1945 por hacer exactamente lo mismo que ellos festejaban en esas fechas: quitarse el yugo de una potencia extranjera que había ocupado su país. Mientras celebraban la liberación de Francia ocupada por los nazis, masacraban a otro pueblo que quería lo mismo que ellos. Muy tolerante todo.
En Bélgica, que atemorizan a sus hijos con las terribles historias del represivo dictador duque de Alba, tampoco sale mucho mejor parada. Su rey Leopoldo II de Bélgica (1835-1909) se hizo con la explotación de las minas del Congo donde impuso un revolucionario método para fomentar la productividad: todo aquel que no llegue al cupo semanal de diamantes, caucho y demás materiales preciosos deberá complementarlo con los pies y manos de los niños que incumplan el cupo. Efectivamente, cortaban los pies y las manos a pobres niños ya de por sí esclavizados y, respecto al número de víctimas, el historiador Adam Hochschild estima que rondaron los diez millones. A la vista de los hechos, no podemos negar que es mejor que atemoricen a los niños belgas con historias de hace 500 años sobre el duque de Alba a que los traumaticen con la política exterior de su país hace menos de un siglo y medio.
La moderna y avanzada Alemania, país que actualmente goza de una cultura diversa y tolerante, no siempre ha sido así. Omitiendo el terrorífico suceso del siglo pasado que todos conocemos y la intolerancia con la brujería que hemos explicado en el tópico de la inquisición, los alemanes tienen otro episodio que popularmente se desconoce: la colonización de Namibia de principios de siglo XX donde, con el objetivo de crear el espacio vital para sus colonos (Lebensraum), Alemania ha reconocido oficialmente que masacró 85.000 de los 100.000 hereros y namaquas que vivían en el país.
Terminando este tópico y sin ningún interés en seguir relatando genocidios masivos más allá de la debida contextualización histórica, queremos dejar claro que nuestra intención no es señalar a un país u otro por los actos que han cometido, simplemente queremos desmentir el falso e ignorante tópico de que los españoles somos más crueles que el resto de naciones europeas. Aludiendo al rico refranero castellano, “el que más habla es el que más tiene que callar” y en nuestro caso, las mismas naciones que difaman a los españoles por hechos descontextualizados y cometidos hace 500 años, bien harían en callar y estudiar su historia, porque todos han cometido actos más monstruosos y sangrientos en los tres últimos siglos de historia de los que cometieron los españoles en el siglo XVI.
“El que más habla es el que más tiene que callar” Proverbio español
Las diferencias en el desarrollo entre América del norte y del sur se deben al origen de su colonización
“El proceder de España en América, ofrece uno de los más señalados ejemplos de transmisión de la cultura por el dominio soberano, preferible al ejercido en particular por grupos de emigrantes atenidos al impulso propio, como ocurrió a los ingleses que arribaron a los Estados Unidos.” Edward Gaylord Bourne, Spain in America
Este tópico es uno de los más utilizados para justificar las diferencias en el desarrollo económico entre ambos hemisferios, donde la parte norte colonizada por los ingleses se posiciona como potencia mundial y, la parte sur, no consigue despegar como debería, ya que fue conquistado por los españoles. Este tópico hispanófobo parte de tres errores: ignorar el papel de España en Norte América, descontextualizar las diferencias entre el periodo de los virreinatos españoles y las colonias norteamericanas y, por último, recaer en una actitud victimista carente de responsabilidad, como si dos siglos no fuese tiempo suficiente para levantar un país en quiebra.
Queremos empezar desmintiendo este tópico a partir de la reivindicación del desconocido papel de España en el descubrimiento, creación e independencia de EEUU. Sin profundizar en un tema que ya abordamos a lo largo de esta crítica, contextualizaremos lo siguiente:
El primer europeo registrado que pisó suelo norteamericano fue Ponce de León (descubridor de la Florida en 1513), la primera lengua extranjera que se habló en Norteamérica fue el castellano, así como los descubridores de buena parte del mismo fueron españoles, como Núñez Cabeza de Vaca y muchos otros valientes que no escribiremos por la extensión que abarcaría el tópico. La primera ciudad fundada en EEUU es San Agustín, por el español Pedro Menéndez de Avilés en 1565; de la misma forma que se crearon importantes infraestructuras y caminos que mejoraron las comunicaciones, como el Camino Real de Tierra Adentro de 2.560 km finalizado en 1598, el camino Real de los Tejas de 4.150 km terminado en 1680, el de Juan Bautista de Anza, el camino de las misiones en Alta California o el Old Spanish Trail desde Santa Fé a Los Ángeles (ciudades también fundadas por españoles); sin olvidar también que el primer mapamundi donde se cartografía el continente americano es el de Juan de la Cosa. La mayor parte de estos acontecimientos los hicimos antes de que los ingleses consiguieran asentar su primera colonia en Norteamérica (Jamestown, Virginia, 1607), quienes ni siquiera fueron los segundos en asentarse en suelo norteamericano, ya que los franceses les adelantaron en 1570.
Otro aspecto que habitualmente se pasa por alto es la importancia de España en la Independencia de EEUU. Si bien a nivel popular la historia ha situado a Francia como la gran aliada en el proceso de independencia estadounidense, sin los recursos españoles en logística, armamento, financiación y soldados y sin figuras como Bernardo Gálvez o Diego de Gardoqui, difícilmente hubiesen vencido a los ingleses -prueba de la relevancia de España en este proceso es que el propio George Washington pidió a Gardoqui que desfilase a su lado en la toma de posesión del primer presidente de los EEUU como reconocimiento al papel de España-. Otro dato que ayuda a ilustrar la presencia española es que tras la Guerra de Independencia norteamericana en 1783, California, Nuevo México, Arizona, Texas, parte de Luisiana y las dos Floridas eran españolas, lo que supone aproximadamente dos tercios de los Estados Unidos en la actualidad.
Con esto creemos evidenciada la importancia de España en la configuración de los actuales Estados Unidos y reafirmamos que la simplista afirmación de atribuir a España la responsabilidad del crecimiento dispar entre ambos continentes, es no tener ni idea del origen de Estados Unidos. A continuación, pasemos a ver diferencias entre ambos hemisferios en la época virreinal:
La Monarquía Hispánica y los virreyes del continente americano prestaron especial atención a la mejora de las infraestructuras, especialmente en el desarrollo de caminos, ciudades, universidades, catedrales y hospitales -sí, hospitales, pese a la popular leyenda sobre oscurantismo español, enemigo de la ciencia, España fue el primer país europeo donde se negó la validez de los grados médicos de la Iglesia, y la medicina fue la primera profesión sometida a un riguroso control jurídico en España-. Sin entrar en la importancia de estas infraestructuras a la hora de conseguir un correcto desarrollo económico, comparemos el desarrollo de ambos continentes:
En lo que a medicina se refiere, entre 1500 y 1550 se levantan en torno a veinticinco hospitales grandes y otros muchos más pequeños en las Indias. Existían pocas ciudades con más de 500 habitantes sin su propio centro de salud.
En 1635 se abrió la primera cátedra de medicina en Lima y en 1636 en Bogotá; la primera en territorio inglés data de 1765. Otro punto importante es la difusión de la vacuna contra la viruela en América donde, si bien la vacuna fue descubierta por el inglés Edward Jenner, fue Francisco Javier Balmis Berenguer el que consiguió transportarla a América y Asia y vacunar a sus habitantes a principios del sXIX, en la que se conoce como la expedición Balmis -según muchos la primera misión humanitaria de la historia-.
Respecto a las publicaciones médicas, además de la diferente extensión y profundidad de las mismas, la primera obra editada en Méjico es Phisica speculatio de Alonso de la Veracruz en 1557; la primera obra médica en EEUU es un relato corto sobre la peste en 1668, Canadá en 1785 y Brasil en 1809.
Continuando con las publicaciones, en 1536 aparece la primera imprenta americana en el Virreinato de Nueva España, frente a la primera imprenta en territorio británico en 1638. Es importante señalar que entre las diferentes publicaciones encontramos diccionarios de lenguas aborígenes y grafías, ya que la gran mayoría de culturas indígenas americanas eran ágrafas, por lo que todos los documentos y el conocimiento que a día de hoy tenemos sobre la historia y la cultura de estos pueblos se lo debemos a los malvados españoles que aniquilaron su cultura -nótese la ironía-. Otro apunte respecto al trato de los españoles con las culturas indígenas es que en 1575 se tradujeron los primeros libros a 12 lenguas indígenas, para cuya tarea, lógicamente, hubo que inventarse una grafía (los vecinos británicos tardaron un siglo en traducir su primera Biblia en lengua india, llevada a cabo por John Eliot).
Previsiblemente, el primer periódico del continente americano también surgió del Virreinato de Nueva España en 1541, la Hoja de México, en comparación al primer periódico en Norteamérica en 1704 o, en la propia Inglaterra, en 1622.
Respecto a la educación, podríamos comparar la hegemonía de los tercios en el campo de batalla con la hegemonía de las universidades españolas en el Nuevo Mundo -casi nada-. Hay que sumar todas las universidades creadas por Bélgica, Italia, Alemania, Francia e Inglaterra en sus respectivas colonias durante los siglos XIX y XX para acercarse a la cantidad de universidades creadas en Hispanoamérica durante la época imperial y, si nos referimos a holandeses y portugueses, éstos ni siquiera fundaron universidades en sus colonias.
A este respecto, la primera universidad americana es la de Santo Domingo en 1538, en comparación con la primera norteamericana de Harvard en 1636, que comenzó como instituto de enseñanza superior y no como universidad. Conforme surgieron las universidades, también aparecieron las primeras cátedras de lenguas indígenas, que en EEUU no aparecerían hasta el siglo XX.
Otra característica que cabe mencionar es el desarrollo del arte barroco novohispano, aplicado a la arquitectura de universidades, catedrales, esculturas, columnas y otros edificios. No hay más que comparar el desarrollo arquitectónico de los virreinatos de Nueva España o del Perú y compararlos con algunas de las ciudades más antiguas de Norte América, como Boston, para darse cuenta de la superioridad artística de los virreinatos del sur frente a las colonias del norte.
Tras todo lo expuesto, creemos demostrado que la herencia española en Hispanoamérica evidentemente no es perfecta, pero que sí tiene muchas cosas de las que sentirse orgulloso y que no merece ser señalada como la causa del estancamiento del continente, especialmente si lo comparamos con los otros imperios. ¿Acaso las universidades, escuelas, hospitales, imprentas o el arte no son importantes para el desarrollo?
Frente a los que piensan que el atraso del sur frente al norte se debe al origen de su colonización, cabe destacar que los españoles nos fuimos del continente hace casi dos siglos. ¿Sería justo culpar a los romanos de los errores godos del siglo VI? ¿Acaso dos siglos no son suficientes para levantar un país? Singapur, China, Japón, Corea del Sur, Suecia, Finlandia, República Checa, España… Todos estos países partían de posiciones muy desfavorables por diversos motivos en el último siglo, ya fuese por una mala situación geográfica, pobreza en recursos naturales, poco desarrollo industrial o directamente porque partían de economías destruidas por guerras civiles, y todos ellos han experimentado un elevado crecimiento en el nivel de vida respecto al siglo anterior -muchos de ellos incluso en los últimos 50 años-.
Y dándole la vuelta a la situación, el crecimiento económico argentino de finales del siglo XIX y principios del XX que le llevó a ser uno de los países más ricos del mundo con un PIB superior a EEUU, ¿también se debe a la herencia española? Seguramente para el relato posmoderno actual se debió a pesar de y no favorecido por.
En nuestra opinión, pretender culpar a la nación que trajo la cultura, los valores y la civilización occidental de los problemas que aquejan al continente dos siglos después de su marcha, es una forma de evadir la responsabilidad señalando a una causa externa de los problemas internos.
El desastre de La Armada Invencible
«A los españoles por mar los quiero ver, porque si los vemos por tierra, que San Jorge nos proteja», popular cita de un almirante inglés
La creencia habitual es que Inglaterra venció a nuestra Armada Invencible española y, a partir de ese momento, España perdió su poder y hegemonía naval, lo cual es falso de cabo a rabo.
Comenzaremos desmintiendo este tópico a partir del nombre de nuestra armada, que realmente era “La Grande y Felicísima Armada”, el nombre de la Armada Invencible lo acuñaron los británicos a posteriori, como buenos propagandistas, para aumentar la gloria de su victoria. La técnica de vanagloriar al enemigo una vez vencido, o al que por cuestiones militares presupones vencer fácilmente, ha sido una técnica muy utilizada por los ingleses ya que, si el enemigo era tan poderoso y temible y yo le he vencido, ¿Cuán poderoso seré yo entonces? Una fanfarronada propia de los que necesitan engrosar sus méritos por la falta de importancia de los mismos, lo cual han utilizado en otras ocasiones en las que les ha salido estrepitosamente mal como en la heroica victoria de Blas de Lezo contra Vernon en Cartagena de Indias (1741).
La derrota inglesa en Cartagena de Indias es sin duda una de las mayores derrotas en la historia de Inglaterra, principalmente por la superioridad numérica y armamentística de la que partían. Tan evidente veían su victoria que el rey Jorge II había preparado celebraciones e incluso había acuñado monedas de oro con el “medio hombre”, con todas las extremidades, arrodillado ante Vernon -acuñar una moneda por ganarle una batalla a un tullido no les parecía que quedase muy bien-. Curiosamente, casi todos los españoles conocen el desastre de La Armada Invencible -título inglés incluido- pero pocos han oído hablar de la victoria de Blas de Lezo… ¿por qué será?
Volviendo a la historia que nos ocupa, el episodio se encuentra dentro de la conocida como guerra anglo-española (1585-1604), donde ambas potencias se atacaban mutuamente de forma directa o a través de terceros. Este periodo también corresponde a las guerras de religión donde España era la fuerza católica de la época e Inglaterra pretendía ser su antítesis protestante, por lo que uno apoyaba a los católicos en Inglaterra y Francia y el otro a las fuerzas protestantes en Flandes y en Francia, además de fomentar la piratería contra el comercio español en las Indias. Esta situación se tensó aún más en 1587 cuando Isabel I intensificó la persecución a católicos y decapitó a su competencia, María Estuardo, candidata de los católicos en Inglaterra y que en su testamento cede su derecho al trono inglés a Felipe II. Además, en ese mismo año se produce un ataque inglés, liderado por Drake, en las costas de Cádiz. Toca contraatacar.
Como comentamos al final del episodio de la adhesión de Portugal, Juan de Austria ya le planteó al rey la posibilidad de invadir Inglaterra con las unidades anfibias de los tercios, por lo que la idea no era ni disparatada ni nueva, pero se sucedieron una serie de situaciones desafortunadas que más hubiese valido posponerlo.
En primer lugar, Juan de Austria había muerto, por lo que la invasión corría a cargo del también mítico Álvaro de Bazán, cuya idea era llegar a las costas de Flandes, recoger a las tropas de Alejandro de Farnesio y realizar el desembarco en las costas inglesas. Desafortunadamente, Álvaro de Bazán falleció mientras realizaba los preparativos. Felipe II puso en su lugar a Alonso de Guzmán el Bueno, duque de Medina Sidonia, que previamente rehusó por su falta de experiencia en el mar pero al que el rey obligó. El 25 de abril de 1588 la Armada parte de Lisboa con un fortísimo viento de poniente que le obliga a volver. Volvió a salir a finales de mayo con unas condiciones climatológicas horribles y, el 20 de junio, tiene lugar la mayor tormenta del año que disgrega los barcos… entre unas cosas y otras la armada llega a las costas inglesas a finales de julio con 137 naves entre los que se encontraban 19 galeones (un número nada desdeñable pero muy lejos de ser una espectacular armada como habitualmente se cuenta).
Por otro lado, los tercios de Farnesio se retrasan y, la que iba a ser la fuerza de choque más poderosa del ataque español con 30.000 soldados de los tercios de Flandes desembarcando en Inglaterra y poniendo rumbo a Londres, resulta que llegan a las costas de Calais el 8 de agosto debido a problemas de comunicación. Por su parte, los ingleses ya habían reunido un número bastante considerable de naves, llegando a las 226 naves entre ingleses y flamencos.
El único momento del episodio donde hubo una batalla naval fue en las costas de Calais, donde ambas potencias se dispararon cañonazos a corta distancia. En un momento determinado, el temporal empeoró aún más y las naves inglesas se refugiaron en la costa y las españolas se quedaron desperdigadas por el mar que, al no poder volver a España por el canal de la Mancha, bordearon las costas de Irlanda y Escocia donde se produjo la verdadera tragedia, encallando y chocando con las rocas. Esta expedición acabó siendo un auténtico desastre para España donde naufragaron la mitad de los barcos y las bajas rondaron los 10.000 hombres.
Al año siguiente tuvo lugar la Contraarmada de Drake, un desastre aún mayor que el nuestro pero, como se trata de los ingleses, la que ha trascendido es la nuestra. El ambicioso plan era saquear San Sebastián, Santander, La Coruña y pasar por Portugal donde su aliado, prior de Crato, le aseguró que la nobleza portuguesa se alinearía con su causa, ya que no querían a Felipe como monarca. La premisa del ataque era romper la defensa española, como ya lo hizo en Cádiz, que ahora además estaría más debilitada por el desastre de La Grande y Felicísima Armada del año anterior. Todo resultó ser falso.
Sin entrar en profundidad, tuvieron problemas con el temporal, de las tres ciudades solo se atrevieron a saquear La Coruña (que era la peor protegida) y aún tuvieron que salir huyendo de una batalla que nos dejó figuras como la de María Pita y, respecto a su alianza con la nobleza portuguesa, llegaron a Lisboa y vieron que tampoco se sublevaba nadie. De los 20.000 hombres que partieron de Inglaterra decididos a hacer historia saqueando España, sólo volvieron 2.000 en condiciones de luchar y habiendo saqueado Madeira. Todo un auténtico desastre que, para variar, no ha trascendido popularmente.
Conclusiones:
“España es un país formidable, con una historia maravillosa de creación, de innovación, de continuidad de proyecto… Es el país más inteligible de Europa, pero lo que pasa es que la gente se empeña en no entenderlo.” Julián Marías
La finalidad de esta crítica puede dividirse en tres partes: crítica a la corriente presentista políticamente correcta, defensa de España frente a la propaganda difamatoria y lucha contra los complejos españoles de la leyenda negra.
La primera conclusión que queremos señalar es nuestra frontal oposición a las nuevas tendencias presentistas, que pretenden realizar un revisionismo de la historia -o al menos de los episodios que les interesa- desde las cómodas sociedades del siglo XXI. Entendemos que esta superioridad moral de querer juzgar la historia tiene finalidades políticas y parte de una ignorancia mayúscula, al pretender interpretar el pasado con la mentalidad del presente. Ni siquiera los mayores expertos, con conocimientos históricos, sociales, económicos, culturales y legislativos de la propia época pueden comprender completamente la importancia de la religión, el honor o la monarquía de entonces -entre muchos otros valores-, pero políticos populistas sí se permiten el lujo de juzgar la historia sin haberla estudiado siquiera. En Politicamente Incorrecto pensamos que la historia está para aprender, no para juzgar; y menos aún para utilizarla como arma de división entre la ciudadanía.
El segundo punto que queremos dejar claro es que no pretendemos decir que los españoles hayamos sido hermanitas de la caridad, tolerantes y pacíficos, que sólo buscábamos el entendimiento con otras culturas y religiones desde posiciones benévolas y comprensivas, porque sería completamente falso. De la misma forma que los españoles no somos crueles, ni intolerantes, ni sanguinarios, ni la conquista española de América fue un genocidio en masa, planificado y deliberado para terminar con la vida de millones de seres humanos. Cualquier episodio histórico tiene sus luces y sus sombras y, en el caso de España, se ha difundido una visión completamente descontextualizada por el surgimiento de la imprenta en un momento histórico envuelto por guerras de religión y conquistas, y donde la Monarquía Hispánica era el enemigo a batir por todos, tanto militar como culturalmente. El vil intento de caricaturizar a los españoles como asesinos, sanguinarios, crueles o intolerantes solo son un conjunto de tópicos descontextualizados o falsos, como creemos haber demostrado con la multitud de datos referenciados a lo largo de la crítica. A aquellos justicieros en busca de causas nobles que les sirvan de pretexto para señalar y difamar, les sugerimos que antes de irse a acontecimientos de hace medio milenio, comiencen por estudiar y criticar las atrocidades que se han cometido en buena parte del mundo durante el siglo pasado, habitualmente silenciadas, pero cuyo nivel de mortalidad y salvajismo difícilmente encuentra paralelismo en la historia.
El último punto que queremos señalar es el complejo que acompaña a buena parte de los españoles desde aproximadamente el siglo XVIII. Bien sea por el cambio de dinastía, la ocupación napoleónica, la pérdida del imperio español y las posesiones americanas, la asimilación de los complejos por parte de las élites españolas, las diferentes guerras civiles o la última dictadura, el caso es que buena parte de los españoles han asimilado que somos un país de incultos, intolerantes, vagos, pícaros y semianalfabetos, donde buena parte de los partidos de izquierda repudian la bandera nacional y se tacha de “facha” o “fascista” a cualquier persona que lleve el símbolo nacional que nos une a todos los españoles -lo cual no se da en ninguna otra “izquierda” occidental-. Si bien algunos de los anteriores prejuicios pueden tener cierto grado de veracidad, ¿tan diferentes pensamos que somos respecto a los otros países de nuestro entorno? Y si fuese así, ¿es un rasgo heredado? ¿es debido a la alimentación o el clima? ¿podría deberse a factores culturales? ¿pudieran haberse agravado por algunos de los tópicos explicados a lo largo de esta crítica? En Políticamente Incorrecto no pretendemos dar solución a una casuística tan complicada como esta, lo que sí tenemos claro es que este complejo español conduce a una forma de victimismo y mediocridad, donde prima una especie de pecado original por encima de la responsabilidad individual de cada ciudadano.
La historia de ningún país es perfecta -y menos las que se encuentran entre las naciones más antiguas del mundo- pero a nuestra forma de verlo, los españoles tenemos la suerte de pertenecer a una de las historias más ricas, diversas y asombrosas del mundo, como opinan muchos historiadores extranjeros que hemos ido referenciando a lo largo de esta crítica y que, a priori, deberían estar exentos de ser tildados como fachas -o no, igual pasan a ser fachas extranjeros o peligrosos fascistas internacionales, veremos qué tontería se inventan esta vez-. Por mucho que se empeñen en aminorar la contribución de España a la historia del mundo en general y a la historia de Occidente en particular, caricaturizándonos como torpes e incultos, tenemos unos cuantos hitos por los que estar orgullosos:
- A nivel general, hemos sido el único imperio global que duró en torno a trescientos años (con las evidentes complicaciones administrativas acarreadas, y más en esa época), fuimos los primeros en descubrir América y en dar la vuelta al mundo. El calendario gregoriano actual, con el que se mide el tiempo en casi todo el planeta, también es una contribución española de la Escuela de Salamanca y especialmente de Fray Luis de León.
- En lo que a la cultura occidental se refiere, hemos sido el dique de contención contra el islamismo en sus periodos más expansivos, además de promover los valores occidentales por todo el mundo que, por muy políticamente incorrecta que sea hoy en día esta opinión, es evidente que los países en los que actualmente se disfruta de mayores libertades son todos occidentales y de tradición cristiana.
- En términos económicos, hemos sido la primera economía global, el real de a ocho español fue la primera moneda internacional y fuimos el primer país en estudiar -y en sufrir- la inflación a nivel global con figuras como Juan de Mariana y la Escuela de Salamanca que, entre muchas otras contribuciones, también es el origen de la Escuela Austríaca, artífice de crear el sistema de libre mercado que nos ha sacado a la gran mayoría de la población mundial de la pobreza -hasta el siglo XIX el 94% de la población mundial vivía en la pobreza y la miseria, hoy la pobreza mundial se encuentra en torno a un 5-10%-.
- A nivel jurídico, los derechos humanos modernos comienzan con las Leyes de Burgos y las Leyes de Indias de Isabel la Católica y, el derecho internacional, a partir del Derecho de Gentes de Francisco de Vitoria.
- En literatura, tenemos la obra magna en la literatura universal de Miguel de Cervantes, además de muchos autores estudiados en todo el mundo como Calderón de la Barca, Quevedo, Fernando de Rojas o Lope de Vega, entre otros también notorios y más actuales como Gustavo Adolfo Becquer, Galdós, Neruda o Unamuno. Sin olvidarnos de los premios nobel José Echegaray (1904), Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977), Camilo José Cela (1989) o Mario Vargas Llosa (2010).
- Hemos contribuido notablemente al arte y la pintura universal con autores como Velázquez, Goya, Picasso, Dalí o, siendo heterodoxos, el Greco.
- En lo que a ciencia e innovación se refiere: el primer submarino es el del español Isaac Peral, la primera calculadora mecánica capaz de realizar las cuatro operaciones aritméticas básicas es la de Leonardo Torres Quevedo que, puestos a inventar, también creó el primer teleférico del mundo. El primer traje espacial fue de Emilio Herrera, el autogiro (o helicóptero) de Juan de la Cierva o el ferrocarril TALGO (Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol) de Alejandro Goicoechea. Menos científico, aunque también innovador de ámbito mundial, tenemos que señalar a Enric Bernat, creador del caramelo con palo Chupa Chups.
- Respecto a la medicina, el desconocido héroe español Álvar Núñez Cabeza de Vaca, además de conquistar medio Estados Unidos con la palabra en vez de con la espada, también es la primera persona en realizar una operación a corazón abierto en el mundo. Relacionado a esto, paradójicamente, España lleva siendo líder mundial en trasplante de órganos durante los últimos veintisiete años. También inventamos la jeringuilla desechable gracias a Manuel Jalón -que también creó la fregona-. Además de los dos premios Nobel en medicina: Ramón y Cajal (1906) y Severo Ochoa (1959).
- Y por último, y no por ello menos importante, la Transición española de la dictadura a la democracia, que ha sido de las más exitosas de la historia. Por muchas pegas que se le pueda poner, y muchas con razón, es un cambio de gobierno de una dictadura a una “democracia” sin derramar una sola gota de sangre, ¿En cuantos otros países ha surgido lo mismo durante el siglo pasado?
Sin ánimo de ser más exhaustivos -y nos disculpamos de antemano por todos aquellos nombres ilustres que no hemos recogido en nuestra escueta recopilación-, menos mal que los españoles tenemos fama de incultos, atrasados, salvajes, pícaros e ignorantes porque, de no ser así, ¿Qué más hubiéramos podido hacer?
Cerramos nuestra crítica con dos citas de dos grandes autores españoles que reflejan la finalidad constructiva de las líneas anteriores:
“Hagamos más favor o justicia a nuestro país, y creámosle capaz de esfuerzos y felicidades. Cumpla cada español con sus deberes de buen patricio, y en vez de alimentar nuestra inacción con la expresión de desaliento: ¡Cosas de España! contribuya cada cual a las mejoras posibles. Entonces este país dejará de ser tan mal tratado por los extranjeros, a cuyo desprecio nada podemos oponer, si de él les damos nosotros mismos el vergonzoso ejemplo.” Mariano José Larra en su artículo “En este país”
“¡Español sois, sin duda! Y lo soy, lo he sido y lo seré mientras que viva, y aun después de ser muerto ochenta siglos.” Miguel de Cervantes en La gran Sultana
BIBLIOGRAFÍA:
María Elvira Roca Barea: Imperiofobia y leyenda negra (2016)
Entrevista sobre la obra: https://www.youtube.com/watch?v=NIlJ2IR6sv8
Alberto G. Ibáñez; La Leyenda Negra, historia del odio a España:
Entrevista sobre la obra: https://www.youtube.com/watch?v=HJmnp-w_Ams
Instagram: https://www.instagram.com/algiban07/?hl=es
Youtube: Algiban007: https://www.youtube.com/channel/UCZmTU9aOr_Y4CFdlx35jLCw
Iván Vélez; Sobre la Leyenda Negra (2014)
Entrevista sobre la obra: https://www.youtube.com/watch?v=7ix4l1d2QbI
Instagram: https://www.instagram.com/ivanvelez_1972/?hl=es
Stanley G. Payne; En Defensa de España (2017)
Entrevista sobre la obra: https://www.youtube.com/watch?v=KUxi6CyVgP8
Hugh Thomas; El Imperio Español, de Colón a Magallanes (2003)
Juan Eslava Galán; La conquista de América contada para escépticos (2019)
Entrevista sobre la obra: https://www.youtube.com/watch?v=1ayksQMJJ2g
Juan Eslava Galán; Historia de España contada para escépticos (1995)
Sobre la obra: https://www.youtube.com/watch?v=iGGYVb6SxX4
Instagram: https://www.instagram.com/juan.eslava.galan1948/?hl=es
José Javier Esparza; Tercios (2017)
Sobre la obra: https://www.youtube.com/watch?v=qCdSoPgR8QA
Julián Juderías; La leyenda negra de España (1914)
Sobre la obra: https://www.youtube.com/watch?v=4jY1qLJu9KA
Artículos
FDocuments – Entrevista Harm den Boer sobre biografías e historia
https://fdocuments.ec/document/entrevista-harm-den-boer-sobre-biografias-e-historia.html
El Pais – Países que borraron su pasado colonial
https://verne.elpais.com/verne/2019/03/04/articulo/1551710803_859505.html#:~:text=El%20archipi%C3%A9lago%20fue%20bautizado%20en,fueron%20colonia%20espa%C3%B1ola%20hasta%201898.
OK Diario – Ponsatí dice que los Reyes Católicos fueron «la inspiración» del genocidio antisemita de Hitler
https://okdiario.com/espana/ponsati-dice-que-reyes-catolicos-fueron-inspiracion-del-genocidio-antisemita-hitler-5164083
Material Recomendado:
Jesus G. Maestro – Imperios generadores y depredadores
http://jesus-g-maestro.blogspot.com/2014/07/imperios-generadores-e-imperios.html
Crónica económica – comparación entre el imperio británico y el español
https://www.cronicaeconomica.com/el-imperio-mas-grande-del-mundo-el-britanico-o-el-espanol-106159.htm
Sobre Los Tercios:
La Contra TV: las máquinas letales que dieron gloria a España – José Javier Esparza https://www.youtube.com/watch?v=qCdSoPgR8QA
SandRhoman History – Explicación sobre la innovación táctica de los tercios (picas y armas de fuego):
https://www.youtube.com/watch?v=GIoUr5GJa24&t=523s
ABC – Sobre las Leyes de Indias y los Derechos Humanos
https://www.abc.es/sociedad/20130303/abci-leyes-indias-derechos-humanos-201303012122.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F
Civismo – Día de la liberación fiscal 2020
https://civismo.org/es/dia-de-la-liberacion-fiscal-2020-2/
Juan Pérez Foncea, Fuego en el Misisipi:
https://www.youtube.com/watch?v=6-7MKmFCMJU
Países que borraron su pasado colonial
https://verne.elpais.com/verne/2019/03/04/articulo/1551710803_859505.html#:~:text=El%20archipi%C3%A9lago%20fue%20bautizado%20en,fueron%20colonia%20espa%C3%B1ola%20hasta%201898.
Sobre la conquista de México:
El País – Para qué sirve una disculpa: España, México y el pasado colonial
https://elpais.com/internacional/2019/03/30/america/1553960701_831458.html
Fundación Juan March – La verdadera historia de Hernán Cortés | Carlos Martínez Shaw
https://www.youtube.com/watch?v=jyqJgoFXp7A
Fernando Díaz Villanueva – El enigma de Hernán Cortés
https://www.youtube.com/watch?v=DZkAhVEkiew
Juan Ramón Rallo, artículo “doscientos años de progreso humano”
https://blogs.elconfidencial.com/economia/laissez-faire/2017-01-02/doscientos-anos-de-progreso-humano_1311153/